La última oración. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo
El Evangelio de hoy nos recuerda que Jesús se mostró como Rey del universo al morir en la cruz y dar su vida por nuestra salvación
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Señor Jesús, a veces alguna persona nos pregunta cómo ha de orar. Seguramente ha sido educada para recitar oraciones sabidas de memoria. Oraciones que se consideran aptas para conseguir un favor concreto.
Ante esa pregunta solemos citar alguna de las oraciones que recogen los evangelios. A la vista de una pesca abundante, Pedro te dijo: “Señor, apártate de mí; soy un hombre pecador”. Y un leproso se postró ante ti y te suplicó: “Señor, si quieres puedes limpiarme”.
Uno de tus discípulos te dijo: “Señor, enséñanos a orar como Juan enseñaba a sus discípulos”. El ciego de Jericó tu suplicó: “Hijo de David, ten piedad de mí”. Pero, en lugar de pedir, Zaqueo te prometió compartir la mitad de sus bienes con los pobres.
Son tan solo unos ejemplos. Las gentes que te seguían solían presentarte su situación personal, sus necesidades y sus deseos.
“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Entre las oraciones que encontramos en los evangelios es muy significativa la que pronuncia uno de los malhechores condenados y crucificados junto a ti. No te pide ser liberado del tormento ni de sus dolores. Se limita a rogarte que te acuerdes de él cuando llegues en tu reino.
Su oración se sitúa en el marco de la primera alianza. Nace de la fe de su pueblo, que espera un mesías rey. Él parece ser el único que comprende la verdad que expresa el letrero que Pilato había mandado colocar sobre tu Cruz. Solo él creía de verdad en tu reino. En realidad, era uno de los hijos de la verdad que pertenecen a él.
“Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Eso le respondiste. Aquel “hoy” iniciaba un tiempo absolutamente nuevo. Y el paraíso era presentado por ti como el gozar de tu compañía.
En ese hoy de la salvación te ruego, Señor, que te acuerdes de mí. Que tengas piedad de mí. Que me admitas junto a ti. Amén.