Tesis y doctrina del Sermón de la Montaña

Tesis y doctrina del Sermón de la Montaña

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Sermón de la Montaña pronunciado por Jesús de Nazaret se compone de un exordio, de una tesis y de una doctrina. En mis dos anteriores artículos sobre dicho Sermón, en el primer artículo lo he estudiado como el Discurso de la Nueva Evangelización, en el segundo, he expuesto su exordio formado por las celestiales bienaventuranzas y en este tercero expongo su tesis y su doctrina divinas.

Su tesis es: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas, no he venido a abolirla sino a darle su plenitud. Porque si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entraréis en el reino de los Cielos" (Mt. 5, 17 y 20). Es decir, Jesús de Nazaret ha venido a este mundo a perfeccionar la Ley y los Profetas y a condenar la conducta hipócrita de los escribas y fariseos.

Su doctrina versa: Sobre el trato humano, el adulterio, el repudio de la mujer, el perjuro, la violencia, el amor a los enemigos, la limosna, la oración, el ayuno, el uso y utilización del dinero, tesoros y riquezas, la confianza en Dios, Nuestro Padre, el juicio a los demás, la eficacia de la oración, la puerta estrecha del reino de Dios y los falsos profetas. Veamos tema por tema.

Sobre el trato humano nos dice: "Habéis oído que se dijo a los antiguos no matarás, y aquel que mate será reo de juicio, sin embargo yo os digo todo aquel que se encolerice contra su hermano, será procesado. El que llame a su hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el Sanedrín y el que le llame renegado merece la condena de la gehenna del fuego. Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete a reconciliarte con tu hermano, luego vuelve a presentar la ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario mientras vais de camino, no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia y te meta en la cárcel, te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo" (Mt 5, 21-25).

Nos enseña que no solo es delito y pecado el matar a las personas, sino que es también encolerizarse con ellas e insultarlas. Es más, nos aconseja que si alguien se considera ofendido, debemos reconciliarnos con él antes de presentar nuestra ofrenda ante el altar, y ponernos de acuerdo con él, no sea que nos lleve al juez, y este nos meta en la cárcel, porque de aquí no saldremos hasta que paguemos todo lo que debemos.

Sobre el adulterio: "Habéis oído decir no cometerás adulterio, sin embargo yo os digo todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti, más te conviene que uno de tus miembros se pierda que no tu todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtela y arrójala de ti, más te conviene que uno de tus miembros se pierda que no todo tu cuerpo vaya a la gehenna" (Mt 5, 26- 30)

Nos manifiesta que el adulterio no solo es de obra sino que es también de deseo. La expresión: "Si tu ojo o mano derechos son ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti, más te conviene que uno de tus miembros se pierda que no todo tu cuerpo vaya a la gehenna", lugar de perdición, no debemos tomarla en sentido literal, sino en sentido figurativo, poner todo el cuidado posible para no caer en el adulterio.

Sobre el repudio: "Habéis oído decir que el que repudie a su mujer le acta de repudio, sin embargo yo os digo, todo el que repudie a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera, y el que se case con una repudiada comete adulterio" (Mt 5, 31-32). Nos dice que el hombre que repudia a su mujer, salvo en caso de fornicación, la convierte en adultera, y el que se case con ella comete adulterio.

Sobre el perjurio: "Habéis oído tambien que se dijo a los antepasados, no perjurarás, sino que cumplirás con el Señor tus juramentos. Sin embargo, yo os digo, no juréis en modo alguno ni por el cielo porque es el trono de Dios, ni por la tierra porque es el escabel de sus pies, ni por Jerusalén que es la ciudad del gran Rey, ni tampoco por tu cabeza porque ni uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje sí, sí o no, no. Lo que pasa de aquí viene del maligno" (Mt 5, 33-37). Nos Prohibe toda clase de juramentos y nos manda decir sí y no.

Sobre la violencia: "Habéis que se dijo, oído ojo por ojo, diente por diente, sin embargo yo os digo, no resistáis al mal, antes al contrario, al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele la izquierda. Al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale tambien el manto. Al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida, dale, y al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espalda" Mt 5, 38-42)

Desaprueba la Ley Mosaica "de ojo por ojo, diente por diente" para defenderse de los enemigos, y por el contrario, nos manda no resistir al mal y hacer el todo bien posible a quien te hace mal y al que te pide. Es decir, devolver bien por mal.

