Más crímenes de «el buen salvaje»

Abundantes evidencias en España de que El Buen Salvaje nunca existió en el yacimiento de Atapuerca

Más crímenes de «el buen salvaje»

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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Por increíble que pueda parecer, y después de lo que lleva llovido, hay gente que sigue creyendo en el mito de ‘El buen salvaje’. Es lo que tiene el idealismo. Pero gracias a Dios existen las evidencias científicas: los yacimientos paleoantropológicos en este caso.

El mito enuncia que el hombre comenzó a ser violento cuando apareció la propiedad privada, algo que los seguidores de Rousseau se inventaron que pasó en el neolítico, cuando el hombre pasó de cazador-recolector nómada a agricultor sedentario. Vamos, que se convirtió en malo cuando le puso una valla a su finca, y para hacerlo bueno lo que hay que hacer es romper las vallas.

Lamentablemente hubo muchos idealistas que lo creyeron, lo que produjo como consecuencia directa las masacres de la Revolución Francesa, que superan la cifra de dos millones de muertes sólo en Francia, más de cuarenta mil de ellas curas católicos y cerca del medio millón en la comarca de La Vendée, todas ellas de católicos -incluidos ancianos, mujeres y niños- que se negaron a abjurar de su fe, porque los idealistas los identificaron como obstáculos para la recuperación de la situación en la que teóricamente vivía ‘El buen salvaje’.

Después, la filosofía ha sido el principal motor de propagación del mito, que ha terminado creando monstruos -“el sueño de la razón produce monstruos”, decía Goya- como Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao Tse Tung… y toda una pléyade de genocidas que bebieron de Rousseau, Hegel y Marx, y acabaron convencidos en pleno siglo XX de que si acababan con la propiedad privada y cambiando las estructuras y el ambiente a través de la revolución, al hombre le cambiaría el corazón, cargándose la antropología revelada que señala al pecado original como principio del mal. O lo que es lo mismo, que una vez que el ser humano aparece en la Tierra creado por Dios, tal vez –nadie lo ha visto- a través de un proceso consistente en una sucesión de especies a lo largo del tiempo conocido con el nombre de evolución y no excluyente en absoluto de la acción de Dios para la Iglesia Católica, rompe con aquel e inmediatamente con sus demás congéneres, llegando en ocasiones a no verles como hermanos cuyas vidas no le pertenecen y ha de respetar. Pero vayamos a los hechos.

Evidencias científicas

El paleoantropólogo Raymond Dart habló de signos claros de violencia sobre restos de los australopitecos de la cueva de Makapansgat, en Sudáfrica, cuya antigüedad supera los tres millones de años, pero científicos mantenedores de ‘El mito del buen salvaje’ silenciaron estos hallazgos no dando crédito a los mismos, impidiendo su difusión, etc. Dart dirigió las excavaciones de 1947 a 1962. Pero hay más.

A 30 kilómetros al oeste del lago Turkana de Kenia, en un lugar llamado Nataruk, se encontraron restos parciales de 27 personas, incluyendo al menos ocho mujeres y seis niños. Los investigadores, del Centro Leverhulme de Estudios Evolutivos Humanos (LCHES, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Cambridge, liderados por la antropóloga Marta Mirazón Lahr, publicaron sus resultados en la revista Nature en enero de 2016, afirmando sin ambages que dichos testifican una masacre perpetrada hace entre 9.500 y 10.500 años por hombres prehistóricos cazadores-recolectores, tradicionalmente considerados como no violentos. Los cráneos aplastados con piedras o atravesados con objetos punzantes no dejan lugar a duda según los investigadores: los asesinados, mujeres y niños incluidos, murieron a manos de su congéneres humanos. Y por fin España.

El caso español

En los yacimientos de Atapuerca vienen constatándose signos de canibalismo en restos óseos, habiéndose llegado a sugerir que la coincidencia de 28 esqueletos tal vez sea debida a la práctica de la violencia. En cuanto a los restos concretos, ha aparecido un cráneo de un joven de hace 430.000 años en la Sima de los Huesos que es considerado por los especialistas la prueba más antigua que existe del homicidio intencionado de un humano a manos de otro: el cráneo de la víctima presenta dos fracturas iguales en la zona frontal, producidas por una misma arma. La conclusión de los especialistas es que una pudo ser por accidente, pero las dos no. El crimen fue perpetrado por un cazador-recolector, es decir un ejemplar de supuestamente ‘El buen salvaje’. Pero no sólo eso, al parecer hace 1,3 millones de años la especie de ‘El buen salvaje’ llamada Homo antecessor, nuestros antepasados de la Sierra de Atapuerca, practicaban el canibalismo generalizadamente, comiéndose unos a otros, sin parcelas de propiedad privada, ni vallas, ni alambradas, o por mejor decir, considerando a los demás propiedad privada: el cuerpo de los demás era considerado propiedad privada y si querías te lo podías comer. Hay pruebas de que los huesos se raspaban para aprovechar la carne, o se rompían para comer los tuétanos. Los pioneros de las masacres vivieron en Atapuerca.

La coincidencia de los 27 cuerpos de la Sima de los Huesos empieza a interpretarse en esta clave. ¡Si Rousseau levantara la cabeza!

CONTRA FACTUM NON VALET ARGUMENTUM