El "sí, quiero" desnudo y enamorado para el absoluto

El "sí, quiero" desnudo y enamorado para el absoluto

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El "sí, quiero" desnudo y enamorado para el absoluto, por José Moreno Losada, desde Talavera la Real (Badajoz)

Puedes pasear por Talavera la Real (Badajoz), mirar y sentir la blancura de sus calles y sus tapias, observar la vida de sus gentes, su ir y venir, y no darte de cuenta de un sencillo misterio que forma parte de las entrañas de ese pueblo…

Hace más de 400 años, un sencillo convento comenzaba su andadura tocado por el espíritu y el carisma de Teresa de Jesús, esa mística gigante y universal, cuya sombra amorosa en el encuentro con su Dios amado todavía permanece viva y activa en la historia de la humanidad.

En este convento se alimenta la espiritualidad basada en un silencio contemplativo y orante llevado adelante por mujeres sencillas que, tocadas por el misterio de Cristo, enamoradas de Él y su reino, se prometían en pobreza, virginidad y obediencia. Desde entonces, han caminado en la subida al monte Carmelo, sin pararse, ni detenerse. Han pasado por etapas culturales, políticas, económicas y sociales muy distintas, cambiantes y distantes, pero han conseguido ser fieles a sus promesas y permanecer en la referencia de un absoluto que no cambiaba cuando cambia el tiempo.

Pronto va a ser el V centenario del nacimiento de esta santa intrépida y renovadora que supo responder a las crisis eclesiales y sociales de su época de un modo aparentemente contracultural y de locura, pero del que seguimos viviendo y bebiendo cinco siglos después. En ese momento cultural, social y político era impensable que una mujer se enfrentara de un modo personal para realizar una reforma de calado estructural, con unas herramientas de mística profunda que tienen su poder en una interioridad del ser humano tocada por el encuentro con la persona de Jesús de Nazaret: desde un enamoramiento imparable en el deseo de la verdad y de la perfección, por el camino de la entrega y de la identidad con los sentimientos del ser amado. Ella sólo pedía a sus monjas que lo mirasen a Él y se dejaran enamorar…

Podemos escuchar estos relatos y pensar que es cierta la obra gigantesca que desarrolló Santa Teresa y la influencia que ha tenido universalmente. Pero, quizá, nos es más difícil ser conscientes de que hoy sigue aconteciendo lo mismo en el interior de jóvenes mujeres de todo el mundo, aunque parezca contracultural.

He pasado unos días en la Universidad de la Mística de Ávila -asentada sobre el carisma de Teresa y Juan de la Cruz-, y allí he visto jóvenes de todas las partes del mundo tocados por este espíritu de la mística de estos españoles, pasando por sus mismos lugares, escuchando su historia, leyendo sus escritos y, sobre todo, dispuestos a vivir la misma experiencia de interioridad y seguimiento del amor absoluto encontrado. Pero hoy prefiero ser testigo de lo que he vivido en el convento de las Carmelitas de Talavera.

Hace años, la comunidad estaba muy viva, pero la edad de las hermanas era muy elevada; las que quedaban eran muy mayores, excepto era María Luisa, la superiora, quien era, sin duda alguna, la más joven e inquieta. La situación era de riesgo para esta historia de siglos de contemplación, oración, trabajo, entrega, virginidad, pobreza y obediencia en ese convento talaverano. A través de D. Antonio Montero, en contacto con las comunidades neocatecumenales, se les propuso que consideraran este convento como lugar de acogida para aquellas jóvenes que, en comunidades del todo el mundo, sentían la llamada a entregarse a la contemplación, abiertas al espíritu de Santa Teresa de Jesús. Así fue como llegaron cuatro chicas jóvenes de Colombia, en silencio y anonimato, para vivir esta experiencia y dejarse llevar de cara a un futuro en un posible compromiso de definitividad en el convento. Ángela, Rosa, Yudis y Vivi son chicas normales, colombianas, con su proceso de estudios superiores vividos, de familias medias. Bautizadas, habían crecido en el sentir cristiano en comunidades neocatecumenales, y se habían mostrado disponibles para vivir con radicalidad el encuentro con un absoluto, dispuestas a ser señales de lo relativo de este mundo, a mostrar que lo definitivo y auténtico viene por caminos insospechados. Ellas saben que hay una pobreza que enriquece, una virginidad que hace fecundas las vidas y una obediencia que genera libertad alrededor. Con su testimonio, nos enseñan que se puede amar con radicalidad en lo anónimo de un convento desde donde se sirve la alegría, la razón de vivir y los motivos para una esperanza que no defrauda.

Desde aquel momento en que llegaron, hace ya cinco años, han pasado su desierto de formación personal, de crecimiento en el conocimiento de ellas mismas, en el trabajo de su equilibrio y madurez afectiva para tal compromiso, la vida de comunidad, el aprendizaje del carisma y la iniciación en la contemplación desnuda, a la liturgia de las horas, a la celebración de los misterios y a la adoración al Dios de la vida, así como a trabajar para vivir y para ser generosas con los pobres, a estudiar para dar razón de su fe y su caminar místico, a conocer a los que han andado estos caminos y son referentes y maestros de sus propios caminos. Para entrar en las moradas de lo divino y vencer fantasmas, para poder sentir el amor más puro y, así, ser señal viva del amor de Dios para todos los hombres.

Desde este proceso, en ese convento escondido, se lanzaban las campanas al vuelo con la profesión solemne de estas cuatro mujeres el día 2 de septiembre. Allí, con la locura de un enamoramiento divino, se oyeron solemnemente los "sí quiero" que, una vez más, mostraban que la riqueza del V centenario de Teresa de Jesús no es que venga el Papa Francisco a Ávila, sino que en conventos sencillos y anónimos como este querido de Talavera, siga habiendo mujeres sencillas, jóvenes y atrevidas que, como ella, saben seguir diciendo, con radicalidad y libertad total, el mismo "sí quiero" que dijo ella hace cinco siglos.

José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz