Católicos y científicos: Miguel Asín Palacios, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: Miguel Asín Palacios, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Alfonso V. Carrascosa

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Católicos y científicos: Miguel Asín Palacios, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Famoso arabista español además de islamólogo, compaginó perfectamente su actividad científica, docente y de gestión con sus creencias católicas y su ministerio sacerdotal, llegando a formar parte como vicepresidente del equipo directivo fundador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), institución mayor y más longeva dedicada a la ciencia de toda la historia de España, que fue gobernada en sus inicios por católicos como su primer presidente, José Ibáñez Martín, y además de ello prestigiosos científicos, como su primer secretario general, Jose Mª Albareda, o sus vicepresidentes Antonio de Gregorio Rocasolano, Juan Marcilla o el propio Asín. A los 75 años de la fundación del CSIC vale la pena recordarlo.

Nacido en Zaragoza el 5 de julio de 1871, estudió en el Colegio del Salvador, de la Compañía de Jesús, el bachillerato. Ingresó luego en el Seminario Conciliar de San Valero para cursar los estudios de la carrera eclesiástica, que simultaneó con los de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, donde en 1891 asistiría por primera vez a las clases de Julián Ribera, prestigioso arabista, iniciando así una larga amistad y colaboración científica. Se licenció en 1894.

En 1895 se ordenó sacerdote y dijo su primera misa el 29 de septiembre de 1895. Pocos meses después se trasladó a Madrid para doctorarse en 1896. Su tesis doctoral, que marcó la dirección posterior de sus estudios, versó sobre Algazel: Dogmática, moral y ascética (Zaragoza, 1901), y se publicó con prólogo de Menéndez y Pelayo, a quién conoció por esas fechas. En 1897 obtuvo la borla en la Facultad de Teología, en Valencia.

En cuanto a su actividad docente, desempeñó la cátedra de Humanidades y de Historia de la Filosofía en el Seminario de Zaragoza desde 1896 a 1902, y obtuvo por oposición la cátedra de Árabe en la Universidad Central el 24 de abril de 1903, donde sucedió al también famoso arabista Francisco Codera Zaidín.

Su actividad científica incluyó su faceta de filólogo, lingüista y lexicógrafo, en obras tales como Glosario de voces romances registradas por un botánico hispano-musulmán (siglos XI-XII), o en el estudio del popular libro de fray Anselmo de Turmeda,

Disputa del asno, en el que no le tembló el pulso al demostrar que era un plagio de un tratado árabe, Disputa de los animales contra el hombre, que es el 21 de la Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza, secta filosófica política del siglo x, nacida en Basora. Además se dedicó a buscar la relación entre cristianismo e islam, tanto a nivel filosófico como espiritual, estableciendo antecedentes cristianos en escuelas místicas musulmanas en obras como El Islam cristianizado (1931), donde desvela la ascendencia cristiana de la mística sufí de Ibn al-Arabi, Abén Massara y Abentofail, o La espiritualidad de Algazel y su sentido cristiano (1934), donde se demuestra la ascendencia cristiana de la teología de Al-Ghazali (Algacel o Algazel).

También demostró conexiones entre la filosofía arábiga y el renacimiento de la escolástica cristiana del siglo XIII o el gran florecimiento místico hispano del siglo XVI y el islam, en obras como Averroísmo teológico en Santo Tomás de Aquino (Homenaje a Codera, Zaragoza 1904),. Artículos suyos famosos son El filósofo zaragozano Avempace (Revista de Aragón, 1900-1901), La moral gnómica de Aben Hazam de Córdoba (Cultura Española, 1909) y La psicología según Mohidin Abenarabí (Congreso Intrernacional de Orientalistas, París, 1907).

El 29 de marzo de 1914 ingresaba en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, donde leyó un trabajo que excedía de los límites acostumbrados en esa clase de oraciones . Presentó un verdadero libro, cuyo contenido era la exposición magistral de los orígenes de la filosofía arábigoespañola, cuyo tema fué : Abenmasarra y su escuela . La Real Academia Española lo eligió el 14 de enero de 1915, y su discurso tuvo enorme resonancia y fue posteriormente publicado: La Escatología musulmana en la Divina Comedia (Madrid, 1919).

Sus estudios sobre las posibles relaciones entre la Divina Comedia, de Dante Alighieri, y algún pasaje del místico murciano sufí Ibn al-Arabi, contenido en el Fotuhat, fueron expuestos con tal maestría que sorprendieron por la novedad y convencieron por la exactitud . También estudió aspectos históricos de modo brillante, como corrobora que ingresase en la Academia de la Historia en 1924. En su discurso profundizó en la figura del escritor Ibn Hazm, lo que culminó en el libro Abenhazan de Córdoba y su historia crítica de las ideas religiosas (Madrid, 1924). Fue asimismo traductor, editor y estudioso del andalusí Avempace, filósofo del siglo XI originario de la Taifa de Zaragoza.

