Romance de la Soledad, poema-oración de Francisco Vaquerizo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Romance de la Soledad, poema-oración de Francisco Vaquerizo
Cuando pasas por mi calle,
Virgen de la Soledad,
con esas manos tan hechas
al perdón y a la bondad,
con esa cara de pena,
ese gesto de orfandad
y ese luto que acompasa
tu agonía maternal,
no te canto una saeta
porque no la sé cantar
pero te rezo una salve
y lo que haya que rezar.
Cuando pasas por mi calle,
Virgen e la Soledad,
se me parte el corazón,
mis ojos se hacen un mar
de lágrimas y, en mis venas,
la ternura y la piedad
son dos ardientes luceros
que no cesan de brillar.
La noche se hace más íntima,
poco a poco, porque está
de luto nuestra Señora
y toda la cristiandad
la acompaña al sentimiento,
como es justo y natural.
Cuando pasas por mi calle,
Virgen de la Soledad,
los pesares de la vida
casi dejan de pesar,
los sueños, que tanto cuentan,
casi dejan de contar,
las ilusiones perdidas
recobran su identidad
porque, a tu sombra bendita,
oh Madre, nada es igual.
Tu pena es tan soberana,
tan honda tu soledad,
tu desamparo tan íntimo
y tu herida tan mortal
que, si mucho nos admira,
nos conduele mucho más.
Cuando pasas por mi calle,
Virgen de la Soledad,
échanos tu bendición
y ayúdanos a llevar
una vida siempre acorde
con tu amor y tu bondad,
bajo la sombra benéfica
de tu amparo maternal.
Que tu paso signifique,
asimismo, un paso más,
un mayor acercamiento,
un abrazo más cordial
entre nosotros y un nuevo
compromiso de ajustar
nuestra vida a la enseñanza
del Maestro celestial.