Manuel Lora-Tamayo

El fundador de un organismo que todavía a día de hoy vertebra el sistema I+D en España, la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT), católico ferviente

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Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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Manuel Lora-Tamayo (Jerez de la Frontera 1904, Madrid 2002) fue un químico católico que desarrolló una intensa labor de gestión y creó la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT), organismo que echó a andar el 7 de febrero de 1958, con el nombre de Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica. Fue el 14 de abril de 1986 cuando le cambiaron el nombre, pero no sus funciones que consisten en nada menos que en la programación de las actividades de investigación científica mediante la elaboración de los planes de investigación.

En el momento de su nacimiento, las funciones de la CICYT eran desarrolladas por el CSIC. En su decreto fundacional de 24 de noviembre de 1939 se indicaba que era creado para “…fomentar, orientar y coordinar la investigación científica nacional…. Claro que, debido a su progresión y crecimiento, casi veinte años después de su fundación, el CSIC fomentaba y orientaba la actividad científica, pero no daba abasto para coordinarla, debido fundamentalmente a sus dimensiones. Alguien con talla científica internacional y con visión para la gestión de la ciencia, percibió la necesidad de crear un organismo capaz de asumir la coordinación de la investigación realizada en todos los organismos de los diversos ministerios y en la industria. Ese alguien, que sería presidente del CSIC de 1967 a 1961 fue Lora-Tamayo.

Lora-Tamayo fue estudiante de colegios católicos. Nacido en Jerez de la Frontera en 1902, pronto se vio influido por las devociones de su madre, a la cual acompañaba los martes al Niño Perdido a rezar el rosario, a la Puerta Real para visitar el Ecce Homo, a los siete domingos de San José o a las predicaciones cuaresmales de la Iglesia Colegial. Asistiría al colegio de San Joaquín, y pronto ingresaría en la Congregación de San Estanislao de Kotska… y conservaría hasta sus últimos días su fe.

Su fe la compaginó de maravilla con su pasión por el desarrollo científico de España. Creó la figura de los "Departamentos" en las Facultades, y la del profesor "agregado", como intermedio entre el ayudante, adjunto y catedrático. Propició las becas para la investigación. Reestructuró las enseñanzas técnicas con su Ley de Enseñanzas Técnicas, que situaron a los escalones de arquitectos, ingenieros, aparejadores, peritos, dentro de la órbita universitaria. Ibáñez-Martín fue quien, con anterioridad, había creado la Universidad Politécnica.

De catedrático a ministro

Lora-Tamayo fue catedrático de química orgánica de la Facultad de Ciencias de Madrid, función que comenzó desempeñando en la Facultad de Medicina de Cádiz en 1933, después de doctorarse en química y en farmacia. Además fué académico de la Real Academia de Farmacia y de la Real Academia de Ciencias, de la que sería presidente desde 1970 hasta 1985, año que fue nombrado presidente de honor. Como iniciativa derivada de la presidencia, acabaría poniendo en marcha el Fondo Nacional para el Desarrollo de la Investigación Científica —denominado en la actualidad Plan Nacional de Investigación Científica— que pretendía distribuir un presupuesto extraordinario dotado inicialmente con cien millones de pesetas, entre quienes lo solicitasen y mereciesen, de cualquier organismo público de investigación e industria. Fue responsabilidad de la CICYT su reparto hasta el día de hoy.

Su profundo conocimiento del ambiente universitario, científico y de gestión de la I+D le llevaron a ser nombrado Ministro de Educación en 1962, durante cuyo mandato pasó a llamarse Ministerio de Educación y Ciencia, por entender que tal denominación permitiría la aproximación de ambos mundos, fórmula que ha llegado prácticamente hasta nuestros días. Diversas desavenencias le llevaron a dimitir del cargo en 1968, precisamente ahora hace 50 años, continuando su labor científica e intelectual hasta prácticamente sus últimos días. Cabe señalar y ensalzar el valor que le echó a tal dimisión con Franco al frente de la Jefatura de Estado.

Lora-Tamayo tuvo once hijos, treinta y nueve nietos y veintidós biznietos, a los que dejó escrito «…que los problemas que la vida os presente os ayuden a un íntimo conocimiento de que el dolor y el sufrimiento sólo se superan en un diálogo con Dios, que da el consuelo en la tierra y el gozo de lo que en la otra vida se espera alcanzar. (...) Eso es lo más importante que desearía prendiera en vosotros, a fin de que, en el transcurso del tiempo, tengáis siempre al ánimo dispuesto para acudir al Padre, seguros de que Él siempre acoge». Fue designado por el Papa Pablo VI miembro de la Academia Pontifícia de las Ciencias.

El laicismo actual de la sociedad española, beligerante y perseguidor de la Iglesia Católica, puede ser interpretado como la antesala del odium fidei que asesinó a científicos católicos en la España contemporánea y que tanta sangre ha derramado a manos de los supuestamente ilustrados —de los ateos, de los que se autodenominan hijos de la Revolución Francesa que decapitó al padre de la Química Moderna, Lavoisier— porque razones no tiene para, por ejemplo, afirmar con contumacia e irracional insistencia que razón y fé o ciencia y religión son incompatibles, a la luz de la vida de Lora Tamayo y de tantos otros químicos españoles contemporáneos que vamos conociendo aquí en Cope Religión.

El Centro de Química Orgánica del CSIC ubicado en Madrid se llama “Manuel Lora Tamayo”. Un hijo suyo, Emilio, ha sido el presidente del CSIC que más tiempo ha ostentado el cargo en democracia. Su padre también lo presidió.

Bibliografía

Lo que yo he vivido. Manuel Lora Tamayo (1984). Ed. Federico Yoli y CIA e INGRASA, Puerto Real, Cádiz.