¿Qué ha hecho Dios para que podamos afrontar tanta adversidad?

Ante la situación de crispación actual, el artículo de hoy nos recuerda que adversidad ha habido siempre, y mucha más que ahora, pero los cristianos no debemos perder la esperanza

¿Qué ha hecho Dios para que podamos afrontar tanta adversidad?

Alfonso V. Carrascosa

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La segunda lectura de la Eucaristía de este pasado Domingo V de Cuaresma me ayudó bastante. Se trataba de un fragmento de la Carta a los Romanos, escrita por San Pablo desde Corinto, dónde planeaba pasar por Roma de camino a España. Dice la Biblia de Jerusalén que San Pablo no era el fundador de esa comunidad, sino más bien algún otro catequista itinerante como Aquila. El caso es que el contexto resulta revelador para entender la conexión de la Palabra de Dios con nuestra historia actual. Me refiero a dos hechos concretos.

De una parte el contexto histórico. La capital del Imperio Romano había recibido el anuncio del Evangelio y había surgido una comunidad cristiana, algo verdaderamente sorprendente, incluso milagroso dado el nivel y asentamiento social del paganismo y la terrible crueldad de ciertas costumbres instauradas en la vida cotidiana romana como por ejemplo la esclavitud, los combates a muerte de gladiadores, el infanticidio consentido, la persecución violenta contra los cristianos que no consentían decir ‘Caesar Kyrios’ sino ‘Cristos Kyrios’.

Por otro lado estaban las tensiones internas dentro de la propia comunidad, concretamente la desunión entre los judeo conversos y los cristianos que provenían del paganismo.

Según se mire ambos aspectos son bastante coincidentes con la situación actual en España, salvando las distancias. Me refiero al hecho cierto de la existencia hoy en día en nuestro país de unas autoridades que promulgan leyes contrarias al cristianismo que incluyen penalizaciones a todos aquellos que se manifiesten contra ellas, autoridades que atacan de contínuo en sus discursos a la familia cristiana y mantienen atroz beligerancia contra ella a través de leyes inicuas como las leyes trans, fundamentadas en la anticientífica ideología de género. Esta beligerancia es la base de la cultura de la muerte, que sigue avanzando gracias a este gobierno que propone leyes como las de la eutanasia o modificaciones para ampliar las leyes que permiten el aborto. Ambos tipos de leyes amparan el homicidio.

Pues bien, a este ambiente anticristiano —ciertamente no tan hostil de momento en comparación a como lo fue durante el Imperio Romano, que ha sido recientemente incluido en el grupo de los denominados imperios de crueldad— se une el hecho cierto de las discrepancias de algunas conferencias episcopales que desarrollan doctrinas contrarias a la unidad Iglesia alineadas con lo que hoy se considera políticamente correcto, con el pensamiento de ese ambiente hostil y anticristiano al que me refería anteriormente.

¿Qué podemos hacer?

La segunda lectura de la Eucaristía del domingo daba a mi entender respuesta ambas situaciones, que lo que le plantean a uno es qué podemos hacer frente al ambiente hostil de fuera y frente a la desunión de dentro. San Pablo al dirigirse a la comunidad de los romanos, que soportaba un ambiente hostil en el exterior y divisiones en el interior, más que decirles lo que tienen que hacer lo que les dice es lo que Dios ha hecho ya en su Hijo Jesucristo para solucionar ambos problemas, el de los enemigos de fuera y el de los enemigos dentro.

Y lo que ha hecho con la muerte, resurrección y ascensión al Cielo de su Hijo Jesucristo —algo que estamos a punto de celebrar solemnemente— y el posterior envío de su Espíritu Santo, es darnos la capacidad de dejar de ser carnales, de ofrecérnoslo todo a nosotros mismos, pasando a ser espirituales: dejar la espada de los zelotas y abrazar la confianza en la Divina Providencia y la mansedumbre y la no resistencia al mal como consecuencia de la cohabitación del Espíritu Santo en nuestro interior.

A este respecto puede resultar más que ilustrativo releer la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Creo que no hay otro modo mejor de hacer frente a ambos problemas, los externos y los internos, que volver a permitir al Señor que nos haga espirituales, nacidos del Espíritu para poder dejar así de ser carnales, y convertirnos al verdadero Señor de la historia, Cristo Jesús, el Hijo de Dios vivo, que murió, más aún, resucitó y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso y desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin, porque no es de este mundo, como le dijo a Pilatos. Eso es lo que nos toca no parar de decir. Para eso estamos aquí y se nos convierte en espirituales, para como Cristo dar testimonio de la verdad, que es el amor que Dios nos tiene, incluso a los políticos y miembros de la Iglesia que tal vez no sepan lo que hacen: Cristo desde la Cruz pidió el perdón para ellos. Sigamos pidiendo el perdón para ellos y la iluminación, y el descubrimiento de los tremendos errores que están cometiendo y las nefastas consecuencias que tales errores empiezan claramente a tener.

Adversidad ha habido siempre, y mucha más que ahora. ¡Dios proveerá! Ciertamente vamos a sufrir, estamos sufriendo. Y nuestros hijos y nietos no digamos, pero ahí sigue el pueblo de Israel, ahí sigue la Iglesia Católica

Dejemos por tanto actuar al Espíritu Santo en nuestro corazón. Convirtámonos y creamos en el Evangelio, como se nos decía el Miércoles de Ceniza. Y seamos dóciles al anuncio que de Él nos hace la Iglesia. Será entonces cuando seguirá rompiendo nuestra luz las mencionadas noches, igual que la aurora teñirá una vez más de púrpura el Cielo la noche de Pascua 2023.