El Señor de la Justicia

El Señor de la Justicia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Señor de la Justicia

Por José Moreno Losada, sacerdote

Esta tarde ya he podido asistir a la eucaristía que se celebraba en el templo parroquial-catedral de Puyo (Ecuador). El obispo acababa de llegar de Quito y celebraba la misa el sacerdote encargado de la parroquia, porque él ya había celebrado en la mañana.

Allí he estado dando gracias a Dios por esta iglesia de Puyo y por lo que en ella estoy observando en los dos días que llevamos en esta ciudad, hospedados en la casa de la Iglesia del vicariato pastoral de Puyo.

La casa de la iglesia del vicariato es un hervidero de gentes, misioneros y misioneras. Unos están en Puyo ciudad atendiendo parroquias, comunidades, capillas, otros van y vienen desde sus lugares de trabajo pastoral. Se encuentran en la oración dela mañana, desayuno y en el almuerzo. Puntos de encuentro y de conversación que transmite el ánimo de apóstoles incansables que comparten las dificultades y se alivian incluso haciendo chistes de las mismas. Hoy uno que acaba de comenzar a trabajar en una comunidad contaba que habían roto una ventana y que se habían llevado la plata del día anterior domingo, pero que se habían hecho daño y había sangre por allí. Los otros le decían que debería tener más cuidado, dejar una puerta abierta, señales de cuidado, dejarle algo de plata en la mesa, y un botiquín para por si acaso, por aquello del evangelio de que a quien te pida la túnica dale también el manto?y cada uno podía contar una anécdota más significativas y graciosa de los robos vividos, alguno era de Madrid y lo contaba de los barrios pobres de allá, e incluso del aeropuerto madrileño.

Por la tarde hemos estado viendo una exposición sencilla y cuidada de la historia del vicariato pastoral de Puyo, acompañados por una religiosa, nos hemos adentrado en la vida de esta iglesia paso a paso, de un modo didáctico y visual. Trini, mi compañera, ya se está leyendo un libro gordo de la misma, escrita por un obispo, y le está fascinando. Estaría de Dios que nosotros conectáramos con esta realidad. Me da que no va a ser la única ocasión de encuentro y vivencia en estos lares.

Pero lo que me encanta es el sentido de comunidad diocesana, de proyectos pastorales de los que hablan, de los campos específicos en los que se mueven: evangelización, atención a indígenas, pastoral social, proyectos de Cáritas, misiones populares, catequistas, medioambiente?y todo hablando de misión y en salida. El Espíritu de Aparecida y los escritos del Papa Francisco se respiran por todos los lugares y todas las conversaciones. Aquí saben y viven todo eso de la "iglesia en Salida" para llegar hasta los últimos lugares y los últimos en servicios, aunque sea en el riesgo de canoas, de ríos, selva?nada es obstáculo para estar con ellos y junto a ellos, para compartir alegría, esperanza, a la vez que sufrimiento. Hoy nos hablaba una religiosa que llevaba veinticinco años en comunidades de kichwas-canelos, de los niños, de la vida, de la alegría que tienen, su viveza, su gracia, habilidades, la fuerza de las mujeres, sus modos de vida, las caza de los varones, de su caminar con ellos y desde ellos, siendo totalmente feliz en su labor. A la vez que le dolía cuando perdían su identidad por contacto con una realidad tecnológica que les llevaba a avergonzarse de lo que eran y sabían, por comparación con lo urbano al conectar con la ciudad.

El obispo Rafael, Burgalés, que tienen ya su corazón en Puyo, está coordinando la diócesis desde 1999, después de haber llevado muchos años de sacerdote en distintos ámbitos diocesanos desde comunidades alejadas hasta la dirección del Seminario de Puyo en Quito. Se le ve un hombre de vida, en conexión con sus comunidades, con un sentido misionero e implicado en los problemas ecológicos, vitales, de su tierra y sus gentes.

En la Eucaristía hemos estado un grupito de personas, lo propio de una misa diaria, pero los cantos han sido alegres y festejados, musicales y con ritmo, el sacerdote muy atento con los asistentes y con una reflexión cercana y aplicada, sobre las trabas que le ponemos al Señor y que nos impiden responder "al toque", "rapiditos" con un sí de corazón grande.

Al finalizar y desearnos una santa noche, han sido unos ancianitos los que se han acercado a saludar a Trini. La viejita le ha hablado de la misa, de la fe que ella tenía, pero ha querido llevarla hasta una capilla aparte que no se ve fácilmente para que conociera al Señor de la Justicia. Le ha explicado que la gente devota pone allí muchas cosas, exvotos, etc?pero que eso no es lo importante, sino dirigirse a El directamente conversar, compartir con Él, porque así lo ha dicho el padrecito. Ella ha confirmado con rotundidad que el Señor hace justicia, seguro que hace justicia, no nos abandona, nunca nos abandona. Yo he sido testigo y he filmado el momento en que ella nos evangelizaba, con toda su pobreza e indigencia, nos ha proclamado la Justicia del Señor, desde un cuadro donde el Jesús es el Ecce Homo ajusticiado y sufriente. Ahí ella encuentra al Señor de la Justicia que nos salva.

Yo me callo y contemplo como a mí esta realidad de Iglesia, donde están todos ellos, es la que me ha cuidado y acogido en la debilidad para sanarme y fortalecerme. Y en esta Iglesia confirmo la fe de esta sencilla mujer que yo también quisiera tener como ella, para proclamar con su misma fuerza, desde la debilidad, que el Señor, sin duda, hace justicia y nos salva a todos. La llamada de Dios es clara, aquí están los suyos, los que evangelizan de verdad. Lección recibida. Bendito el Señor de la justicia.

José Moreno Losada, sacerdote