Agustín J. Barreiro Martínez, OSA

Este naturalista y fraile agustino español, misionero en Filipinas, falleció en 1936, anciano, refugiado en la Embajada de Noruega, perseguido por el Frente Popular

Agustín J. Barreiro Martínez, OSA

Alfonso V. Carrascosa

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La lista de personas que el Frente Popular eliminó del panorama científico de la Edad de Plata sigue aumentando. Le toca ahora a fray Agustín Jesús Barreiro Martínez OSA (Orden de san Agustín) (1865-1937). Su logro más recordado fue el de escribir la primera historia del Museo Nacional de Ciencias Naturales, que precisamente este 2022 celebra el 250 aniversario de su fundación.

El insigne geólogo Eduardo Hernández Pacheco, conservador y católico como fray Agustín, que se evadió junto a un buen número de estudiantes a su cargo de la España del Frente Popular, fue el encargado de publicar dicha obra, ya que al autor le encontró la muerte en su huída, en un momento en el que se encontraba agotado y refugiado en la Embajada de Noruega del Madrid del Frente Popular, donde no paraban de suceder cosas como las que el propio embajador Félix Schlayer se encargó de narrar.

También escribió grandes elogios sobre el tristemente fallecido fraile en injustísimas circunstancias otro grande de las ciencias naturales españolas, el padre de Atapuerca, Emiliano Aguirre, también científico católico, como la práctica totalidad de los que han sido a lo largo de la historia de España.

La venerable y científica ancianidad de fray Agustín no fue respetada ni aún habiendo sido elogiado, no por los científicos católicos mencionados, sino por Ignacio Bolívar, que pronunció la contestación a su discurso de toma de posesión del sillón como académico de la Real de Ciencias en 1928, condición que nuestro querido agustino disfrutó.

Los pormenores sobre los últimos días de la vida de tan ilustre personaje los he conocido gracias a la documentación que me ha facilitado el historiador José Manuel Ezpeleta, extraída de su magnífico archivo, construido en torno a los crímenes del Frente Popular a partir de varios archivos estatales (Causa General, etc.).

Según consta en la documentación facilitada por Ezpeleta, «el padre Agustín murió de muerte natural, pero merece consignarse esta muerte muerte repentina acaecida en la Embajada de Noruega, dónde se había refugiado después de mil penalidades. Esa muerte fue exclusivamente debida a las amarguras que hubo de padecer en una continua lucha entre persecuciones y escaseces, pudiendo considerarsele como una víctima más de la saña de la revolución». En el mismo documento, firmado el 17 de enero de 1942 por el superior de la residencia de los Padres Agustinos, en Goya 87 de Madrid, don Pablo Perea, se indica además que Agustín Barreiro era académico de la Real de Ciencias y por lo tanto personaje conocido y público relacionado con la investigación científica, lo cual no le sirvió de nada, prueba fehaciente de cómo estos «progres» respetaban la ciencia.

Una vida entre España y Filipinas

Nació fray Agustín en Casa Barreiro, de Cibuyu (Cangas del Narcea), en 1865, según puntualiza Juaco López Álvarez. Siendo el mayor de cinco hermanos, con una tía monja y un tío canónigo, marchó con 15 años a Valladolid al Colegio de Agustinos Filipinos, donde se ordenó en 1882. Terminó sus estudios teológicos en La Vid (Burgos) y El Escorial, partiendo como misionero a Filipinas en 1889. Allí fue donde,destinado en la provincia de Pampanga, parece ser se aficionó al estudio de las ciencias naturales y la antropología, ante la exorbitante naturaleza, aprendiendo la lengua nativa.

Tras pasar por las parroquias de Candaba, San Luis, San Fernando y San Simón, volvió a España en 1894, para dedicarse a la enseñanza de las ciencias naturales en colegios de agustinos. Para ello estudió el bachillerato en el instituto de Valladolid y la carrera de Ciencias Físico-Naturales en la Universidad de Salamanca, obteniendo la licenciatura en la Universidad Central de Madrid en 1902 y doctorándose en esta misma universidad en 1909 con la tesis: Estudio psicológico y antropológico de la raza malayo-filipina desde el punto de vista de su lenguaje.

