Vicente Palacio Atard

Este historiador y académico es considerado maestro de historiadores. Catedrático de Universidad compaginó ciencia y fe católica

Vicente Palacio Atard

Alfonso V. Carrascosa

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Nacido en Bilbao (Vizcaya), 2.I.1920 y fallecido en Madrid 15.X.2013, el diario progre laicista El País le dedicó varios artículos antes y después de fallecer, en los que tras hacerse eco de sus premios, vida, actividad científica y ser tenido por ‘maestro de historiadores’, al tiempo que se le situaba en los sectores tradicionalistas, nacionalcatólicos o próximo al Opus Dei, que es lo que viene siendo habitual en el análisis progre: rendirse a la talla intelectual del individuo y luego colocarle adjetivos de la jerga laicista entre los que no se encuentran que fue un antisocialista, anticomunista, antianarquista y antiseparatista, es decir, un convencido patriota antifrentepopulista, como la inmensa mayoría de los intelectuales de la época incluidos muchos republicanos convencidos.

Palacio Atard recibió religión católica en la escuela, eso que los progres dicen que hay que erradicar para impartir educación para la ciudadanía o memoria histórica o ideología de género: tuvo seis hermanos y realizó sus estudios primarios primero en un

centro dirigido por los padres agustinos y posteriormente en el Colegio Nuestra Señora de Begoña de los jesuitas. Como sigue contando el sacerdote jesuita Quintín Aldea Vaquero en el Diccionario Biográfico Español, del cual tomo lo fundamental de su biografía, huérfano de padre a los diez años de edad tuvo que cambiarse a los hermanos La Salle tras suprimir la IIª República a la Compañía de Jesús -¿por católica o por científica?- aunque en el 1933-1934 fuera enviado por su madre al internado que los jesuitas españoles habían instalado en Curía (Portugal); y entre 1934 y 1936 acabara el bachillerato en el Liceo Vizcaíno, en el barrio de Deusto de Bilbao, en el que los padres de la Compañía para seguir su labor docente dentro de la legalidad republicana. Se licenció en Historia en 1942, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid, comenzando directamente la docencia como ayudante de la Cátedra de Historia Moderna, y doctorándose en 1945 con la tesis doctoral sobre El Tercer Pacto de Familia, por la que obtuvo Premio Extraordinario y fue inmediatamente publicada.

A los veintiocho años logró la Cátedra de Historia de España Moderna y Contemporánea en la Universidad de Barcelona, yendo a Valladolid en 1948 y a Madrid en 1957 por concurso de traslado. En la capital de España, además de tener la cátedra de Historia contemporánea de España se vinculó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) –de orígenes católicos- siendo colaborador del Instituto Jerónimo Zurita de Historia y director de la Escuela de Historia Moderna, donde fundó la prestigiosa colección “Historia de España en el mundo moderno”. También formó parte del Instituto de Estudios Madrileños vinculado al CSIC, escribiendo bastante sobre distintos aspectos de la historia de Madrid. Otras organizaciones académicas a las que perteneció fueron la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, el Instituto Germano-Español de Investigación de la Sociedad Görres en Madrid y la Société d’Histoire Moderne (Universidad de la Sorbona). En el ámbito de la gestión asumió los cargos de consejero de número del CSIC y, por elección de los rectores de las universidades españolas, de vocal del Consejo Nacional de Educación. De copiosa obra científica, fue elegido académico de número de la Real Academia de la Historia.

Obtuvo entre otras las distinciones de doctorados honoris causa por las universidades argentinas Nacional de Cuyo (1981) y Santo Tomás de Aquino de Tucumán (1985); por la Universidad de Valladolid (1992) y por la Universidad CEU-San Pablo de Madrid (2008), así como la condición de profesor honorario de la Universidad de Mendoza y académico de mérito de la Academia Portuguesa da Historia. Poseyó la Encomienda con Placa de Alfonso X el Sabio y de la Gran Cruz de la Orden de Cisneros. Fue premio Menéndez y Pelayo y Premio Nacional de Historia. En el primer viaje a Estados Unidos de Juan Carlos como Rey, él se encargó de elaborar la parte histórica del importante discurso que el Monarca leyó allí.

