Silveria Fañanás
Además de esposa y madre de familia numerosa, esta piadosísima católica ayudó a su marido, Cajal, a ser quien fue como persona y como científico
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Silveria Petra Josefa Fañanás García (Huesca 1854 – Madrid 1930) fue la esposa de nuestro primer Premio Nobel en Fisiología y Medicina, Santiago Ramón y Cajal. El Gobierno de España designó 2022 como el "Año de Investigación Ramón y Cajal", conmemorando así a la personalidad científica más importante de la historia de España: todavía hoy es uno de los científicos españoles más citados, por ser el descubridor de las neuronas.
El Año Cajal ha sido declarado Acontecimiento Especial de Interés Público, y se extenderá hasta el 31 de mayo de 2025. Justo y necesario parece por tanto que, en la antesala del 8 M hablemos un poco de Silveria, a raíz de las últimas actividades que se ha descubierto llevó a cabo. En plena Edad de Plata, Silveria fue la ayudante de laboratorio del científico más importante de la historia de España.
De padre apellidado Fañanás Galán, empleado del Gobierno Civil, y de madre apellidada García Burillo, no se sabe si Silveria carecía o no de formación académica. Se supone que de tener, no era mucha. Cajal se enamoró de ella nada más verla. Cuenta lo siguiente en sus escritos:
«La rubita grácil de ojos verdes y trenzas de color de miel que recuerdo huyendo despavorida hacia su casa en la calle Hospital de Huesca ante mi presencia y fama de camorrista lapidario…Quién iba a decirle entonces que aquel horror daría paso un día lejano al primer amor».
Cajal escribiría que la encontró enormemente parecida a «cierto grabado alemán que yo había admirado mucho y que representaba a la Margarita de Fausto…me atrajeron sin duda, la dulzura y suavidad de sus facciones, la esbeltez de su talle, sus grandes ojos verdes, con largas pestañas, y la frondosidad de sus cabellos rubios».
Silveria y Santiago se conocían de vista desde niños, de cuando él estudiaba el bachillerato en el Instituto de Huesca, después de haber pasado la enseñanza primaria en los escolapios de Jaca, colegio religioso confesional católico donde se formó el genio español, en la etapa más importante según dicen los expertos de la formación humana: la infancia. Le inculcarían valores de origen cristiano. De cómo se comportaba en esa etapa Cajal mismo contó refiriéndose a Silveria:
«Mi mala fama había cundido de tal modo en el barrio, que hasta las niñas, cuando salían del colegio, se escondían al verme, temerosas de alguna furtiva pedrada. Por cierto que, entre las muchachas que me cobraron más horror, recuerdo a cierta rubita grácil, de grandes ojos verde-mar, mejillas y labios de geranio, y largas trenzas color de miel. Su tío y padre, a quienes nuestros diarios alborotos impedían dormir la siesta, habíanle dicho pestes de Santiagué, el chico del médico de Ayerbe, y la pobrecilla, en cuanto topaba conmigo, echaba a correr despavorida, hasta meterse en su casa de la calle del Hospital».
Una boda con polémica familiar
Cuando se volvieron a encontrar ella era huérfana, y Cajal había estado enfermo a consecuencia de su participación en la Guerra de Cuba, siendo su salud muy frágil por lo que tuvo que pasar convaleciente varios meses en los balnearios de Panticosa y San Juan de la Peña intentando recuperarse de una grave afección pulmonar. Estaba por todo ello muy abatido, dejando escrito que se había visto en peligro de muerte. Acababa de finalizar el doctorado, pero solo con una nota media de aprobado, algo que a su padre no le hizo ninguna gracia, como tampoco le hizo que suspendiera las oposiciones a las cátedras de Anatomía de Zaragoza y Granada.
Además de negarse a aceptar una plaza de médico que su progenitor le había conseguido en un pueblo cercano, se presentó en contra del consejo de su padre a las oposiciones de director de los museos anatómicos de la Facultad de Medicina de Zaragoza, plaza que ganó y, aunque estaba muy mal pagada.
