El nuncio Faustino Sainz, por Eugenio Nasarre, en Páginas Digital 02/11/2012

El nuncio Faustino Sainz, por Eugenio Nasarre, en Páginas Digital 02/11/2012

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Ha muerto en Madrid el nuncio Faustino Sainz, uno de los españoles más relevantes de la Curia vaticana en los últimos treinta años. Hijo de un prestigioso jurista, Faustino Sainz acabó sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid el año 1959. Quiso, entonces, ser sacerdote y cursó teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, ordenándose en 1964, en pleno período conciliar. Comenzó sus tareas pastorales en la diócesis de Madrid, pero pronto se le reclamó a la Academia Pontificia, donde se formó para el servicio diplomático de la Santa Sede.

Monseñor Faustino Sainz fue una de las personas que, en las distintas misiones que le encomendó la Santa Sede, trabajó más a favor de la libertad religiosa en una Europa que se encaminaba al fin de la "guerra fría". Estrecho colaborador del Cardenal Casaroli, participó en la Conferencia de Helsinki, donde llevó a cabo una brillante labor para lograr que la libertad religiosa, con el resto de los derechos humanos fundamentales, se convirtiera en uno de los compromisos básicos para caminar hacia una convivencia pacífica en el continente.

Fueron los prolegómenos de la perestroika de Gorbachov y de la "caída del muro de Berlín", con la que concluía una dramática etapa de la historia europea. Un año antes había sido consagrado arzobispo y nombrado nuncio en Cuba, donde llevó a cabo los preparativos del histórico viaje de Juan Pablo II. Desempeñó más tarde la nunciatura en el antiguo Congo y en 1999 fue nombrado nuncio ante la Unión Europea, cuando se desarrollaban los trabajos de la fallida Constitución europea. Luchó incansablemente en defensa del reconocimiento en el texto constitucional de las raíces cristianas de Europa. Pero el veto de algunos dirigentes europeos, en una actitud de repudio a la propia identidad, hizo fracasar tan razonable pretensión. Contribuyó a incluir en el Tratado de Lisboa, en cambio, con paciente labor, el reconocimiento de un status de las iglesias y confesiones religiosas en el espacio público europeo. En el clima de hostilidad al hecho religioso promovido por poderosas corrientes europeas no era un logro menor.

La última de sus misiones diplomáticas al servicio de la Santa Sede fue en Londres, donde preparó la reciente visita de Benedicto XVI, en la que beatificó a Henry Newman, y en la que el Papa pronunció su memorable discurso en el Parlamento de Westminster. El nuncio Faustino Sainz, aquejado ya de la enfermedad que le conduciría a la muerte, vivió con gozo aquel viaje. Contaba con gran satisfacción la sintonía que se había producido entre Benedicto XVI y la Reina de Inglaterra, ambos de la misma edad. La Reina había confesado al Nuncio su admiración al Papa de Roma y había querido conocer su obra teológica.

La presencia de la Iglesia en el mundo en nuestra época no podría entenderse sin personas como el nuncio Faustino Sainz. Era, ante todo, un sacerdote, volcado a la acción pastoral allí donde estuviera. Abierto, dialogante, lo que le gustaba era cultivar la amistad, hacer amigos, procurar el bien y, así, desvelar el rostro del verdadero evangelio. Faustino Sainz conocía las contradicciones en las que se mueve la sociedad occidental, la honda secularización de la sociedad europea, las debilidades culturales del hombre contemporáneo. Este es el marco en el que la Iglesia tiene que realizar su misión hoy, lo que exige nuevos métodos y nuevas actitudes. Quien haya conocido y tratado a monseñor Faustino Sainz sabe que las practicó, con fidelidad a los ideales evangélicos y a la identidad eclesial. Para quienes gozamos de su amistad y pudimos enriquecernos de su buen criterio, de su sabiduría y de su bondad, el fallecimiento de Faustino Sainz nos deja un vacío muy grande. Faustino Sainz ha sido un gran servidor de la Iglesia y eso también nos debe enorgullecer a quienes somos sus compatriotas.