Santa Teresa de Ávila y San Pedro de Alcántara, por Fidel García Martínez

Santa Teresa de Ávila y San Pedro de Alcántara, por Fidel García Martínez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Entre las innumerables personas de todas las clases sociales desde el Rey Felipe II, pasando por mujeres nobles (Duquesa de Alaba, Princesa de Éboli?) extraordinarios santos (Juan de la Cruz, Juan de Ávila Francisco de Borja..,) teólogos, gentes llanas del pueblo, y un largo etc., casi inacabable, hay dos varones que tuvieron con ella una especial relación, el Padre Gracián de la Madre de Dios, tan grande como marginado; y de quien nos vamos ocupar ahora, el gran extremeño San Pedro de Alcántara de quien estaba prendada por sus virtudes, su sabiduría y por la mucho que la ayudó en los momentos más complicados de sus experiencias místicas.

Nos cuenta en los capítulos 27-39 del Libro de la Vida, cómo confesores y otros personas la asustaban diciendo que todo aquello que experimentaba: arrobamientos, éxtasis, revelaciones no podían ser obra de Dios y la obligaban a que resistiese. Ella, nos dice, que se servía de la Cruz para rechazar aquellas gracias místicas, pero en vano. Nadie la entendía, hasta que llegó San Pedro de Alcántara, de quien dice: "Este santo hombre me dio luz en todo y me lo declaró y dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que espíritu suyo (de Dios) y que si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber, ni que tanto pudiese creer. Él se consolaba mucho conmigo y hacíame todo favor. Túvome gran lástima. Díjome, que uno de los mayores trabajos de la tierra era el que ya había padecido, que es la contradicción de los buenos"

Hablando de la santidad de vida de San Pedro de Alcántara escribe estas estremecedoras expresiones, que para los hombres actuales dominados por la comodidad, el placer y materialismo hedonista resultan poco menos que increíbles por exageradas, pero en Santa Teresa todo es sinceridad y verdad, así es más importante creer a Santa Teresa, que no aquellos cínicos cuya dios es el vientre y sus glorias sus vergüenzas.

Escribe Santa Teresa de San Pedro de Alcántara: "Me dijo este Santo que durante cuarenta años solo había dormido hora y media entre noche y día (?) En los grandes fríos se quitaba la capilla que llevaba y así hacía frente a los duros fríos. Ayunaba mucho y pasaba ocho días sin comer. Su pobreza y mortificación eran extremas. Era muy viejo cuando me vino a ver y tan extrema su flaqueza que parecía hecho de raíces de árboles. Con toda esta santidad era muy afable, tenía una conversación muy sabrosa"

Después de su muerte escribe Santa Teresa: "Díjome el Señor una vez que no le pediría cosa en su nombre que no la oyese. Muchas que le he encomendado pida al Señor, las he visto cumplidas"

Fidel García Martínez, Catedrático Lengua-Literatura, Doctor Filología Románica, Licenciado en Ciencias Eclesiásticas