¿Una Navidad sin mitos?, por Manuel Sánchez Monge
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Nos empeñamos en afirmar que ya no necesitamos ni mitos ni ritos. Pero es mentira. Pretendemos convertir la Navidad en unas simples "fiestas", sin más, olvidando su esencia y su origen. Por eso tanta gente ya solo desea "felices fiestas" sin añadir de Navidad. Aluden, si fuera preciso, a que la Navidad es de alguna manera el bautizo de la fiesta pagana del Sol naciente. Pero, aunque el progreso tecnológico es evidente, la pandemia que padecemos ha puesto sobre el tapete nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad. Y la humanidad, entre temerosa y desencantada, se pregunta: ¿Por qué la enfermedad?, ¿por qué la muerte? y ¿por qué un Niño nacido hace más de dos mil años sigue dividiendo la historia en dos: antes de Cristo y después de Cristo?
Últimamente se ha despertado un gran interés por los mitos y los ritos como elementos indispensables para una vida realmente humana. Porque el mito no se opone a la verdad, ni debe ser confundido con las fábulas. No es puro invento de una imaginación enloquecida ni pertenece al ámbito de lo puramente poético. Hoy se admite comúnmente el mito como un medio no discursivo y simbólico de conocimiento. Y como categoría valiosa para interpretar el mundo y el destino humano, que, por lo demás, es compatible con el proceso irreversible de racionalización que supone el avance de la civilización.
El mito se concibe como un camino para conocer la realidad diferente del científico y racional, pero no opuesto a ellos. La capacidad de crear mitos es algo innato en la mente humana. Por medio de los mitos se establecen puentes con la realidad del mundo. El mito expresa cuestiones básicas e ineludibles de la existencia humana, procedentes de la experiencia y que buscan una explicación. El mito quiere expresar la verdad describiendo la realidad más allá de los meros hechos, y explica los acontecimientos mediante el retorno a su realidad primigenia, que es al mismo tiempo una realidad arquetípica. El mito guarda, como es lógico, una estrecha relación con la llamada religión natural.
Ahora bien, todo lo que es más específico del cristianismo se diferencia, sin embargo, del mito. El mito busca la justificación de los acontecimientos históricos y realidades humanas fuera de la historia, en una "realidad" primordial o arquetípica, que es producto de la mente humana. La fe cristiana, por el contrario, sitúa ese acontecimiento o realidad fundante dentro de la historia misma, o en una relación estrecha y directa con ella. Dios se hace hombre metiéndose en la historia y no fuera de ella. El mito elimina, de otro lado, la contingencia del hecho histórico, al hacerlo un reflejo o repetición del arquetipo. La fe cristiana, en cambio, mantiene la contingencia de la historia y de los hechos que la componen, pero habla de unos misterios, ocurridos no cíclicamente sino una sola vez: el nacimiento del Hijo de Dios ha ocurrido una vez en la historia y no se repetirá. Por eso la historia de la salvación no se repite pero mantiene su eficacia salvadora a lo largo del tiempo.
Stefan Zweig al final de su poema dramático "Jeremías" no duda en afirmar: "¡No se puede vencer lo Invisible! Se puede matar a los hombres, pero no al Dios que vive dentro de ellos. Se puede dominar a un pueblo, pero jamás su espíritu".
Manuel Sánchez Monge
Obispo de Santander
(Publicado en el Diario ALERTA 27.12.2020)