Marilí Crespi

Hoy ofrecemos el perfil de una mujer excepcional, proveniente de una gran saga gallega de intelectuales, que dedicó su vida a la ciencia

Marilí Crespi

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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Como cada año llega el 11 de febrero, día que en 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas propuso se dedicara a apoyar a las mujeres científicas y promover el acceso de las mujeres y las niñas a la educación, la capacitación y la investigación en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, denominándolo Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia. Un modo de llevar a cabo estas tareas es ofrecer perfiles de niñas que terminasen siendo mujeres científicas. De ahí que tenga interés presentar a nuestro personaje de hoy, mujer científica que además nunca abandonó su fe católica.

María Alicia Crespí González (1922-2012) –Marilí Crespi, como se la llamaba- nació en Pontevedra y vivió su niñez en pleno centro histórico, en la Praza de Curros Enríquez. Los Crespí fueron una de las sagas españolas con más títulos universitarios entre sus miembros, una familia repleta de personalidades académicas de primer orden intelectual y artístico, al parecer de orígenes italianos, luego asentada en Mallorca y Pontevedra, y además portadora de toda una serie genes artísticos e intelectuales.

Una saga de intelectuales

Empezamos por el abuelo paterno. Antonio Crespí Más, estudió Farmacia y Ciencias en la Universidad de Barcelona, fue farmacéutico en Sóller (Mallorca) y posteriormente catedrático de Ciencias de la Agricultura en el Instituto de Pontevedra del que fue secretario, desarrollando junto a Ernesto Caballero Bellido, que acabaría vinculado al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, una importante tarea botánica. Por otra parte la abuela materna, Avelina Pérez Vázquez, alcanzó en su tiempo el número uno en España del escalafón femenino de Magisterio, siendo profesora de letras y la primera mujer directora de Escuelas Normales en España, la de Maestras de Pontevedra concretamente, hasta su jubilación. Por casa de Avelina pasaron muchos músicos y artistas, con los que Marilí pasó inolvidables veladas, y su hijo Humberto fue un notable violinista. Se ha dicho que de ella le vino a Marili el gusto por la música y la relación con Cotobade y el Pazo de Loureiro, donde varias generaciones de la familia Crespí pasaron unos deliciosos veraneos.

En cuanto a sus tíos, se licenciaron en estudios dispares, alcanzando tres de ellos la categoría de catedráticos: Luis Crespí de Historia Natural, Andrés Crespí de Perspectiva, en Bellas Artes, y Miguel Crespí de Cinética Química. Un cuarto, Gonzalo Crespí, fue un afamado oftalmólogo. Su padre fue topógrafo y artista. Botánico como su padre, Luís Crespí Jaume estudió Ciencias Naturales en la Universidad de Santiago. Después completó su formación en Madrid y amplió estudios de fisiología vegetal y patología agrícola en Toulouse. Su actividad docente transcurrió mayoritariamente en el Instituto Escuela como catedrático de Agricultura, al tiempo que desarrolló una intensa labor científica bajo los auspicios de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) alcanzando un notable prestigio. Tras la Guerra Civil fue represaliado, teniendo que trabajar en un laboratorio farmacéutico, hasta que en 1954 logró su rehabilitación para la enseñanza por mediación de Joaquín Ruiz Giménez.

Igualmente los hermanos de Marilí, Antonio y Luís Crespí González obtuvieron las titulaciones superiores de ingeniero de caminos y arquitecto, respectivamente. Curiosamente Pilar Crespí, una prima nonagenaria de Marili que vive hoy en esta ciudad, se casó con Ramón, el hijo mayor de Daniel de la Sota, aquel gran presidente de la Diputación de Pontevedra. Dicho matrimonio favoreció una estrecha relación de ambas familias y propició la unión de los apellidos De la Sota y Crespí que actualmente comparten varios nietos de don.

El padre de Marili también nació en Pontevedra, era ingeniero topógrafo y aparejador, y trabajó como ayudante en el Instituto Geográfico y Catastral, al tiempo que impartió clases en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Madrid, donde se estableció con su familia. Por sorprendente que pueda parecer en relación a una familia tan intelectual y tan artística, Marilí fue matriculada en un colegio, el de las Hermanas Doroteas, una orden religiosa con vocación docente que había llegado a Pontevedra expulsada del país vecino por la influencia de la masonería portuguesa.

