San Charles de Foucauld

Religioso francés recientemente canonizado, que abandonó su laureada actividad científica por amor a Jesucristo y a los hombres

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Alfonso V. Carrascosa

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Charles Eugène de Foucauld, Vizconde de Pontbriand (15 de septiembre de 1858 – 1 de diciembre de 1916) demostró una capacidad científica reconocida en vida por sus contemporáneos y todavía hoy admirable. Una muy completa biografía y las nociones básicas de su espiritualidad pueden encontrarse aquí.

Dejó el ejército para dedicarse a viajar, pero anotando, eso sí, todo lo que veía, por lo que la publicación de sus anotaciones lo convirtieron en un relevante explorador. El libro de sus expediciones geográficas en Marruecos, teniendo como guía al rabino Mordochée Aby Serour y estudiando árabe y hebreo, hizo que en 1885 recibiera la Medalla de Oro de la Sociedad Francesa de Geografía, reconocimiento que le consagraría como científico, pudiendo haberse dedicado a ello como tantos otros lo hicieran antes y después. De 1904 a 1916 Carlos partió al territorio de los Tuaregs con el Comandante Laperrine para acompañarlo en su viaje de inspección. Su intención fue la de visitar las poblaciones recientemente sometidas y de llegar hasta Tombouctou. Sus observaciones y anotaciones le convirtieron en un estudioso de la lengua y la cultura de los Tuareg.

Y en medio de los laureles llegó la llamada. Así lo explcaba de Foucauld: «Al comienzo de octubre de ese año 1886, después de seis meses de vida en familia, mientras estaba en París haciendo imprimir mi viaje a Marruecos, me encontré con personas muy inteligentes, muy virtuosas y muy cristianas; al mismo tiempo, una gracia interior extremadamente fuerte me empujaba: empecé a ir a la iglesia, sin creer, encontrándome bien solamente allí, donde pasaba largas horas repitiendo esta extraña oración: ‘¡Dios mío, si existes, haz que Te conozca!...Pero yo no Te conocía…¡Oh Dios mío! ¡Cómo tenías tu mano sobre mí, y qué poco yo lo sentía! ¡Qué bueno eres! ¡Cómo me guardaste! ¡Cómo me guardabas bajo tus alas mientras yo ni siquiera creía en Tu existencia!...».

Y continuaba: «me inspiraste entonces este pensamiento: ‘puesto que esta alma es tan inteligente, la religión en la que cree no puede ser una locura. Estudiemos entonces esa religión: tomemos un profesor de religión católica, un sacerdote instruido, y veamos qué pasa, y si hay que creer lo que ella dice».

Determinante para su vida espiritual resultó ser su peregrinación a Tierra Santa. A este respecto escribió: “Mi Señor Jesús, tú pusiste en mí ese amor por ti, tierno y cada vez más grande, ese gusto por la oración, esa fe en tu Palabra, ese sentimiento profundo del deber de la limosna ese deseo de imitarte, esa sed de realizar el mayor sacrificio que me fuera posible hacerte…Deseaba ser religioso, vivir sólo para Dios. Mi confesor me hizo esperar tres años…¡Qué influencia bendita tuvo en mi vida la peregrinación a Tierra Santa!, aunque la hice a pesar mío, por pura obediencia al Padre Huvelin…».

«Después de haber pasado Navidad de 1888 en Belén —continúa—, de haber escuchado la Misa de Medianoche y recibido la sagrada Comunión en la santa Gruta, me volví a Jerusalén después de dos o tres días. La dulzura que sentí al rezar en esa gruta donde resonaron las voces de Jesús, de María, de José, fue indecible...Tengo sed de llevar la vida que entreví, que adiviné, caminando por las calles de Nazaret, que pisaron los pies de NS, pobre artesano perdido en la abyección y la oscuridad…».

La fecundidad espiritual de san Charles de Foucauld puede medirse por el número de familias de espiritualidad que ha inspirado : 20 grupos y 13.000 miembros digamos de inspiración directa, conocidos como “Familia Espiritual Carlos de Foucauld”.

Estando fascinado por la realidad de la conocida como vida oculta de Jesús, comprendió que estaba llamado a vivir como la Sagrada Familia de Nazaret, algo que con posterioridad inspiraría enormemente a Kiko Argüello, fundador con Carmen Hernández del Camino Neocatecumenal, realidad eclesial indirectamente vinculada a un hombre, san Charles de Foucauld, que abandonó una prometedora carrera científica por amor a Jesucristo y a su Iglesia, haciendo un bien enorme a la humanidad.

CONTRA FACTUM NON VALET ARGUMENTUM