Sobre los enemigos: "Habéis oído decir que se dijo, amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, sin embargo, yo os digo amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos; porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?, hacen esto mismo tambien los publícanos, y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular?, ¿ no hacen eso mismo tambien los gentiles?. Vosotros, pues, sed perfecto como es perfecto vuestro Padre celestial". (Mt 5, 43-48)

La Ley Mosaica llama prójimo a los ciudadanos del pueblo de Israel, a los que hay que amar, y enemigos a los pueblos paganos, pero Jesús nos manda amar no sólo a las personas del pueblo de Israel, sino también a las personas de todos pueblos, sea cual sea, su nacionalidad, religión o condición humana. Amor universal al ser humano

Sobre la limosna: "Cuando hagas limosna no la vayas divulgando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles con el fin de ser honrados por los hombres, en verdad os digo que ya recibieron su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6, 1-4). Es decir, cuando hagamos limosna nos manda no hacerla en público, como hacen los hipócritas para ser vistos, sino en secreto para que Dios Padre nos recompense.

Sobre la oración: "Cuando oréis no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos por los hombres, en verdad os digo que ya recibieron su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí y que ve todo en los secreto, te recompensará. Al orar, no hagáis como los gentiles que se figuran que por su mucha palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre celestial sabe lo que necesitas antes de pedírselo"

"Vosotros, pues, orad así, Padre nuestro que está en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan de cada día dánosle hoy y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no dejes caer en la tentación, más líbranos del mal Porque si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas". (Mt 6, 5-13)

Nos manda hacer la oración en secreto y no en lugares para ser vistos cómo los hipócritas hacen en las plazas y en las sinagogas, a fin de que Dios Padre que nos ve nos recompense; y nos da el modelo de hacer oración, el Padre Nuestro, la más hermosa y eficaz oración de cuantas podemos dirigir a Dios Padre para que nos perdone nuestros pecados y nos atienda.

Sobre el ayuno: "Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan, en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará". (Mt 6, 16-18) Nos manda, cuando ayunemos, no estar tristes como los hipócritas que lo hacen para ser vistos por los hombres, sino que debemos estar alegres con la cabeza perfumada y con el rostro lavado para Dios nos vea y nos lo recompense.

Sobre el dinero, tesoros y riquezas dice: "No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen y ladrones que agujerean y roban; amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay ni polilla ni herrumbre, ni los ladrones socaven y roben, porque donde está tu tesoro, allí esta tu corazón. Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amarará a otro, o bien se entregará a uno y despreciará a otro. No podéis serví a dos señores, porque amará a uno y despreciará a otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6, 19-14).

Nos aconseja no amontonar dinero y riquezas en este mundo porque perecen o las roban, y no servir a dos señores, uno, el dinero y las riquezas, y el otro, Dios Padre, porque o amamos a uno y odiamos al otro. No debemos servir al dinero y a las riquezas cómo si fuesen señores, sino que debemos utilizarlos como medios para servir y amar a Dios, como único señor.

Sobre la confianza en Dios Padre: "Por eso os digo: no andéis preocupados por vuestra vida, que comeréis, ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo no siembran ni cosechan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿,quien de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de la vida."

"Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad a los lirios del campo, cómo crecen, ni se fatigan, ni hilan; pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si la hierba del campo que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará más con vosotros, hombres de poca fe?"

"No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, o ¿con qué vamos a vestirnos?, pues todas esas cosas se afanan los gentiles. Vuestro Padre celestial sabe bien lo que necesitáis. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana, el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal" (Mt. 6, 25-34)

Debemos, pues, poner nuestra confianza en Dios Nuestro Padre, buscando primero su amor y de justicia, y nos dará gratuitamente todo lo demás: La vida, la salud, la paz, la comida y el vestido, porque si mira y cuida de las aves y lirios del campo, con más razón nos mirará y cuidará a nosotros que somos sus hijos.