Una todoterreno cultural

Tras realizar el Bachillerato, María Alicia estudió Químicas en Santiago, a pesar de que no sentía una especial vocación: la habían matriculado sus padres, «como podían haberlo hecho en sánscrito» en palabras de la propia Marilí. Realizó su tesis doctoral en la Facultad de Ciencias sobre Ingeniería Química y nada más doctorarse, comenzó a trabajar en Piritas Españolas del Instituto Nacional de Industria, donde llegó a desempeñar el papel de jefa de la Sección de Procedimientos de la División de Investigación Industria. Desde el principio, quiso abrirse camino para lograr «la independencia económica», como ella misma comentaría. Seguidamente, desde 1957 a 1984 fue responsable de investigaciones y proyectos sobre prevención de contaminación en instalaciones nucleares en la Junta de Energía Nuclear, hoy en día CIEMAT, actividad científica del más alto nivel aplicado.

Ganó en 1975 la cátedra de Electrotecnia en la Escuela de Arquitectura de Madrid, lo que la convirtió en la primera catedrática de una Escuela Técnica Superior en España. Allí a llegó a dirigir el departamento de Electrotecnia, Luminotecnia y Técnicas de Acondicionamiento Térmico y Acústico, siendo la primera catedrática en una escuela de arquitectura española pese a no ser arquitecto: todo un mérito siendo además mujer. Entre sus rehabilitaciones y proyectos de iluminación y acondicionamiento ambiental más relevantes se encuentran los realizados para el Louvre y el Prado. También fue profesora de Materias Primas en la Escuela de Comercio de Ciudad Real. Durante toda su vida se mostró crítica con la educación y con la investigación. En una entrevista en el diario ABC, el 28/04/1977, llegó a decir «La enseñanza está totalmente degradada, deteriorada» y «nos falta una política seria de investigación, conectada con la industria». Fue además organizadora y ponente de diversos simposios a nivel nacional, además de escribir muchos trabajos sobre las temáticas que abordó, llegando a dirigir en su querido Museo de Pontevedra el Seminario de Acondicionamiento Ambiental de Museos, al que asistieron de directores y conservadores de las principales entidades gallegas. Ella tenía claro dónde iba a dejar su legado.

Probablemente de su familia heredó además Marilí ese gusto tan suyo por la cultura en su concepción más amplia: lo mismo disfrutaba con la música que con la arqueología. Un familiar que la conoció bien definió a Marili como "una todoterreno cultural". Tocaba todos o casi todos los palos de las bellas artes y también le encantaba viajar.

Ya mayorcita se casó con Ángel González Ferrero,ingeniero aeronáutico y catedrático de la misma especialidad en Madrid. Ambos eran vecinos del mismo inmueble en la madrileña calle Arroyo del Fresno. De modo que cuando se casaron, Marili se trasladó al piso de arriba que ocupaba su marido y convirtió su piso de abajo en un pequeño santuario personal, atesorando en vida con mucho mimo muebles, cuadros y otros objetos artísticos que donó al Museo de Pontevedra.

Porque si extraordinaria fue en vida, su testamento causó conmoción a toda la sociedad gallega y no gallega. Después de destinar a su viudo y hermanos parte de la herencia, repartió bienes al Museo Provincial de Pontevedra, a la Escuela Normal de Maestras (antigua Escuela de Magisterio) de la Universidad de Vigo como instituciones culturales y, lo más sorprendente si se puede decir así, a Cáritas Española con el fin de que lo destine a una residencia de ancianos, y a la Congregación de Religiosas de la Santa Dorotea, en cuyo colegio fue educada, para su sede de Pontevedra. En total más de 3 millones de euros…¿y una parte a dos instituciones católicas? Hay sus motivos, sí.

Ferviente católica

Pues ha sido gracias a este colegio de las Doroteas que hemos sabido que Marilí fue además de una científica pionera catedrática de universidad y una extraordinaria mujer, una ferviente católica. Varias Hermanas Doroteas contemporáneas de Marilí, con actual destino en una casa Tuy, han referido en entrevista sus profundas convicciones católicas, su ferviente fe, con una grandísima confianza en Dios, motivo por el cual consideran que planteó su testamento del modo referido, tanto hacia ellas como hacia Cáritas.

Solía todos los veranos ir a Pontevedra y pasarse por su antiguo colegio, momento que aprovechaba siempre para estar con sor Milagros Ramiro, muy respetada por la fuerte espiritualidad con la que trataba de impregnar la vida de los que a ella acudían. Marilí mantuvo con ella una relación que permite calificar a la Madre Ramiro como su madre espiritual, en palabras de algunas hermanas. Hablaba con sor Milagros en compañía de su marido. Madre Ramiro siempre ponderó la cultura y la ciencia de Marilí Crispi, que la visitaba todos los veranos y estaba con ella conversando ‘mínimo dos horas’.

En este 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes y de la mujer y la niña en la ciencia no se puede ofrecer ejemplo más oportuno que el de Marilí para animar a las jóvenes católicas a dedicarse a la investigación científica con el convencimiento de que la misma es absolutamente compatible con la fe católica.