Sin regeneración moral, la sociedad no podrá avanzar en el bien ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Sin regeneración moral, la sociedad no podrá avanzar en el bien ? editorial Ecclesia
Las páginas 6 a 9 de ecclesia de la pasada semana reproducían el discurso del presidente de la CEE en la apertura de la Asamblea Plenaria (ver sus conclusiones páginas 6 a 10 de hoy). En su tercer apartado, "Un horizonte de esperanza" (página 8), el cardenal Blázquez, tras congratularse de que, por fin, se ha haya podido formar Gobierno en España, reclamaba para nuestra clase política, y con ella a todos, "una catarsis, una purificación profunda de actitudes y un cambio de conducta moral". Don Ricardo, que aludía concretamente a la lacra y a las heridas profundas que la corrupción ha dejado en nuestro tejido social, apremiaba a partir de ahí a "abandonar la incomunicación y caminar unidos", a que "cedan los partidismos en favor del bien común" y se allane el camino a "reformas importantes y proyectos fundamentales en que todos deberíamos converger", pues "el interés general y el futuro de la sociedad están en juego".
Días después, la misma actualidad política y social nos deparó varias situaciones, de distintos signo, que visibilizan la necesidad de que planteamientos y propuestas de esta índole sean una realidad. Nos referimos, en primer lugar, a la muerte, a causa de infarto de miocardio, de quien fuera alcaldesa de Valencia de 1991 a 2015, en la actualidad senadora. Sin juzgar ni su trayectoria pública ni sus causas pendientes con la Justicia, lo que ha sido una verdadera injusticia, ha sido la hipocresía ?a veces, hasta cobardía? y el ensañamiento político y mediático con que ha sido tratada. La llamada "pena del Telediario" (nuestros lectores saben bien a qué nos referimos?) debe ser urgentemente revisada porque viola derechos fundamentales de las personas como son el de la presunción de inocencia y el de la fama. El cainismo, la exacerbación de los sentimientos y hasta instintos, la manipulación de la verdad, aun pudiendo ser verdad, la doble vara de medir, las condenas sin juicio, los juicios paralelos y las campañas de acoso y derribo denigran a quienes las practican y a quienes, acríticamente, se las creen y las secundan, nos envilecen, amén de dañar a las personas, comenzando por las víctimas, y a toda la sociedad.
En el lado positivo, el viernes 25 se hizo pública la voluntad de PP, PSOE y Ciudadanos de acometer un Pacto Escolar de Estado, que evite a nuestra nación el poco honroso récord de haber tenido en sus años de democracia hasta ocho leyes generales de Educación, algunas como la LOMCE, que se pretende sustituir ya, con apenas dos años de vigencia e implantación.
Que España urge este Pacto Escolar de Estado es una obviedad por todos reconocida, pero hasta fecha inédita y hasta quimérica, más allá de su absoluta necesidad. Y numerosísimas serían las referencias de notas, documentos y pronunciamientos eclesiales demándalo. Desde su singular, identidad y misión, nuestra Iglesia apuesta, sí, por un Pacto Escolar de Estado, para que, si se nos permite, nos atreveríamos a pedir que en él la clase de Religión no fuera moneda de cambio ni chivo expiatorio.
También el 25 de noviembre, y de nuevo en el otro fiel de la balanza, fue el Día Internacional contra la Violencia de Género. La jornada amaneció en España con un nuevo homicidio de esta naturaleza, lo que eleva, mientras redactamos estas líneas, a 40 los casos mortales acaecidos hasta ahora en 2016. Y esta realidad, tantas veces imparable, es una vergüenza inaceptable, que exige renovar pactos de Estado, protocolos de actuación y medidas jurídicas y penales, sí, pero que, sobre todo, clama una catarsis, "una purificación profunda de actitudes y un cambio de conducta moral". No se contendrá, ni se detendrá la violencia de género mientras no tomemos mayor conciencia de que la pansexualidad que invade a nuestra sociedad es una de sus causas de origen, como lo son la falta de educación en auténticos valores y la banalidad, permisividad y frivolidad con que la misma sexualidad humana en tratada en la publicidad, el cine, la televisión y en determinados ambientes familiares.
Y todo esto lo decimos desde la Iglesia, para la que nada humano le es ajeno, porque creemos que misión capital nuestra es trabajar al servicio de nuestro pueblo y contribuir a construir una sociedad más humana, más justa, más respetuosa y más solidaria. Todo lo cual no será posible sin regeneración moral.