Católicos y científicos: Julio R. Villanueva, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: Julio R. Villanueva, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Alfonso V. Carrascosa

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Católicos y científicos: Julio R. Villanueva, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Julio R. Villanueva, microbiólogo y gran impulsor de esta ciencia a través de la así llamada Escuela de Microbiología de Salamanca. Fue un investigador universitario y científico español especializado en Bioquímica, Microbiología y Biología molecular. Catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca, jamás abandonó su condición de católico practicante, aunque sea poco o casi nada lo que se ha hablado de ella hasta este artículo. Es un perfecto modelo de conciliación ciencia-fe, un hecho concreto que demuestra que ambos aspectos son compatibles.

Participó en el II Congreso ?Católicos en la vida pública? organizado por la Asociación Católica de Propagandistas en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid. En él dejó escrito: ?El diálogo entre científicos ateos y agnósticos y los que estamos abiertos a la Trascendencia, sólo puede ser productivo si está impregnado de esta actitud humanista?A este respecto no está de más recordar la actitud de don Severo Ochoa, agnóstico confeso, pero notablemente respetuoso con las actitudes religiosas y deseoso de profundizar en el diálogo con los creyentes. Recordaría el artículo de Xavier Zubiri que se titula ?Escritos? en la página 173 de un libro editado hace dos o tres años por el mismo Consejo Superior de Investigaciones Científicas y a este respecto se podría decir que la maduración de don Severo Ochoa, a quien tuvimos la suerte de tratar con relativa frecuencia hasta sus últimos, días tuvo lugar en una época en la que los conflictos entre fe y ciencia estaban mal resueltos y muy agudizados por actitudes irreconciliables como la de los ultramontanos que pretendían una interpretación literal de los relatos bíblicos sobre la creación y los ateos que querían elevar absoluto cualquier hallazgo científico. A don Severo Ochoa, educado como católico en su niñez, como a tantos otros, esos conflictos le debieron apartar de una mayor profundización en preguntas que son fundamentales para todo ser humano. Afortunadamente la investigación sobre las Sagradas Escrituras y sobre los límites de cualquier demostración científica han avanzado mucho?

Al hablar de la ética de las ciencias, no dudaba en afirmar que ningún aspecto de la actividad humana cae fuera de su ámbito. Para él ??el humanismo cristiano tiene que iluminar los comportamientos y actitudes de quienes cultivan la investigación científica y quienes la utilizan ?Los cristianos no necesariamente podremos imponer nuestros puntos de vista ni siquiera en las sociedades occidentales de raíz cristiana. Por ello tenemos que ser lo suficientemente inteligentes para llegar al diálogo, agotar el diálogo, aquellos ámbitos en los que el humanismo nos permita coincidir con quienes desde una vertiente no religiosa pueden encontrar convincentes nuestras posturas. El valor del testimonio y la coherencia de quienes somos católicos y no tenemos inconvenientes en manifestarlo, resulta fundamental?? hablando de la capacidad de diálogo que debemos desarrollar con quienes no lo son, pero comparten los valores de nuestro humanismo y los encuentran convincentes. Casi al final de su intervención decía: ?Especial importancia tiene en estos momentos el respeto a la vida humana desde su origen, el embrión, hasta su final?. Se trataba, como muchos somos, de un científico PROVIDA.

