Pablo VI, cuyo legado sigue interpelando, bien merece un simposio ? editorial Ecclesia

Pablo VI, cuyo legado sigue interpelando, bien merece un simposio – editorial Ecclesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pablo VI, cuyo legado sigue interpelando, bien merece un simposio ? editorial Ecclesia

Tal y como ya estaba programado, la Conferencia Episcopal Española (CEE) convoca ya, para los días 14 y 15 de octubre en Madrid, un simposio-homenaje al Papa Pablo VI (ver página 9). Su contexto es la celebración del cincuentenario de la CEE y propiamente será una conmemoración ya de clausura del mismo. Las razones que avalan esta iniciativa arrancan, en primer lugar, en el hecho de que fue el Papa Pablo VI quien aprobó los estatutos de la naciente CEE en 1966, pues él fue quien puso en marcha, a instancias del Concilio Vaticano II, la organización territorial por Estados y/o por regiones de los episcopados de todo el mundo. Más de medio siglo después, no cabe duda del acierto de aquella propuesta conciliar, una intuición providencial y que tantos frutos está deparando a la Iglesia universal y a las distintas Iglesias locales.

Las conferencias episcopales fueron decisivas para la aplicación primera del Vaticano II. Gracias a ellas, el Concilio fue mejor conocido, recibido y aplicado. Y con el paso de los años, las conferencias episcopales han seguido y siguen desarrollando este quehacer a la luz y al impulso de los distintos Papas que sucedieron a Pablo VI, quehacer que prosigue y ha de proseguir ahora con y bajo Pedro, con y bajo el Papa Francisco.

Pero, además, en el caso concreto de España, nuestra Iglesia es deudora de la figura del beato Pablo VI por otros muchos motivos. Fue él personalmente quien guió a nuestros obispos en la histórica misión de separación entre la Iglesia y el Estado; fue él el impulsor principal del papel reconciliador tan decisivo de la CEE en la Transición política española; y fue él quien encomendó esta responsabilidad a algunas personalidades eclesiales que han de seguir mereciendo el reconocimiento y la gratitud de todos, como, por citar tan solo dos emblemáticos ejemplos, el cardenal Tarancón y el nuncio Dadaglio.

Y precisamente en este último aspecto, es de justicia reconocer que no siempre los poderes políticos, singularmente los del anterior Régimen, comprendieron y apoyaron a Pablo VI, sobre cuya figura se pudo extender un manto de desafección, crítica y malestar, del que, en algún modo, pudieron participar algunos sectores eclesiales, no muy numerosos, pero sí, al menos entonces, influyentes. En este sentido, bienvenido sea también el simposio que la CEE tributará a su figura. Si nuestra Iglesia y sociedad española pudieran estar en deuda con Pablo VI, este simposio puede ser una magnífica ocasión para saldarla.

Pero el simposio de la CEE no será solo una mirada agradecida al pasado. Y es que la poliédrica y riquísima figura de Montini contiene referencias eclesiales y pastorales de permanente actualidad, que, en medio de la actual situación de nuestra Iglesia, de la humanidad y de España, emergen con fuerza y necesidad y como gracia e interpelación.

Porque ¿no es sino diálogo, diálogo franco y abierto, diálogo entre todos y con todos, lo que necesita España en medio de su actual y enquistada encrucijada política? En nuestra página 9 de hoy, ofrecemos unas recientes declaraciones del presidente de la CEE, ante el bloqueo político y de gobernabilidad que vivimos y padecemos. Pablo VI fue el Papa del diálogo ?el Papa de la Ecclesiam suam, su primera encíclica, de 1964- y solo el diálogo auténtico y la verdadera búsqueda del bien común, y no de los propios intereses personales y partidistas, podrá desbloquear la inaceptable provisionalidad política de España.

Montini fue el Papa de la evangelización. Todos los Papas han sido y deben serlo, pues la evangelización es la misión primera y principal de la Iglesia. Pero Pablo VI, el Papa de la modernidad, percibió su apremiante necesidad en medio de una sociedad que dejaba, progresiva e inexorablemente, de ser cristiana. Emblemática a este respecto fue su exhortación apostólica, de 1975, Evangelii nuntiandi, un documento clave y brújula para la Iglesia de las últimas décadas. El Papa Francisco ha visibilizado la actualización y la toma del relevo de la Evangelii nuntiandi, que es una de las principales fuentes inspiradoras de su paradigmática y programática Evangelii gaudium.

Francisco acaba de crear un el nuevo Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral (ecclesia, número 3.849, página 24). ¿Cómo no recordar en este contexto la profética encíclica de Pablo VI Populorum progressio, de 1967?

Por todo ello y mucho más, ¡bienvenido sea, pues este simposio-homenaje!