Ante el terrorismo yihadista, política, diplomacia, religión han de actuar ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Ante el terrorismo yihadista, política, diplomacia, religión han de actuar ? editorial Ecclesia
El viernes 26 de junio, la humanidad vivió sobresaltada y hasta indefensa una nueva y cruel manifestación de violencia yihadista en cuatro lugares distintos del mundo, en tres continentes. Francia, Kuwait, Túnez y Somalia experimentaron, de nuevo, el zarpazo homicida, irracional, inhumano y blasfemo del autodenominado Estado o Califato Islámico (EI), del sur de Siria y de norte de Irak, y de las distintas terminales terroristas del islamismo radical. Todo pareció indicar que el EI perpetraba estas acciones letales del 26 de junio como preparación al primer aniversario, el 29 de junio, de su funesta creación.
Un saldo próximo al centenar de víctimas, en los cuatro citados epicentros del terror, y el pánico en estas naciones y en sus países vecinos ?España, por ejemplo, ha tenido que activar el grado 4 de una escala de 5 sobre alerta y peligro terrorista- era el resultado de la siniestra operación, cuyos autores e ideólogos no nos ahorraron todo tipo de macabras y fácilmente reconocibles escenas.
Singularmente significativos resultaron los atentados en Francia y en Túnez, dado que meses atrás ambos países fueron también objeto de la barbarie. Todos los analistas coinciden en que el ensañamiento contra Túnez y su hasta ahora emergente potencial turístico es una clara señal del rechazo del yihadismo a la apertura hacia Occidente por parte del mundo musulmán. Y el hecho de que Francia haya vuelto a ser escenario de la violencia fundamentalista se interpreta, asimismo, como una intimidación a Europa y a Occidente, como un decir a las claras: "También estamos aquí. Preparaos?".
Mientras tanto, seguimos viviendo en vilo tras la toma, en manos del EI, hace más de un mes, de la ciudad siria de Palmira, que atesora ?al menos, todavía?- un extraordinario patrimonio arqueológico y cultural. Asimismo, preocupa, y mucho, la facilidad con que el yihadismo está reclutando en Europa a jóvenes, estimándose que ya unos cinco mil se han sumado a él. Este último aspecto, sobre el que apenas reflexionan la opinión pública y la ciudadanía, debería llevarnos a todos a un riguroso examen de conciencia acerca del porqué de esta situación e incluso de la parte de responsabilidad que nos afecta y compete y del orden de auténticos valores éticos y cívicos con que estamos nutriendo a nuestras sociedades y a nuestras propias vidas y personas.
Esta misma página Editorial de ecclesia, de su número 3.770, recogió, hace casi cuatro meses, nuestra posición sobre los intolerables desmanes del EI y la necesidad de una reacción eficaz para detener a este injusto agresor, entre cuyas principales víctimas se hallan las vidas, los bienes y las perspectivas del presente y del futuro de tantos hermanos cristianos, vil e impunemente perseguidos.
Nos ratificamos ahora en todo lo escrito entonces. Nos sumamos a la condena y condolencia que el Papa Francisco hizo de los atentados del viernes 26 de junio. Volvemos a reclamar de Occidente, de las potencias democráticas y de la ONU la puesta en marcha de las medidas precisas para detener, o al menos contener, estas insoportables ofensivas e intimidaciones. Y hemos asimismo de exigir que cese la venta y la mafia de armas con destino a la yihad y ojalá que en todos los lugares del mundo.
Como creyentes, más allá de que seamos de otra religión, nos horroriza que el nombre de Dios ?del dios, de la creencia religiosa, que sea? se esté empleando para justificar estas matanzas y atrocidades. Somos conscientes de que el EI y las franquicias terroristas islamistas solo se representan a sí mismos y no al conjunto de una religión, como esta, cuya ideal es la paz. Pero, a la vez, entendemos, que la utilización y adulteración que se está realizando de la religión musulmana exige a todos los seguidores de la misma una inmediata y contundente movilización para desmarcarse de los terroristas y de todo proyecto y ambición de sometimiento, como el subyacente en esta trágica situación ya descrita.
Lo que está en juego ?como ha recordado Francisco en sus telegramas ya aludidos tras el sangriento viernes 26 de junio- es la paz mundial. Están también en juego los derechos humanos más elementales como lo son el de la vida y el de las libertades de expresión, de movimiento, de religión y de conciencia. E igualmente está en juego y en entredicho la credibilidad de las religiones y de su servicio y contribución a la concordia, a la convivencia, al respeto, al bienestar, al desarrollo integral y a la justicia social.