En una magnífica recopilación de aspectos de su persona hecha por personas que lo conocieron personalmente, Federico Mayor Zaragoza dijo que ??fue uno de los científicos españoles de mayor renombre nacional y europeo. Licenciado y doctor en Farmacia, con premio extraordinario, en 1955. Realizó su formación posdoctoral con Ernest Gale en la Universidad de Cambridge, en la que también se doctoró en 1959. En España fue uno de los más acreditados discípulos de Lorenzo Vilas, catedrático de Microbiología en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid?. A Vilas ya le dedicamos atención en Ecclesia como científico católico. Sigue don Federico diciendo en el artículo sobre don Julio: ?Fue catedrático del Instituto de Microbiología y Bioquímica de la Universidad de Salamanca y del CSIC. Como muchos de los maestros de la bioquímica española, fue discípulo de Ángel Santos Ruiz, que introdujo en España la Química Biológica en los estudios de licenciatura?. También a don Angel le hicimos memoria en ECCLESIA. Continúa don Federico diciendo: ??Rodríguez Villanueva siempre prestó atención especial a las generaciones que llegaban a un paso de la suya. Responsabilidad: esta es la palabra clave en su vida. Ya en 1961 colaboró en la creación de la Sociedad Española de Bioquímica, cuyos principales actores ? Alberto Sols, ? y Carlos Jiménez Díaz?. A ambos, también científicos católicos, les dedicamos sentido homenaje en Ecclesia: Carlos Jiménez y Alberto Sols. ?El resultado más sobresaliente de toda su vida, dedicada a sembrar ciencia en terrenos normalmente poco propicios, es la gran cantidad y calidad de docentes e investigadores que hoy orlan la microbiología y bioquímica de nuestro país. Las personas con tan extenso recorrido e inusitada altitud dejan huella imperecedera. Un día se ausentan, pero de ellos permanece lo que más importa: ciudadanos del mundo, siguen iluminando los caminos del mañana e impulsando nuevos rumbos en las generaciones venideras. Julio Rodríguez Villanueva, ciencia y conciencia, sigue presente, inolvidable?, terminaría diciendo don Federico en su artículo publicado en El País el 23 de noviembre de 2017.

Pionero de la microbiología española lo llamaría Manuel Losada Villasante, también científico católico, en su artículo publicado en ABC el 25 de noviembre de 2017, en el que hizo alusión a alguien también crucial en el desarrollo científico español ??guiados por la sabia, firme y paternal mano de don José María Albareda, los dos emprendimos en la década de los 60 (tras una provechosa y prolongada estancia en el extranjero) nuestras carreras científicas en Microbiología y Bioquímica en el vanguardista Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) del Consejo?La renombrada Escuela salmantina de microbiólogos, nacida a la sombra y con el calor de Julio, PhD, en Bioquímica en 1959 por la Universidad de Cambridge, y de su encantadora mujer, Isabel García Acha, investigadora de primera línea en enzimas líticos de paredes celulares de hongos, es una espléndida realidad que goza de reconocido prestigio nacional e internacional?. José María Albareda co-fundó el CSIC hace precisamente ahora 80 años.

Finalmente otro científico católico en activo, César Nombela, en su artículo publicado en ABC el 22 de noviembre de 2017: ?.En la muerte del profesor Villanueva viene a la mente su esforzado trabajo en pro de una universidad investigadora. Para él, la institución académica solo merecería tal nombre cuando la creación de conocimiento tuviera un lugar preferente en su seno?La escuela de Villanueva se ha extendido con efecto multiplicador desde Madrid (CSIC) o Salamanca, a universidades como Santiago de Compostela, Oviedo, León, Complutense, Alcalá de Henares, Extremadura, Valencia, Murcia, Tenerife, etcétera. Seleccionó a los mejores discípulos, respetando sus ideas, animando a cada cual a alcanzar las metas más elevadas… Imbuido de la necesidad de promover un verdadero ambiente científico en España, en la línea de Cajal, Ochoa o Albareda, no dudó en acceder a innumerables responsabilidades. Entre ellas, la presidencia de la Federación Europea de Sociedades Españolas de Bioquímica (1968-72), con la celebración en España del Congreso Europeo de Bioquímica en 1969, un acontecimiento de impacto para la ciencia española; el Rectorado de la Universidad de Salamanca (1972-79), siendo además el primer presidente de la Conferencia de Rectores de España; la dirección de la Real Academia de Farmacia (1998-2001); la presidencia del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, desde 1996; y la vicepresidencia del Consejo Científico de la Fundación Ramón Areces, a cuya gestión ha dedicado sus esfuerzos durante un largo período?.

Todo esto y mucho más puede encontrarse en internet, sobre esta personalidad crucial en el desarrollo científico español contemporáneo, en la que Iglesia Católica y ciencia, o razón y fe, se dieron la mano para bien de todos.