Fernando de Magallanes
Marino portugués experto en astronomía y ciencias náuticas, al tiempo que fervorosísimo católico devoto de la Virgen de la Victoria de Sevilla
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Ayer se cumplieron los 500 años de la vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano, que no pudo terminar Fernando de Magallanes al fallecer durante la expedición. En el viaje, ciencia y fe se dieron la mano.
Fernando de Magallanes (1480-1521), portugués de origen pero desahuciado en su tierra, perteneció a la católica Orden de Santiago, y tuvo un hermano diácono. Estudió astronomía y ciencias náuticas bajo la tutela de buenos profesores, entre quienes pudo haber estado Martín Behaim, creador del globo terráqueo más antiguo que se conserva.
De familia piadosa, fue apoyado por Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, para proponer a Carlos I el viaje, que también fue supervisado por la Casa de Contratación, fundada en 1503 por los Reyes Católicos con el doctor Sancho Ortiz de Matienzo, canónigo de la Catedral de Sevilla y primer abad de Jamaica como tesorero, y considerada primera institución científica europea, donde apareció el primer oficio científico profesional, el de cosmógrafo.
Ayer se emitió un documental y, sorprendentemente, se hizo alusión directa a que Magallanes fue una piadosísima persona, de oración diaria, que no paró de rezar durante el viaje y que dejó inequívocas muestras escritas en su testamento de su catolicidad, de sus creencias…Devotísimo de la Virgen, se conocen sus insistentes oraciones encomendando la gesta durante la cual por cierto falleció, sin dar la vuelta al mundo, dejando los honores al español Juan Sebastián Elcano y al puñado de hombres que pudieron volver.
Comienza la expedición
El 22 de marzo de 1519 el rey Carlos I firmó con Fernando de Magallanes las capitulaciones de Valladolid por las que ponía a su disposición una armada de cinco naves - la nave capitana, la Trinidad; las otras cuatro: San Antonio, Victoria, Santiago y la Concepción, donde iba Juan Sebastián Elcano- para buscar, respetando el Tratado de Tordesillas que el Papa propusiera en 1494, un paso por mar hacia el recién descubierto Mar de Sur, hoy Océano Pacífico, con el fin de encontrar una nueva ruta a la Especiería navegando hacia el oeste.
El 10 de agosto de 1519, partieron del convento de Nuestra Señora de la Victoria (Hermanos mínimos de San Francisco de Paula) de Sevilla - tras una ceremonia religiosa para implorar la protección divina y bendecir las banderas y estandartes de la expedición- 239 marineros con Fernando de Magallanes al mando. El 20 de septiembre del mismo año abandonarían definitivamente tierras españolas, en Sanlúcar de Barrameda, una vez abastecidos y pertrechados para un viaje que duraría en principio dos años.
El principal cronista del evento fue Antonio Pigafetta, al servicio del embajador del Papa, monseñor Francisco Chieregati. Además de los pormenores del viaje, dejó escritos hallazgos como la existencia del lobo marino o del insecto hoja, absolutas novedades de historia natural de la época.
Guiados por la Virgen de la Victoria
Magallanes intentó convertir a los indígenas al cristianismo y mantener una paz estratégica con algunos entrando en batallas entre distintos jefes. En la madrugada del 27 de abril de 1521 llegaron a la playa de Mactán para luchar contra Lapulapu y 1000 de sus partidarios, que finalmente acabaron con su vida cuando estaban apenas a unos días de las islas de las especias, el 27 abril.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural de la Diócesis de Sevilla, indicó que “es hermoso pensar que la nave que guiaba a las demás llevaba el nombre de la Virgen, para así significar que eran guiados por la luz de la Madre de Dios en su advocación de la Victoria”. Y es que durante los 1.084 días que duró la expedición, la nao Victoria, que fue bautizada así en honor a la devoción mariana que se custodiaba en el convento trianero de los Mínimos, guió a las otras cuatro naves alrededor del mundo. Fue la de la Virgen de la Victoria una devoción muy arraigada en la Sevilla del XVI, centrada en una talla de la Virgen con el Niño que hoy todavía se conserva en la Capilla de Santa Bárbara de la ‘catedral de Triana’.
La Virgen de la Victoria se encontraba aquellos días previos al inicio de la circunnavegación en un templo que podría estar aproximadamente donde hoy se encuentra la iglesia de los Paules y los Maristas. La advocación estaba vinculada a la reconquista de Málaga por los Reyes Católicos (1487) y, desde entonces, a las fundaciones de los Mínimos. La imagen fue restaurada en 1922, con motivo del IV centenario de la llegada de la expedición comendada por Elcano, y el retablo donde hoy se venera tiene un frontal de azulejos que muestra en el centro una representación de la nao Victoria con dos ángeles, realizado en la fábrica de Mensaque.
Buena prueba de la importancia devocional que llegó a tener esta imagen lo da el hecho de que formara parte, el 19 de mayo de 1929, de la procesión extraordinaria que se organizó con motivo del Congreso Mariano Hispano-Americano de Sevilla, en el que fue coronada la imagen de la Virgen de la Antigua. Junto a la Virgen de la Victoria procesionaron otras imágenes marianas de Sevilla.
Una nueva geografía
El viaje, al abrir la ruta occidental hacia Asia, demostró fehacientemente la redondez de la Tierra. Los preparativos de esta expedición podrían compararse a los que se realizan hoy para una misión a Marte: había que definir objetivos en contextos de incertidumbre y con información incompleta, con un importante conjunto de instrumentos para poder orientarse en alta mar que fueron utilizados durante la expedición.
También sirvió la expedición llevada a cabo por estos creyentes para poner de manifiesto las deficiencias de la ciencia clásica, la Geografía de Ptolomeo que había estado vigente desde el s. II, y la elaboración de una nueva cartografía del planeta que propició la posterior revolución copernicana, llevada a cabo también por un presbítero de la Iglesia Católica llamado Nicolás Copérnico.
Después de haber dado la vuelta al mundo, terminó la primera globalización, que permitió multitud de relaciones intercontinentales que perviven gracias entre otras cosas a la sembrada semilla del Evangelio, llevada a cabo por fervientes católicos españoles. Hay más sobre el tema aquí.