Todos los discursos de la JMJ 2011 Madrid, un año después (4): Discurso del Rey de España, Juan Carlos I, en la llegada del Papa Benedicto XVI a España (18-8-2011)
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Luz para superar la actual crisis de valores
Una vez más Vuestra estancia en nuestra tierra -en la que deseamos que Os sintáis como en Vuestra propia casa- está llena de significación y alcance.
Conocemos Vuestra ilusión por venir a Madrid -una de las capitales europeas más abiertas y hospitalarias- para reuniros con jóvenes de todo el Planeta y hacerles llegar la fuerza de Vuestra palabra.
Cientos de miles de chicos y de chicas, venidos del resto de las tierras españolas y del mundo entero, Os esperan con entusiasmo para celebrar la Vigésimo Sexta Jornada Mundial de la Juventud, y acercarse a la hondura de Vuestro pensamiento.
Sabemos que, con esta convocatoria, la Iglesia viene expresando desde hace años su voluntad de cercanía y apoyo a la juventud. Una juventud que busca colmar sus legítimas aspiraciones en este mundo complejo e interdependiente.
Dedicamos un emocionado recuerdo a la gran figura inspiradora de esta iniciativa, Su Santidad el Papa Juan Pablo II, que también realizó su tercer Viaje a España para presidir en 1989 la memorable Cuarta Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela.
Santo Padre, por segunda vez esta Jornada vuelve a España, en donde tantos jóvenes, familias e instituciones reciben con los brazos abiertos a cuantos nos visitan desde los más variados rincones de la Tierra.
Muchos han llegado tras un largo viaje para dar testimonio de su ambición por lograr un mundo mejor en un clima de amistad.
En España encontrarán un país abierto al mundo por historia, lengua y cultura; una gran Nación democrática, antigua y diversa, amante de la paz, la libertad y la justicia.
Como ya quise destacar con ocasión de Vuestra despedida en Barcelona, "la aportación artística, cultural y religiosa del Cristianismo resulta clave para entender la personalidad histórica de España".
Esta España comprometida con Europa, de profunda vocación iberoamericana y mediterránea, es al mismo tiempo una Nación con una juventud solidaria como bien lo refleja su participación, entre otros ámbitos, en la Cooperación al Desarrollo o en las operaciones internacionales de mantenimiento de la paz.
Por ese sentido profundo de la solidaridad, por su compromiso social y por su afán de superación personal, la juventud española -la mejor formada de nuestra Historia- nos inspira sentimientos de orgullo y de confianza en el porvenir.
Santo Padre, desde la Primera Jornada Mundial de la Juventud se han producido indudables transformaciones para la vida de los hombres y en la escena internacional.
Junto a avances, descubrimientos y nuevas oportunidades, persisten sin embargo la pobreza, las enfermedades, o los ataques a los derechos humanos y a la dignidad de las personas; y sobre todo, el dolor provocado por las guerras y por el inaceptable flagelo del terrorismo.
Al iniciarse esta Jornada Mundial no podemos dejar de recordar muy especialmente a tantos niños y jóvenes víctimas de la violencia, que están hoy particularmente presentes en nuestros corazones.
Santidad, cuantos han venido a Madrid aguardan Vuestro reconocido magisterio de paz, caridad y justicia, para encauzar sus vidas, afrontar con éxito los desafíos actuales y construir una sociedad mejor.
No son estos tiempos fáciles para una juventud tantas veces frustrada por falta de horizontes personales y laborales, y que se rebela ante los graves problemas que aquejan al ser humano y al mundo de hoy.
En el trasfondo de todo ello se percibe una profunda crisis de valores. Los jóvenes necesitan no sólo oportunidades, sino también la ejemplaridad de sus mayores; no sólo razones, sino actitudes que motiven, llenen e impulsen su existencia y alienten su esperanza.
Como ha afirmado Vuestra Santidad en el Mensaje para esta Jornada Mundial "Sentir el anhelo de lo que es realmente grande, forma parte del ser joven".
No podemos defraudar a los jóvenes en su legítimo anhelo de hacer realidad sus sueños. Sus aspiraciones y problemas deben ser nuestras primeras prioridades. En ello nos va su propio porvenir que es también el de toda la sociedad.
Es hora de redoblarles nuestro apoyo; de aportarles todos los medios disponibles para que logren abrirse camino; de acabar con el intolerable paro juvenil; y de animarles a tomar la antorcha de los valores que hacen grande a la Humanidad.
Confiamos en Vuestro aliento, Santo Padre, no solo para animar a los jóvenes de España y del mundo entero a seguir creciendo en valores, sino para sensibilizar a nuestras sociedades sobre la necesidad de respaldarles en sus proyectos e ilusiones.
Os reitero la más afectuosa y cordial bienvenida en nombre de la Reina y en el mío propio, así como en nombre del pueblo español y de todas sus instituciones.
Os deseamos, Santidad, una muy feliz y fructífera estancia entre nosotros, esta vez en la histórica y bella ciudad de Madrid y en la dinámica Comunidad Autónoma de Madrid.
Muchas gracias, Santidad, por visitarnos de nuevo.