Sobre los juicios a los demás. "No juzguéis y no seréis juzgados, porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados y con la medida con que midáis, os medirán. ¿Cómo miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿Cómo vas a decir a tu hermano: deja que te saque la brizna de tu ojo, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano" (Mt 7, 1-5)

Para juzgar a los demás, debemos estar limpios moralmente de todo pecado y legalmente de todo delito y falta. Ahora bien, ¿quién en este mundo está limpio de pecados, delitos y faltas? De ahí, que no debemos juzgar a nadie. A los que acusaban a la adúltera de pecado, Jesús les dice: "El que está limpio de pecado que lance la primera piedra. Ninguno la lanzó, callaron y se marcharon".

Sobre el poder y la eficacia de la oración: "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. ¿O acoso hay alguno entre vosotros, que al hijo que le pide pan, le da una piedra, o si le pide un pez, le de una culebra? Si, pues, si vosotros siendo malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuanto más vuestro Padre celestial que está en los cielos dará cosas buenas a los a los que se las pidan? Así, pues, todo lo que queráis que la gente os haga a vosotros, hacerlo vosotros a ella, porque esto es la Ley los Profetas" (Mt. 7, 7-12).

La oración tiene un gran poder y una gran eficacia ante Dios Padre. Si Dios Padre no nos concede lo que le pedimos, según san Agustín, es: "Porque o bien le pedimos cosas malas, o se las pedimos malamente o somos malos". Además de la oración de súplica, hay la oración de acción de gracias a Dios Padre por sus beneficios dados a cada uno de nosotros. Por otra parte, es una regla de oro human que es: Si queremos recibir el bien de los demás, debemos también hacérselo a ellos.

Sobre la puerta estrecha: "Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y angosto es el camino que lleva a la vida! Y que pocos dan con ellos" (Mt. 7, 13-14), San Juan escribe: "Yo (Jesús) es la puerta y el que entre por ella se salvará y hallará pasto" (Jn. 10,9).

Entran por la puerta y el camino estrecho los que aceptan y cumplen la doctrina programática del Sermón de la Montaña y estos son pocos, sin embargo son muchos los que entran por la puerta y espacio ancho que lleva a la perdición a no aceptar ni cumplir dicha doctrina. No obstante, debemos decir que lo es imposible para el hombre, es posible para Dios, Nuestro Padre, que aunque es justo, es bueno, misericordioso y compasivo.

Sobre los falsos profetas: "Guardaos de los falsos profetas, que viene a vosotros disfrazados de piel de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por los frutos los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de las espinas o higos de los abrojos? Así cómo todo árbol bueno da frutos buenos, así el árbol malo da frutos malos. No puede el árbol bueno dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no produzca frutos buenos se corta y se arroja al fuego. Es decir, que por los frutos los conoceréis" (Mt 7, 15-20). Nos enseña a conocer a las personas falsas y verdaderas por sus frutos, es decir, por sus obras buenas o malas, y nos advierte de que debemos guardemos de las falsas personas.

Jesús de Nazaret concluye diciendo: "No todo el que dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirá aquel día, Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios e hicimos muchos milagros? Entonces les diré, nunca os conocí. Apartaos de mí que habéis obrado la iniquidad. Así, pues, el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca, cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, pero la casa no cayo porque estaba cimentada sobre roca. Pero el que escucha estas palabras mía y no las pone en práctica se parece al hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue muy grande" (Mt. 7, 21-27).

Finalmente nos enseña que para entrar en el Reino de Dios o de los Cielos nos basta con escuchar la doctrina del Sermón de la Montaña, sino que es necesario hacer la voluntad de Dios Padre que consiste en poner en obrar la doctrina del Sermón de la Montaña, llamado, el Discurso de la Nueva Evangelización. De este modo, construimos nuestra casa sobre roca que resiste toda clase vientos y vendavales de la vida.

"Al terminar Jesús este Discurso, la gente quedó admirada de su doctrina, porque enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas" (Mt 7. 28-29). Del mismo modo que, cuantas personas han leído el Sermón de la Montaña y han meditado sobre él a través de la historia han quedado admiradas de dicha doctrina celestial y de la autoridad divina de su autor, Jesús de Nazaret, así mismo quedarán cuantas personas, hoy día, lo lean y mediten sobre él.

José Barros Guede

A Coruña, abril 11 del 2013.