Orar con verdad

La parábola que nos propone el Evangelio de hoy no se limita a exponer dos actitudes humanas totalmente contrapuestas, sino que, sobre todo, revela la justicia de Dios

Orar con la verdad

José-Román Flecha Andrés

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“La oración del humilde atraviesa las nubes y no se detiene hasta que alcanza su destino”. (Eclo 35, 12). Se ve que el autor de este texto imagina la morada de Dios en un lugar lejano pero localizable. Y nos confiesa su creencia más firme. Según él, hasta Dios llega la súplica de las personas que lo invocan en su necesidad.

Haciéndonos eco de esa misma convicción, también nosotros abrigamos esa certeza. Y por eso, podemos proclamar la afirmación del salmista: “El afligido invocó al Señor y él lo escuchó” (Sal 33).

En este domigo se concluye la lectura de la segunda carta de san Pablo a su discípulo Timoteo. Al final de su vida, el Apóstol se muestra profundamente convencido de que el Señor es un juez justo. Por eso premiará con una corona de justicia a los que hayan aguardado con amor su misericordia (2 Tim 4, 8).

LA ORACIÓN Y LA ESCUCHA

A lo largo del evangelio de Lucas se manifiesta una y otra vez la grandeza, la belleza y la necesidad de la oración. En la parábola del fariseo y el publicano se nos indica el verdadero espíritu de la oración (Lc 18, 9-14).

• En primer lugar, se transcribe con detalle la oración de un fariseo. Se muestra orgulloso de la fidelidad con la que cumple lo prescrito por la Ley y más aun. Por eso no duda en juzgar y despreciar a los que tienen fama de pecadores, como son los cobradores de tributos. Él se considera a sí mismo muy superior a ellos.

• Además, se recoge la breve oración de uno de los cobradores de impuestos, tan odiados por las gentes. Parece que ha llegado a internalizar el desprecio que todos le demuestran cada día. De hecho, se percibe a sí mismo como un pecador. En realidad, piensa que ya solo puede apoyarse en la misericordia de Dios.

Sin embargo, la parábola no se limita a exponer dos actitudes humanas totalmente contrapuestas. En ella se nos revela, sobre todo, la justicia de Dios. Él conoce la verdad de cada uno. Por eso, ignora la oración de los orgullosos y escucha la plegaria de los humildes.

SEMEJANZA Y DIFERENCIA

Los dos personajes que aparecen en esta parábola tienen algo que los asemeja. Los dos son creyentes, y los dos suben al templo a orar. Pero tienen una imagen muy diferente de Dios y de ellos mismos. El uno se considera con méritos más que suficientes ante Dios. El otro se ve tan indigno que solo puede implorar compasión.

• “El publicano bajó a su casa justificado y el fariseo no”. Este primer comentario de Jesús revela la justicia y la misericordia de Dios. Es preciso tener en cuenta que solo puede participar de su “justicia” y santidad quien lo reconoce como la fuente de la gracia.

• “El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. En su segundo comentario, Jesús recoge este proverbio de su pueblo, en el que se manifiesta la verdad sobre el hombre. Solo quien se muestra humilde podrá ser escuchado por Dios.

- Padre nuestro que estás en los cielos, bien sabemos que el bien que hacemos puede estar dañado por el mal espíritu con que lo hacemos. Perdona tú nuestra arrogancia y ayúdanos a reconocer en la oración nuestra verdad más profunda. Esa verdad que nos une a tu Hijo, que se humilló por nosotros hasta la muerte y una muerte de cruz. Amén.