Cinco años con Francisco y su soplo de puro Evangelio ? editorial Ecclesia

Cinco años con Francisco y su soplo de puro Evangelio – editorial Ecclesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Cinco años con Francisco y su soplo de puro Evangelio ? editorial Ecclesia

No es esta la primera vez que, a la hora de evaluar, lo que está suponiendo el Papa Francisco, el comentario Editorial de ECCLESIA elige como nota característica de su persona y ministerio la fragancia, el aroma que de puro elogio emanan su figura, sus gestos, sus hechos y sus dichos. Por ello, al hacer ahora balance de los cinco primeros años de su servicio en el ministerio petrino, abundamos y ahondamos en la misma idea.

¿Por qué?, ¿en qué nos basamos? Sobre todo, en sus prioridades pastorales y ministeriales y cómo él mismo la encarna, con ese particular estilo cercano, próximo, afectuoso, entrañable y hasta tierno, sin fronteras y sin barreras de ningún tipo en razón de raza, credo, color ideología o lugar.

¿Alguien, al respecto, podrá dudar de que nuestra Iglesia, que siempre tiene y debe tener a la caridad como su máxima referencia y aspiración, esta, la caridad, con Francisco, se concreta y visibiliza mejor gracias a su inequívoco, reiterado y permanente compromiso en pro de los más desheredados? Gracias a él, dramas escondidos y sistemática y premeditadamente ocultados y silenciados, como la trata humana, el tráfico de órganos, los migrantes, los refugiados (refugiados procedentes del Cuerno de África y de Siria fueron los asistentes principales a la misa papal del 13 de marzo, día exacta de este lustro), los pobres, los sin techo, los indígenas y los descartados, están más en la "agenda" de la Iglesia y de la misma sociedad. Y no olvidemos que todas las personas de los citados colectivos fueron y son los predilectos de Jesús y han de serlo, sin alternativa o componenda alguna, de sus seguidores.

La mundanidad, y con ella la mundanización y secularización interna y externa de la Iglesia, es asimismo uno de los constantes focos de denuncia del Papa. Para ello, él mismo ha intentado, desde el primer momento, desposeer al ministerio apostólico de todo aquel signo o símbolo que esté imbuido o lastrado por la lógica del poder y de la mundanidad. Y su ejemplo ha de interpelarnos a todos los miembros de la Iglesia. Pastores y fieles, pues, hemos de rechazar expresiones, actitudes, gestos, usos y costumbres que manifiesten, en nuestra vida y misión, adherencias mundanas de poder, de vanagloria o de lucro. Como, además, demanda la fidelidad al Evangelio.

Desde estas premisas, Francisco ha clamado y clama por una conversión personal, pastoral y misionera de toda la Iglesia. Es una conversión ?recordemos que "conversión" es la primera palabra de Jesucristo en su predicación del Reino- que lleva a la reforma de la Iglesia, sí, pero a la reforma de la Iglesia que brota del Evangelio.

¡Claro que son importantes las reformas de las estructuras para situar a los cristianos en actitud permanente de misión y de Iglesia en salida! Pero las estructuras solo serán reformadas adecuada y fecundamente si antes se reforman y se convierten los corazones de todos los hombres y mujeres de la Iglesia, comenzado por quienes tienen mayores responsabilidades y carismas. Por ello, fijar la mirada solo sobre las reformas estructurales en pos de un supuesto éxito mundano y partidista, pensando en poner a determinadas personas al frente de ellas para quitar a otras, es una mirada mundana. La verdadera reforma de la Iglesia es la reforma del corazón, es la primacía humilde del servicio.

Vaticanistas habitualmente bien informados han comentado estos días del primer lustro de su elección que Francisco está trabajando en la redacción de una exhortación apostólica sobre la santidad. ¿De la santidad? ¿No es acaso la santidad una esencial llamada del Evangelio? Al respecto, resulta paradigmático que Francisco haya hecho coincidir estos días de su quinto aniversario con una peregrinación apostólica tras las huellas del Padre Pío. El santo capuchino de los estigmas, el crucificado del Gárgano, es, sin duda, no solo un santo inequívoco de la devoción y del estilo de Francisco, sino también uno de los más grandes santos de toda la historia de la Iglesia, muy singularmente de las últimas décadas. Y decir Padre Pío es decir alivio en el sufrimiento de enfermos y de ancianos, es decir apóstol del sacramento de la confesión, es decir vida de oración y de amor mariano, es decir testigo y misionero de la Misericordia.

¿Y todo esto no es sino puro Evangelio? ¿Y todo esto no conlleva también el aroma y la marca de Francisco?