Santa María de la Palabra, Virgen de la escucha y de la plegaria, por Jesús de las Heras Muela

Santa María de la Palabra, Virgen de la escucha y de la plegaria, por Jesús de las Heras Muela

Jesús de las Heras

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Si a lo largo de la historia, tantos y tantos cristianos han sobresalido en su vivencia de la Palabra de Dios, sin duda alguna, que entre todos ellos sobresale María de Nazaret, la Santísima Virgen María, la Madre de la Palabra hecha carne. Parafraseando a su Hijo Jesús, bien podemos decir "dichosos quienes, como María, escuchan la Palabra de Dios y la cumplen". Ella es la Madre de la Palabra, la Virgen de la escucha, el Modelo de la fidelidad a las Sagradas Escrituras y la prueba de su fecundidad y de su amor.

Inmaculada desde su concepción, María vivió inserta y absorta en la Palabra Dios, en su escucha y en su acogida. Conservaba y meditaba en su corazón todo lo que había visto y oído, permaneciendo siempre fiel porque creyó en la Palabra: "Dichosa, tú, María, que es ha creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".

Solo Desde la escucha orante y atenta de la Palabra de Dios fueron posibles su "sí" en la Encarnación y posterior visita de caridad a su prima Santa Isabel. Solo porque se fió de esta Palabra, la misma Palabra floreció en sus entrañas y germinó en el Hijo de Dios e Hijo suyo, Jesucristo nuestro Señor. Solo desde la confianza y la espera en el Dios de la Palabra, María recorrió los valles oscuros de su vida como la huida a Egipto, las palabras del anciano Simeón -que le anunciaba que un espada de dolor atravesaría su alma- y la escena de la perdida y hallazgo de su Hijo, todavía Niño, en el templo.

Y María siguió en la escuela de la Palabra durante los largos, cotidianos y anodinos años de la vida oculta de Jesús, recreando en su corazón aquellas palabras de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad y de la Presentación. En el silencio de aquellos interminables años, María siguió sintiendo y experimentado que Dios habla en soledad sonora y fecunda en el silencio, en la cotidianeidad y en la prueba.

Y María se convirtió, desde el tamiz de la Palabra, en la primera anunciadora e intercesora de su Hijo en las bodas de Caná cuando, por su mediación, se obró el milagro de la transformación del agua vino mediante aquel su "Haced lo que El diga".

María fue presentada por Jesús como modelo de aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen y que, por ello, se convierten también en su nueva familia.

Fiel a la Palabra, María acompañó a su Hijo en las horas más amargas del Vía Crucis y del Calvario, donde fue entregada al apóstol San Juan como Madre de la Iglesia, la nueva humanidad. Y a pie de la cruz y del descendimiento más doloroso permaneció María con el cuerpo muerto de su Hijo entre sus manos en plegaria viva y lacerada de esperanza. Y en una nueva escucha de la Palabra, tras la Resurrección de Cristo, María guió y acompañó a los apóstoles en Pentecostés.

Y sin duda, meditando todas estas cosas en su corazón, María fue hallada en el crepúsculo por el arcángel Gabriel, quien, en aquella hora de la tarde y del fin de labores, le reclamaba, de nuevo, el "sí" ya definitivo para su Asunción.

Por ello, por todo ello, Santa María de la Palabra, Virgen de la Escucha y de la Plegaria, ruega por nosotros.