Antonio Parra y Callado

Este portugués autodidacta escribió el primer libro científico de Cuba, en el que hablaba de Dios Creador y de la Creación, en medio de maravillosos dibujos de peces

Antonio Parra Callado

Alfonso V. Carrascosa

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Se sabe que Antonio Parra y Callado nació en Tavira (Portugal) el 25 de junio de1739, sin embargo, se desconce la fecha y el lugar de defunción, que se indica ocurriría ya en el siglo XIX. Este naturalista autodidacta fue marino en su juventud y estuvo enrolado como soldado español en el Regimiento de Infantería de Mallorca.

Viajó a Cuba en 1763 con las tropas españolas tras el Tratado de Versalles, gracias al que los ingleses devolvieron a los españoles La Habana a cambio de La Florida. Pronto abandonó el ejército y contrajo matrimonio, y tuvo varios hijos. Al llegar a Cuba quedó impresionado por la belleza de la isla caribeña, y se dedicó a recoger especies animales marinas que encontraba en la playa o pescaba, sobre todo peces, que disecaba con un método de su invención (según él mismo expresa) que consistía en vaciarlas, dar color y barnizar, y colocándolas en bases y muebles de maderas preciosas de Cuba, con lo cual formó un gabinete de historia natural que abrió al público en su casa de La Habana Vieja. Exhibió en ella, además, animales vivos, entre ellos monos y caimanes. Fue el primer Gabinete de Historia Natural de Cuba y acaso de América.

De su labor llegaron noticias a José Clavijo, científico católico del que ya hemos hablado en ECCLESIA, a la sazón director del Gabinete de Historia Natural de Madrid, quien le propuso al rey que le comprase la colección. Parra viajó en 1788 a Madrid con algunas de sus muestras y un libro que, a modo de catálogo de sus colecciones, había publicado en La Habana un año antes, en el que se describían por primera vez, sin utilizar nombres científicos, animales fundamentalmente peces.

Su trabajo, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales

Los expositores y los muebles de madera de Parra con sus animales fueron comprados por Carlos III, y adquiridos por su sucesor Carlos IV, para el Gabinete de Madrid, actual Museo Nacional de Ciencias Naturales ( MNCN) donde fueron depositados por Parra en 1793, cuando viajó a España con toda su familia, lamentablemente tres años después de la muerte de Pedro Franco Dávila, director fundador del Real Gabinete, científico también católico ferviente fundador del actual MNCN, a quien había prometido enviarla.

También trajo semillas y plantas cubanas vivas recolectadas por él mismo en su etapa botánica entre 1790 y 1792, para aclimatarlas en el Jardín Botánico de la capital de España, hoy Real Jardín Botánico (RJB) —que lo nombró miembro corresponsal—, y en el de Aranjuez, hoy inexistente.

Se dice que durante varios años intentó obtener un puesto de naturalista para él y dos de sus hijos en Madrid, o un terreno gratis en La Habana para dedicarse a la agricultura, pero ambas cosas le fueron negadas. Después de esto, nada más se sabe de su existencia. En cuanto a sus obras, fueron básicamente dos: Descripción de diferentes piezas de historia natural, las más del ramo marítimo, representadas en setenta y cinco láminas ,(La Habana, Imprenta de la Capitanía General, 1787) y Discurso sobre los medios de connaturalizar en España los cedros de la Havana, y otros árboles, así de construcción, como de maderas curiosas y frutales (Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1799).

Para la primera de estas obras uno de sus hijos, de 16 años, hizo en cobre los 75 grabados de las láminas, y coloreó los excelentes dibujos de Parra, llevando una tarea de ciencia en familia tan característica y repetida a lo largo de los siglos en la Iglesia Católica. El libro causó sensación ya en la época, saliendo en el Papel Periódico de la Habana , periódico que divulgó en diversas ocasiones la minuciosa obra del portugués, que ya comenzaba a ser mencionado con orgullo nacional en 1791, 1792 exhortando al público para que cooperase con producciones relativas a la industria, el comercio, la agricultura, el arte y la ciencia.

