Lázaro Flores Navarro

Médico y astrónomo embebido en la sociedad del Caribe de la época, católica por los cuatro costados, que tuvo varios hijos sacerdotes

Lázaro Flores Navarro

Alfonso V. Carrascosa

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Nació en la localidad sevillana de Villa Nazarena de Dos Hermanas, Utrera, en1625, y falleció en La Habana (Cuba), el 11 de febrero de 1673. Fue médico y astrónomo. Se graduó de bachiller en Medicina en la Universidad Hispalense —fundada por la Iglesia Católica— en 1647, se licenció en 1650, y se doctoró el mismo año.

Sin embargo, vivió y ejerció la medicina en La Habana, desde 1651 hasta el año en que murió, siendo enterrado en el convento de San Agustín de esa ciudad. Casado allí tuvo tres hijos, dos de los cuales se ordenaron sacerdotes. Trabajó como médico en el hospital de San Juan de Dios y en el convento de Santa Clara.

Entre 1663 y 1672 escribió en La Habana un tratado de astronomía, que publicó en Madrid en 1673, porque en Cuba aún no existía la imprenta. El libro consta de un breve compendio de la esfera, las declinaciones del sol y las estrellas así como el modo de observarlas, e incluye además los esquemas y tablas de las declinaciones del sol computadas al meridiano de La Habana. Para ello, Flores utilizó información de multiples científicos de la época, todos católicos por supuesto, como las tablas de Lasbergio y las leyes de Tycho Brahe, mencionando a otros de la misma condición tales como Alfonso el Sabio, Copérnico y otros.

También se refirió a instrumentos náuticos, como el astrolabio, la ballestilla, la brújula o aguja de marear, abordando también las fases de la luna y las tablas de la amplitud ortiva del sol. Explicó los eclipses de luna —de los cuales observó dos en La Habana—, lo que le permitió determinar la posición geográfica de Cuba con respecto a España. Mencionó en esta obra a Copérnico, pero Flores no era partidario suyo, sino que por el contrario siguió los cauces de Tolomeo; aunque admitió que los astrónomos podían valerse de aquél para realizar sus cálculos de los planetas, le dio a sus criterios sólo carácter de hipótesis.

Su obra Arte de Navegar (Madrid, por Julián de Paredes, Impresor de Libros, en la Plazuela de Argel, 1673) se considera el primer libro científico escrito en Cuba.