Y además se casaron sin el beneplácito familiar el 19 de julio de 1879 en la iglesia de San Pablo de Zaragoza. Se dice que el padre de Cajal no estuvo. La familia lo consideró una locura: la entrada de Silveria en la familia no pudo ser peor. Todos los pronósticos fallaron estrepitosamente. Sólo hizo falta tiempo para demostrarlo. Los cuidados de Silveria fueron decisivos en la recuperación de la salud de Cajal, gravemente dañada por el paludismo y la tuberculosis, y los cuatro primeros años tras la boda registraron una actividad arrolladora. Además del cuidado de sus hijos y del hogar, también llevó la economía conjunta de la familia.
Así escribió Cajal sobre Silveria: «La mujer de mis realidades, la madre de mis hijos, la esposa abnegada que me comprende y sabe vivir en soledad, trabajo y ahorro heroico, sus silencios meditabundos y su tarea casi permanente…Efectivamente, Silveria Fañanás era la mitad de mi vida; solamente alguien como ella fue capaz de renunciar a cuanto renunció y todo para que yo tuviera libros e instrumentos de investigación en mi laboratorio...Fue mi más preciado bálsamo y sostén…».
Hacía referencia Cajal a los sacrificios económicos que estuvo dispuesta arrostrar, en pro de la carrera de su esposo, que sufragó con sus ahorros revistas científicas, instrumentos y accesorios para investigar…a lo cual también ayudaría Silveria:
Apoyo incondicional al nobel
Esposa, madre y ayudante de investigación. Silveria, además de amarle, hizo algo aún más importante: creer en él, apoyarle incondicionalmente y alentar sus sueños y sus ambiciones. Tuvieron cuatro hijas y tres hijos. Silveria trabajó con su esposo en el desarrollo de las placas fotográficas de apoyo a su experimentación científica, fundamentalmente manipulando el colodión húmedo, en el laboratorio que montaron al principio de su carrera en el granero de su casa. La técnica fotográfica, de la que Cajal fue aficionado y pionero en nuestro país, sustituyó poco a poco a los dibujos, que quedaron relegados con el tiempo a los cuadernos de laboratorio para anotar aspectos de los experimentos realizados. Ante la falta de apoyo institucional, Silveria logró, ahorrando el dinero preciso, que Cajal asistiese al Congreso de la Sociedad Anatómica Alemana, celebrado en Berlín en 1889, donde se inició su reconocimiento internacional por sus investigaciones a través de Kölliker, gran histólogo alemán que aprendió español para estudiar la obra de Cajal.
Abundando en lo comentado, Cajal dejaría escrito:
«Ante aquella racha asoladora de gastos, mi pobre mujer, atareada en la cría y vigilancia de cinco diablillos (durante el primer año de mi estancia en Barcelona nació un hijo más), resolvió pasarse sin sirvienta… Mi compañera, con sus abnegación y modestia, su amor al esposo y a sus hijos y su espíritu de heroica economía, hizo posible la obstinada y obscura labor del que escribe estas líneas…Adivinaba sin duda, en mi cerebro, la gestación de algo insólito decisivo para el porvenir de la familia y evitó discreta y abnegadamente todo conato de rivalidad o competencia entre los hijos de la carne y las criaturas del espíritu».
Silveria Fañanás cuenta con una calle con su nombre, en Vía Principal en la Urbanización Torres de San Lamberto, en el distrito de La Almozara de Zaragoza. El historiador López Piñero dice que antepuso el amor a su marido frente al de sus hijos. Cajal, que falleció sumergido en el agnosticismo propio de quien vivó una fe infantil, terminó testando ser enterrado al lado de Silveria que murió igual que vivió, en el más estricto catolicismo.
¡Gracias Silveria por tu amor a la ciencia en tu marido, que tanto bien hizo a la humanidad!
CONTRA FACTUM NON VALET ARGUMENTUM