Hospitalidad

El Evangelio de este domingo nos enseña que la hospitalidad es una virtud que tiene mucho que ver « con la fe, la esperanza y la caridad»

José-Román Flecha Andrés

Publicado el

2 min lectura

“Una mujer llamada Marta lo recibió en su casa” (Lc 10, 38)

Señor Jesús, al saludar a otras personas nuestros antepasados solían decir: “Esta es su casa”. Los parientes sabían que podían encontrar acogida en casa de sus familiares. Sabían que lo que ellos ofrecían, lo podrían necesitar algún día.

Hoy vivimos muy cerrados en nuestro pequeño ambiente. Hay más hoteles pero hay menos hogares abiertos a los demás. En una época marcada por el miedo y por la desconfianza, hemos convertido el individualismo en nuestra defensa.

Sin embargo la hospitalidad es una señal que manifiesta la confianza en nosotros mismos y el signo de una fraternidad compartida. Una casa abierta es una escuela en la que se aprende a compartir valores y esperanzas.

Señor Jesús, a tus seguidores la hospitalidad nos recuerda la iniciativa de Dios que se ha acercado y se acerca a nuestra humanidad. Es la revelación del misterio de tu encarnación.

Por eso mismo, la hospitalidad es una virtud que tiene mucho que ver con la fe con la esperanza y con la caridad. Al recibir al huésped, creemos acogerte a ti, esperamos tu venida y pretendemos agradecer tu amor con la pobreza del nuestro.

El evangelio nos dice que Marta te recibió en su casa. Su humanidad recibía tu divinidad. Y la amistad que te unía a aquella familia se convertía en un signo casi sacramental de tu entrega por nosotros.

Aquella casa de Betania debió de convertirse muchas veces en un santuario. En ella tú encontrabas la premura del servicio generoso de Marta y la atención de la escucha silenciosa de María.

Señor Jesús, tu visita realizaba con toda sencillez el milagro sorprendente del encuentro. Un anticipo y una profecía de ese encuentro que nosotros esperamos de la eucaristía.

Sabemos que nada perdemos al abrirte nuestra casa y nuestra alma. Creemos que si nosotros podemos recibirte es porque tú has querido buscar y aceptar nuestra hospitalidad. Bendito seas Señor. Amén.