El mismo 1902 fue enviado a Uclés para fundar un colegio, del cual fue su primer director hasta 1905, año en que regresó a las aulas de Valladolid para enseñar a los estudiantes agustinos. En la Orden obtuvo, después de la debida oposición, el título de regente (1906) y maestro (1911). Su labor docente fue pronto reconocida y ya en 1907 recibió el diploma de socio honorario de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales. Además, el Ministerio de Fomento le nombró catedrático auxiliar de la Universidad de Valladolid, donde dictó clases de Física e Historia Natural. En 1909 se laureó como doctor en Ciencias Físicas y Naturales. Impartió clases en la Universidad de Valladolid como auxiliar de cátedra. En 1914, por problemas de salud, abandonó la enseñanza y se trasladó a Madrid, donde se dedicaría plenamente a la investigación. En plena Edad de Plata fue cuando desarrolló su actividad científica y docente, de todos conocida, y como Cajal no tuvo nada que ver con la Institución Libre de Enseñanza, motivo por el cual apenas si es conocido y se le recuerda, y menos con constructos ideológicos como la «memoria histórica».

Tras hacer sus pinitos en zoología de invertebrados y antropología, se volcó en el estudio de la historia de las expediciones científicas españolas en América, Extremo Oriente y África, sobre todo en los siglos XVIII y XIX, y en los científicos que en ellas habían participado. Él fue quien abrió el melón histórico de cuya estela han vivido mucho historiadores «progres» de la ciencia. Su gran obra en este ámbito fue la Historia de la Comisión Científica del Pacífico (1862 a 1865), editada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Junta para Ampliación de Estudios de Investigaciones Científicas en 1926, y la publicación en 1928 del diario de esta expedición, escrito por Marcos Jiménez de la Espada.

No escatimó comentarios a los aspectos católicos de dicha expedición, que ya he reseñado con anterioridad al hablar de Juan Isern o de Francisco de Paula Martínez. Otra de sus grandes obras fue, como ya hemos mencionado, la Historia del Museo Nacional de Ciencias Naturales que conmemora ahora su 250 aniversario sin apenas hacer mención a fray Agustín. Su trayectoria historiográfica le convierten en auténtico pionero en historia de la ciencia en España, siendo esto tan reconocido ya en vida de fray Agustín que hasta Francisco Vera (1888-1967), «republicano, masón y teósofo», en un artículo sobre La enseñanza de la historia de las ciencias en España, publicado en 1932, destacaba solo a cinco personas, entre las cuales incluía a Barreiro y a otros profesores universitarios, por cierto todos ellos católicos convencidos, como José M. Millás Vallicrosa y Francisco Cantera, de Madrid y Salamanca, respectivamente, en las ciencias exactas y físico-químicas, y Francisco de las Barras junto con fray Agustín en las naturales, «… quienes allegan meritísimos materiales para el conocimiento de la historia de la Ciencia española» (Archeion, XIV, págs. 91-93). El otro sería el científico también católico Celso Arévalo.

Numerosos reconocimientos

Además de sus publicaciones, Barreiro dio muchas conferencias por toda la geografía española sobre los naturalistas que él estudiaba, es decir, divulgó el conocimiento por él producido, dado que evidentemente querer aumentar el nivel cultural del gran público no se conseguía sólo con publicar libros ni en revistas especializadas que leen cuatro. Llegó a ser tan conocido y considerado que no solo desmiente que la Edad de Plata sólo la construyesen científicos ajenos a la Iglesia, sino que hacen de todo punto inexplicable el trato que le dispensaron supuestos progres, que le persiguieron hasta provocarle la muerte.

La Real Academia de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, lo eligió como miembro de número en 1927, nombramiento que salió en todos los periódicos, en parte por ser el primer religioso que entraba en esta academia fundada en 1847. Su discurso de ingreso trató sobre su amada Filipinas y el papel de los españoles en su conocimiento y fue titulado Características de la fauna y de la flora filipinas y labor española en el estudio de las mismas.

Fue además socio fundador de la Sociedad Española de Antropología, Prehistoria y Etnografía, creada en 1921, en la que fue elegido presidente en 1926; miembro de la Real Sociedad Geográfica Española y de la Sociedad Española de Historia Natural, y fundador y presidente de la Asociación de Historiadores de la Ciencia Española, fundada en 1934.

El padre Barreiro falleció en Madrid el 25 de marzo de 1937, durante la Guerra Civil, refugiado en la Embajada de Noruega y por los motivos comentados al principio. Tenía 72 años de edad.

Bibliografía

Barreiro Martínez, Agustín Jesús. Oviedo (Asturias), 22.XI.1865 – Madrid, 25.III.1937. Agustino (OSA), antropólogo y botánico. Diccionario Biográfico Español RAH. Jesús Álvarez Fernández OSA

Juaco López Álvarez, pinchando en este enlace