El eminente científico Felipe Poey (1799-1891) nunca dejó de reconocer en sus obras la labor de Parra como precursor de su propio trabajo e, incluso, le dedicó varias especies, como lo confirman los casos de la Monocanthus parraianus y la Exocoetus parrae; el geógrafo Andrés Poey (1825-1919) la homenajeaba como la más antigua obra de ciencia publicada en Cuba; para el prestigioso escritor y crítico literario Domingo del Monte (1804-1853) el libro en cuestión era el primero de alguna importancia publicado en La Habana. Esta obra fue muy comentada en los siglos XIX y XX, y citada Histoire Naturelle des Poissons de los célebres sabios franceses G. Cuvier (1769-1832) y M. Valenciennes (1794-1865), en el que se refieren al catálogo como “infinitamente más valioso” a causa de las figuras con que fue enriquecido, y señalan que ésta es una de las obras más útiles al conocimiento de los peces del Golfo de México, no tanto por el texto como por las figuras “muy exactas en las cuales están representados”. Ambos sabios fijaron nombres científicos para los peces de Parra.

Quien visite en la actualidad el MNCN de Madrid, que este 2022 conmemora el 250 aniversario de su fundación por científicos católicos, se encontrará como «pieza del mes» de Octubre 2022 con un ejemplar de esponja del Caribe que llegó a Madrid en el siglo XVIII, una de las colectadas por Parra, de la especie Aplysina lacunosa (Lamarck, 1814) de la actual Colección de Invertebrados del MNCN. Se trata de una esponja que crece en las paredes de los arrecifes coralinos del Caribe, con colonias de coloración rojiza o pardusca caracterizadas por adoptar una forma tubular o semejante a un barril, en cuyos extractos acuosos de sus tejidos se han detectado diversos compuestos de gran actividad antimicrobiana, como polifenoles, alcaloides y taninos, lo que la convierte en una fuente de compuestos bioactivos para el posible desarrollo de fármacos.

Ciencia y fe

Parra desarrolló su obra en un momento en que la sociedad estaba totalmente sumergida en la fe católica, y no por ello dejó de progresar la ciencia. Solo el anuncio del Evangelio superó en el Caribe la promoción cultural, siendo ya en sí misma la evangelización la propagación de cultura. La intensidad de la propagación de la cultura y la academia no fue menor en El Caribe por parte de la Iglesia Católica española que en otros puntos de América, contribuyó a la fundación de universidades e instituciones diversas.

Además, como queda perfectamente reflejado en la obra El naturalista portugués Antonio Parra. Su obra científica, (2016) de Armando García González, Antonio Parra fue un hombre religioso, y señala alusiones directas en el texto a este hecho cuando por ejemplo dice «De lo que debe admirarse más, más la Sabiduría del Supremo Autor. Y respecto á que es indubitable que el alimento sea hierva y tierra, se dexa percibir mas y más lo diversos medios que favorecen al Criador para que se executen las funciones animales…”

García González asevera en su obra que Antonio Parra proclama a Dios como creador de todas las especies, de sus órganos y estructuras, y aún de la naturaleza y las ciencias, algo consatable en el párrafo anterior y en otros como en los que se refiere a la armonía y funciones de los erizos de mar, o cuando trata de las estructuras bucales y la “ausencia” de escamas de algunos peces.

Para terminar, y como prueba de su sensibilidad evangélica es el detalle de que la obra culmina con dibujos de un negro nacido en el Congo, Domingo Fernández, de 32 años, en los que se describen detalladamente las características de la hernia sarcocele esférica que padece, y finaliza esa parte expresando: “Actualmente se mantiene de pedir limosna; por cuyo motivo son raros, en esta Ciudad de La Habana, los que no sean testigos oculares de este fenómeno raro de la naturaleza, y los que no se muevan a admiración, y compasión al ver una mole tan considerable”.

CONTRA FACTUM NON VALET ARGUMENTUM