Han sido muchas las promociones de universitarios que han estudiado en su célebre «Manual de Historia Universal», un volumen que se conservaba por triplicado en las bibliotecas de las facultades. Como pequeña parte de su bibliografía se puede mencionar:

- «El tercer pacto de familia» (1946).

- «Menéndez Pelayo y la historia de España (1956).

- «Los españoles de la Ilustración» (1964).

- «Derrota, agotamiento y decadencia en la España del siglo XVII» (1966).

- «Cinco historias de la República y de la guerra» (1975).

- «La España del siglo XVII: el siglo de las reformas» (1978).

- «La España del siglo XIX» (1980).

- «España en el siglo XVII (1987).

- «Historia de España. Edad Contemporánea 1808-1898» (1990).

- «Carlos III: rey de los ilustrados» (2006).

Han sido citadas en diversos medios varias frases suyas célebres:

«Triunfar en la vida es trabajar con vocación en aquello en que uno tiene capacidad para desarrollar», aseguró en su última entrevista

«Pocas cosas he pretendido yo enseñar en las aulas de la Universidad, como no sean estas tres que a continuación declaro: una, los límites de nuestros conocimientos, que a la vez nos obligan a reconocer la humildad de la sabiduría; otra, el respeto a los hombres que fueron protagonistas del pasado, remoto o próximo, y cuyas pasiones, actos y pensamientos hemos de intentar comprender "sine ira et studio"; y, por fin, estudiar la historia con independencia de criterio, aunque con rigor exigente en el método de trabajo; a investigar en ella arropándose en una sana disposición de espíritu»

«La misión del historiador no consiste en juzgar el pasado, sino en comprenderlo y ayudar a que lo comprendan los demás. Hay que sacar la historia de España de una visión parcializada, de simple enfrentamiento polémico. No siempre se ha conseguido utilizarla sin ánimo agresivo, evitando lanzarla como arma arrojadiza contra el que piensa de otro modo»

«Yo me siento muy orgulloso de ser español porque soy vasco, y soy vasco porque toda la familia paterna mía es vasca, sus antepasados se remontan al XIII»

«Hacer Europa y pensar en España. Profundizar en el estudio de las raíces locales para conocer y comprender mejor el árbol frondoso de la común historia de España. He ahí dos premisas que se ofrecen, a mi modo de ver, en la demanda social para nuestro estudio de la historia en la hora presente», recoge la biografía que Antonio Fernández García, Manuel Espadas Burgos y Luis Palacios Bañuelos le dedicaron.

En uno de sus muchos discursos, hablando de la encíclica Pacem in terris de León XIII y refiriéndose al sentido providencial de la historia al que recientemente nos hemos referido aquí en ECCLESIA, pronunció estas interesantes palabras, de rabiosa actualidad :

‘Las notas que se afirman en la Pacem in terris, abiertas como hemos dicho hacia el futuro, componen un tinglado de lanzamiento movido por los resortes de la esperanza. Los cristianos son invitados a encararse con los quehaceres constructivos del mundo porque pueden ellos potenciar los valores positivos que se hallan en juego punto de ningún modo serán movidos por ilusiones o falsos optimismos ni tampoco por desilusiones pesimistas. Nuestra esperanza no se alimenta de éxitos temporales sino de una convicción más profunda. Estamos a las puertas de un mundo nuevo y en él como en cualquier otro tiempo va a realizarse la voluntad de Dios. Algunos se aventuran a proyectar el futuro del mundo con ímpetu arrollador movidos por una filosofía que les infunde el convencimiento de que ellos poseen el en monopolio el sentido de la historia. Pero si ellos están seguros de que marchan en la dirección de la historia mayor puede ser nuestra seguridad porque se asienta no en una filosofía sino en la fe. Dios conduce la historia. Y es el propio Papa el que nos ha recordado que quien escucha la voz de la historia escucha la voz de Dios’