El crimen de los incendios forestales y de lo que el fuego esconde? ? editorial Ecclesia

El crimen de los incendios forestales y de lo que el fuego esconde… – editorial Ecclesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El crimen de los incendios forestales y de lo que el fuego esconde? – editorial Ecclesia

Los días centrales de este mes de octubre, con temperaturas con no menos de 5 grados por encima de la media -¡y todavía hay que duda y hasta niega el cambio climático y sus perversos efectos!…- los incendios forestales han vuelto a ser siniestros protagonistas de la actualidad. Lo han sido en California, en Portugal ?en el país vecino en lo que va de año el fuego ha acabado ya con la vida de 108 personas, ¡43 de ellas entre el 13 y el 16 de octubre!- y también en España. Singularmente en Galicia, donde se han calcinado 40.000 hectáreas y ha habido 4 muertes, y con focos asimismo en el Bierzo y en Asturias.

Aunque ya la pasada semana, las páginas 10 y 11 de ecclesia recogían el comunicado de los obispos gallegos sobre este siniestro, su magnitud y su significación nos llevan ahondar en el tema y en lo que los mismos incendios muestran y hasta ocultan…, y afirmar, sin ambages, que atentar contra la naturaleza, quemar montes, es, como sentencia el Papa Francisco, "un crimen contra la naturaleza, un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios".

Una situación de estas características -"provocar un incendio es un gesto de grave inmoralidad", como han escrito los obispos gallegos- es, en efecto, intolerable y vergonzoso, no puede impune y clama justicia, reparación, prevención y atenta reflexión. La moral social de la Iglesia considera un deber moral el cuidado y el respeto a la naturaleza. La naturaleza es un don de Dios, puesto al servicio del hombre para el bien de toda la humanidad. No somos dueños de la naturaleza, sino administradores de un bien que es de todos y para todas las generaciones, pasadas, presentes y futuras. En consecuencia, atentar contra la naturaleza es un delito humano y cristiano. Y el séptimo mandamiento de la ley de Dios incluye el respeto a la integridad de la creación.

"El uso de los recursos minerales, vegetales y animales no puede ser separado del respeto a las exigencias morales", señala el número 2.456 del Catecismo de la Iglesia Católica. Y "todos, personas y sujetos institucionales, deben sentirse comprometidos en la protección del patrimonio forestal", como afirma el número 466 del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, que también alude y rechaza expresamente los incendios forestales, reclama su preciso tratamiento jurídico y la aplicación de las correspondientes responsabilidades civiles y penales.

Por todo ello y también desde el más elemental sentido común y ciudadano, lo sucedido en estos días de atrás -¡y otras tantas veces- es inaceptable, y todos y cada uno -personas particulares e instituciones- deberán extraer sus propias consecuencias.

Nuestros montes y bosques no pueden ser objeto de expolios, mercaderías, especulaciones, mafias y venganzas. Nuestros montes y bosques exigen de las administraciones públicas una adecuada, coordinada e inmediata gestión. Y estas, las administraciones públicas -sea cual sea el signo político que las rija-, están para servir con diligencia, profesionalidad, inteligencia y eficacia a los ciudadanos. Y, habida cuenta de la gravedad y reiteración de siniestros como estos, se han de endurecer las específicas legislaciones penales y desenmascarar, removiendo entre las mismas cenizas de la destrucción y de la barbarie, lo que el fuego esconde? Porque lo que fuego esconde es también una pérdida de valores y de conciencia moral y ciudadana, que, desguarnecida por el individualismo, el egoísmo, el materialismo y el mercantilismo, amenaza con dejar indefenso y devastado nuestro tejido social, nuestras raíces cristianas y nuestra mejor identidad humana.

Basta ya de mirar para otro lado, de lanzar "cortinas de humo" -nunca mejor dicho?-, de esparcir responsabilidades ajenas o de buscar solo "la foto" para contentar a los votantes. Basta ya de ineficacia, ineptitud, propagandismo y de búsqueda de réditos partidistas, vengan de donde vengan.

Y basta ya también de no tomar conciencia de la necesaria y apremiante conversión de todos y de cada uno hacia lo que el Papa Francisco define como ecología integral. Sus alertas, denuncias y propuestas en la encíclica Laudato si' son proféticas e ineludibles.

¡Basta ya, sí! Y nunca, pues, más a los incendios forestales, como los referidos y la trágica inmensa mayoría de los que se producen. ¡Nunca más! Pero, nunca más de verdad y sin demagogias, engaños o manipulaciones porque lo hemos dicho tantas veces que ya las palabras se quedan vacías.

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