Atravesar las fronteras: reflexión de Ángel Moreno de Buenafuente en la mitad del Adviento
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cada vez que se viaja, sobre todo si es fuera de la tierra nativa, se experimenta una cierta desinstalación y un encuentro con circunstancias nuevas, que en ocasiones pueden desestabilizar y también enriquecer. En general, a poca permeabilidad que se tenga, siempre se recibe provecho del conocimiento de lo diferente.
En mi último viaje a Alemania, guiado por mano experta y profesional, entré en conocimiento de diversas historias humanas, a la vez que era conducido por la cuenca del Ruhr, y al hilo de las informaciones sociales, económicas, afectivas, del imperio de la familia Krupp, en Essen, entablamos conversaciones más amplias sobre lo que significa la relación humana, en un clima de Adviento y Navidad y en diferentes ámbitos culturales, sociales y religiosos.
Al explicitar lo que nos acontece cuando nos pertrechamos en guetos, defensas, aislamientos, reductos, por cómodos que sean y hermosos bosques y equipamientos que nos rodeen, nos quedaremos posiblemente sin celebrar la gran noticia de la Navidad.
Los que viven en los palacios no se acercan a los desiertos, según el Evangelio, y en el desierto es donde se anuncia la Buena Noticia. En el campo de los pastores, a cielo raso, sin techo de maderas nobles, ni artesonados repujados, se oyen los ángeles. Sólo los que están a la intemperie están dispuestos a correr hacia donde se les anuncia salvación.
He comprendido que todos debemos atravesar ciertas fronteras, aun dentro de nosotros mismos. Quien se atreva a atravesar el límite de la soledad, se encontrará con un acompañamiento permanente. Quien tenga el valor de permanecer en silencio, por un tiempo, escuchará la voz más amorosa en su propio interior. A los que visite el dolor, el despojo, la pobreza, les nacen alas cuando saben asumirlos con sentimientos solidarios.
Estaba escribiendo el eco de mi experiencia, cuando al rezar el oficio de San Juan de la Cruz, me encuentro con que el maestro espiritual enseña: "Porque para entrar en esas riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar en ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos".
No pretendo engañar, ni hacer elogio de situaciones terribles, desoladoras, violentas, que nos cercan, pero puedo afirmar, que aquello que se oye al otro lado del silencio, en ningún otro lugar se escucha; el amor que se experimenta, aun estando solo, en relación con quien nos habita por dentro, es indescriptible. La potencia de la oración, desde el sufrimiento adquiere una solidaridad única, ungida con la mayor sinceridad.
Los pastores, los ancianos, los extranjeros tuvieron la sagacidad de cruzar la frontera y fueron testigos admirados del nacimiento de Dios con nosotros. Atrevámonos a salir aun dentro de nosotros mismos, a ver lo que ha acontecido.