Nuevos cardenales: púrpuras de todo el mundo, por José Luis Restán
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Nuevos cardenales: púrpuras de todo el mundo, por José Luis Restán, director editorial de la Cadena Cope, en Páginas Digital del 13/10/2106
La lista de los cardenales que Francisco creará, en vísperas de cerrar la Puerta Santa del Año de la Misericordia, está dando para muchas interpretaciones, algunas un poco fantasiosas. Me parece que la verdad es más sencilla, que la lista responde a razones menos sinuosas.
Por un lado el Papa mantiene a los pastores de algunas sedes estratégicas (por población, historia y peso real) en la parrilla cardenalicia: es el caso de Madrid (Osoro), Chicago (Cupich), Bruselas (De Kesel) y Brasilia (da Rocha). También parece evidente el caso del norteamericano Kevin Farrell, el nuevo Prefecto de la Congregación para los Laicos, la Familia y la Vida. Es lógico que el Papa quiera un cardenal al frente de este nuevo gran dicasterio, fruto de la reforma que impulsa.
Tampoco es un secreto que Francisco busca reequilibrar el colegio cardenalicio dando mayor peso a áreas geográficas como África, Asia y América Latina. Y que desea señalar algunas personalidades que por su desempeño pastoral supongan una ilustración de la Iglesia en salida, hospital de campaña y puerta de misericordia, a la que constantemente se refiere. Algunos de los nombres anunciados responden al primer o segundo criterio, e incluso a ambos simultáneamente. El arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar, es una figura descollante del episcopado mexicano, y además ha sido presidente del CELAM. Baltazar Porras, arzobispo de Mérida (Venezuela) ejerció un papel de liderazgo en la denuncia de los desmanes del chavismo en su primera época. México y Venezuela son dos países a cuyas iglesias el Papa desea cuidar especialmente, por su delicada misión en la coyuntura que atraviesan.
En África destaca el arzobispo de Bangui (República Centroafricana), la ciudad casi en guerra en la que Francisco quiso anticipar la apertura de la Puerta Santa. Dieudonné Nzapalainga es el pastor que ha tejido una hermosa amistad con el imán de la ciudad, contribuyendo a la paz y realizando una verdadera catequesis sobre el diálogo interreligioso. El nombre de Maurice Piat, arzobispo de Port-Louis (Isla Mauricio) responde al deseo de que los pequeños países, que apenas cuentan para los poderosos del mundo, estén también representados en Roma junto al Papa.
Es significativo el caso del arzobispo de Dacca (Bangladesh), Patrick D’Rozario, porque Francisco acaba de anunciar un inesperado viaje a ese país de mayoría musulmana, en el que la pequeña comunidad católica ve con preocupación el aumento del fundamentalismo. Y más aún, el caso inédito de un nuncio apostólico como Mario Zenari, que tras recibir la púrpura permanecerá en su puesto, en Damasco, para mostrar así la preferencia del Papa por "la amada y martirizada Siria".
De la periferia-periferia llega John Ribat, arzobispo de Port Moresby, en Papúa Nueva Guinea. Oceanía también tendrá su espacio en el Colegio, y no sólo los grandes países de tronco anglosajón. En todo caso no se trata de hacer encajar todas las piezas en un esquema, porque de siempre cualquier Papa mantiene en la elección de sus cardenales un amplio espacio de libertad. Puede llamar la atención el nombre del arzobispo de Indianápolis, Joseph Tobin, que fue General de los Redentoristas y estuvo en Roma como secretario de la Congregación para la Vida Consagrada.
A los trece futuros cardenales electores se unen otros cuatro que superan los ochenta años, y por tanto no votarían en un eventual cónclave. Entre ellos brilla sin duda la figura del sacerdote albanés Ernest Simoni Troshani, condenado a muerte por la dictadura comunista de Enver Hoxha, al que posteriormente se le conmutó esa pena y fue enviado a trabajos forzados durante 25 años. Durante su prisión celebraba la misa de memoria en latín, confesaba y distribuía la comunión a escondidas, sabiendo que con ello se jugaba la vida. Todo esto se lo pudo contar Simoni al Papa durante su visita a Albania en 2014, y todos vieron cómo Francisco no podía contener las lágrimas y le besaba las manos. A sus 88 años recibirá una púrpura que es signo de todo lo que ya ha vivido.