Juan Gómez y González de la Buelga

Este arquitecto formado en el Colegio del Pilar de Madrid desarrolló una impresionante carrera profesional y académica sin perder la formación religiosa recibida de niño

Juan Gómez

Alfonso V. Carrascosa

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Juan Gómez y González de la Buelga fue un arquitecto y Académico de las Reales de Historia y de Doctores, Gran Cruz del Mérito Civil y Caballero de la Orden del Santo Sepulcro, que nació en Madrid en 1922. Empezó el Bachillerato en el Colegio de Nuestra Sra. del Pilar, y lo terminó licenciándose en la Universidad de Valladolid como refugiado de la Guerra Civil.

En 1940, ingresó en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde se formó con maestros de la talla de Moya, Chueca, Arangoa, López Otero y Torres Balbás, y con compañeros como Fisac, de la Sota, Molezún, Corrales, Sáinz de Oiza o Cano Lasso, y entró a trabajar en el estudio de don Luis Blanco Soler, construyendo el primer Corte Inglés que se hizo en Madrid, al tiempo que le contrataban en la Empresa Nacional de Turismo del INI para realizar proyectos de Hoteles de alta gama.

Allí se integró en el equipo de profesionales que realizó la rehabilitación del Hostal de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela, formado por él mismo, Cano Lasso y de la Joya Castro, a las órdenes del también arquitecto Fernando Moreno Barberá. En 1955, formando equipo con los mismos arquitectos, realizaron varios conjuntos de viviendas en Madrid y en Badajoz. Más adelante montó su propio estudio y comenzó su actividad en solitario, construyendo diversos colegios femeninos para la Congregación del Santo Ángel de la Guarda, así como para diversos promotores, edificios de viviendas, oficinas e industriales que se relacionan, y varios conjuntos de viviendas sociales en Madrid y Badajoz.

Carrera urbanística

Ejerció el Urbanismo de forma simultánea a la Arquitectura, para lo que cursó dos años en el Instituto de Estudios de Administración Local de Madrid, obteniendo el Diploma de Técnico Urbanista en el año 1961. Realizó diversos viajes por Europa con sus compañeros del Instituto para visitar las ciudades de Nueva Planta que esos países estaban realizando o tenían terminadas para la descongestión de Londres, Estocolmo y Helsinki, o en Israel en su programa de Repoblamiento del Territorio.

Posteriormente, realizó para la Dirección General de Urbanismo del Ministerio de la Vivienda diversos Planes Parciales para nuevos Ensanches de carácter residencial o industrial, según los casos, en diversas ciudades españolas y también Planes Generales de zonas urbanas conflictivas, como la Huerta de Murcia o la Costa del Sol.

A partir de 1964 comenzó a trabajar en la Administración pública, donde desempeñó el cargo de Subdirector General de Ordenación Urbana con la misión de controlar la ordenación de todas las ciudades mayores de 50.000 habitantes, en unos momentos en los que el desarrollo económico era muy fuerte, viajando sin parar y mereciendo de parte de algunos compañeros el apelativo de “apóstol del Urbanismo”, y la imposición de la Gran Cruz del Mérito Civil.

Juan Gómez, de estudiante

En 1971 fue llamado por el nuevo Ministro de la Vivienda, Vicente Mortes para desempeñar el cargo de Director Técnico de COPLACO (Área Metropolitana de Madrid), la más conflictiva de España, generadora de enormes presiones de interés que movían promotores y propietarios y que hicieron insoportable su trabajo hasta el punto de pedir su propio cese a los dos años de su toma de posesión. Sin embargo, él fue el promotor de la idea de crear un gran polígono al norte de Madrid con destino a “Centro de Decisiones”, dedicado exclusivamente a ubicar en él Altos Organismos de la Administración Central y Local y espacios para las grandes Empresas Públicas y Privadas y al que se llamó “Polígono Valverde o CD2”. Era su objeto estimular el desarrollo de la ciudad hacia el norte, ya iniciado en tiempos de la Segunda República al construir los Nuevos Ministerios y en los años sesenta con el “Polígono Azca”.

Su tramitación se inició dentro del Programa que puso en marcha Antonio Linares, Director General de Urbanismo, con el nombre de “Actuaciones Urbanísticas Urgentes” y en el que se incluyó también la Nueva Ciudad de “Tres Cantos” para 150.000 habitantes, cuyo emplazamiento fue elegido por Juan Gómez de la Buelga y por su compañero Fernando Terán, a instancias del Ministro Mortes para la Gerencia de Urbanización, Organismo encargado de llevarla a cabo.

Por otro lado, en 1976 entró a formar parte de la Junta de Gobierno del Colegio de Arquitectos de Madrid, de la cual fue nombrado en 1978, Presidente de su Comisión de Urbanismo, y en la que permaneció hasta 1982.

Un apasionado de la Historia y el arte

Seguidamente, Juan Gómez y González de la Buelga, cesó en su actividad profesional, para centrarse en el Estudio e Investigación del Arte y de la Historia, dos mundos que le interesaban sobremanera desde que los conoció siendo estudiante en la Escuela de Arquitectura. Destacan en ese segundo período de su vida, diversos estudios relacionados con el Arte Románico y el Gótico, y las dos líneas de investigación a las que se entregó con dedicación especial: “El Concejo de Langreo en los siglos XVI, XVII y XVIII” y “La Arquitectura Románica Española de la Peregrinación y la Orden de Cluny”, que se describirán más adelante. Asimismo ha realizado estudios detallados de “Pintura gótica catalana de los siglos XIV y XV” y “Pintura Castellana del siglo XVI”.

En el año 2000 entró como Académico de Número en la Real de Doctores, y en el 2004 como Correspondiente en la de la Historia, y en una y otra ha publicado cantidad de trabajos, dictado múltiples conferencias, y promoviendo ciclos, destacando el realizado en el Casino de Madrid con el título de “La Cultura Española en la Historia”, con un total de 62 conferencias desarrolladas a lo largo de cuatro años (el Renacimiento, el Barroco, la Ilustración y el Romanticismo), dictadas por diferentes académicos de la RADE, incluido él mismo que disertó sobre Arquitectura.

Para el Diccionario Biográfico Español de la Academia de la Historia elaboró las biografías de las siguientes personalidades: Juan Guás, Hanequin de Bruselas, Alvar Martínez, Enrique Egas, Antón Egas, Juan de Herrera, Gregorio Jove Valdés, Marcelino González García, José Cuesta Monereo, Manuel Sáinz de Vicuña y García Prieto, Juan Torres Fontes y Julio Monereo González.


Prolífico escritor

Escritor infatigable publicó varios libros de temática variada, pero siempre relacionados con hechos rigurosamente históricos. Son de señalar: “Los Hidalgos langreanos” (1995), “Marcelino González García, vida y triunfo de un asturiano en La Habana” (1998), «Relatos asturianos del siglo XVII» (2000), “La Epopeya de la Piedra” (2003), “De pura cepa langreana” (2004), “Historias de Carrocera y su Güería en los siglos XVII y XVIII” (2006), “El Ocaso de los Hidalgos y la Guerra de la Independencia en Asturias” (2008) “Historia de la Gallaecia” (2012), y “Los Gómez de Arandedo” (2013).

Cosas como las que sigue fueron las que dejó escritas en la revista de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio del Pilar bajo el título ‘Mis noventa años. Viejas añoranzas’:

«Los tres últimos años míos en el Colegio coincidieron con los momentos más radicales de la República, durante los cuales el Gobierno prohibió a todas las comunidades religiosas el ejercicio de la enseñanza. Una organización de padres se hizo cargo de la titularidad del colegio, y los marianistas daban clase como seglares vistiendo de paisano (con evidente torpeza y desaliño por cierto), mientras nosotros sus alumnos, con nuestra juvenil temeridad, acudíamos a clase desde nuestras casas (congregantes y no congregantes) atravesando calles y plazas con crucifijos colgados al cuello…Todos estos recuerdos constituyen un mosaico de añoranzas que me enternecen, y son la causa del cariño con el que miro a nuestro colegio, al que tantas cosas buenas tengo que agradecer. Por de pronto, los fundamentos religiosos que han informado mi vida, pero también los de mi educación y formación intelectual. Nunca olvidaré el tesón de los profesores marianistas para que aprendiéramos a comportarnos como personas, con énfasis principal en la limpieza y el orden en los trabajos, escritos, cuadernos y pupitres. Todo lo que ellos me enseñaron, unido a mi curiosidad siempre insatisfecha por ir desentrañando mi ignorancia (“solo sé que no sé nada”, que decía Sócrates) me han permitido el goce que siento en mis trabajos actuales de investigación histórica que llevo a cabo desde hace muchos años. Gracias por tanto una vez más al Colegio del Pilar por todo lo que le debo»