Su actividad se mantuvo a través de los años gracias a su salud admirable y a su método de vida, rigurosamente observado. Sus últimos estudios, en los que se mezclan aspectos históricos con filológicos llenos de erudición y de crítica, Contribución a la toponimia Árabe (Madrid, 1940), Un botánico arábigo andaluz desconocido (Madrid, 1942), y el Glosario de voces romances registradas por un botánico hispanomusulmán – (siglos XI-XII), (Madrid, 1943), los escribió siendo ya vicepresidente del CSIC , donde además desarrollaba su actividad científica en el Instituto de Estudios Árabes que, tras su fallecimiento, llevó además su nombre.

Como promotor de instituciones científicas, participó en la fundación del Centro de Estudios Históricos (1910), fue miembro de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid y vicepresidente fundador del CSIC.

De cara a la transferencia del conocimiento y la cultura científica, fundó la revista Aragón, que duró desde 1901 a 1905, y que se convirtió luego en Cultura Española (1906-1909), en colaboración con Ribera, Ibarra, el filósofo Gómez Izquierdo (presbítero como él) y otros . La revista Al Andalus (1933) se debió también a su iniciativa. Todas ellas le dieron un prestigio internacional que le abrió las puertas de los más prestigiosos centros científicos de España y del extranjero.

Fue también Miembro de numerosas sociedades científicas extranjeras: de la Hispanic Society of America, de la Koninkhje Akademia van Watenschappen de Amsterdam, de The Medieval Academy of America, del Comité International d’Histoire des Sciences, de la Royal Asiatic Society de Londres, de la Société Asiatique de París y de la Academia Árabe de Damasco. Fue Sumiller de Cortina de Alfonso XIII. En política llegó a ser Procurador en Cortes designado por el Jefe del Estado durante la I Legislatura de las Cortes Españolas (1943-1946).

Precisamente falleció siendo procurador, el 12 de agosto 1944 en San Sebastián. Su archivo y biblioteca, que incluía los ricos legados de los archivos de los también arabistas Francisco Codera y de Julián Ribera, se encuentran en la actualidad en la Biblioteca de la UNED.

Su obra escrita abarca alrededor de 250 títulos entre libros, traducciones, ediciones y artículos, así como las numerosas reseñas que publicó para las revistas más serias y académicas y su actividad como arabista e islamólogo no estuvo reñida con una objetividad chocante con la actual forma de considerar lo musulmán y lo islámico en nuestro país, particularmente por los autodenominados progresistas, tal como se desprende del siguiente texto (En Ibn Masarra y su Escuela, Miguel Asín Palacios, Obras Escogidas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Escuela de Estudios Árabes, Madrid, 1946, Vol. I, p.7):

Mahoma, nacido en el seno de aquel pueblo, no podía menos de verse influido por el mismo ambiente de religiones varias que le rodeaban y su código religioso carece por eso de toda originalidad.

Enfrente de la idolatría y astrolatría de la mayor parte de las tribus, opone un monoteísmo judaico y nestoriano, negando la Trinidad y la Encarnación cristianas; acepta del cristianismo y del judaísmo, igualmente, un gran número de prácticas religiosas, la oración, el ayuno, la purificación, la limosna, etc., y como sanción de la moral, adopta el dogma escatológico de la resurrección y la existencia de una vida futura; la misión divina de Mahoma, continuador y definitivo perfeccionador de los profetas hebreos y de la revelación cristiana, es el artículo que completa este sencillo símbolo alcoránico.

Su contenido es paupérrimo, filosóficamente considerado, así en el dogma como en la moral; en vano se buscarán en él teorías fijas acerca de la naturaleza de Dios y de sus atributos, de la presciencia y predeterminación de los actos humanos, de la libertad moral de éstos, etc. La relación mística de las almas con su Creador, en que la religión estriba, no puede verse satisfecha con una teología tan agnóstica que se limita a confesar un monoteísmo vago y frío, con un Dios autócrata e indiferente para sus criaturas, que no puede siquiera aspirar a amarle, porque tan solo saben de Él que existe y que es uno, que premia y que castiga.

BIBLIOGRAFIA

Memoria CSIC 1944 (http://www.csic.es/web/guest/memorias-narrativas-1940-1962)

http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_As%C3%ADn_Palacios

http://en.wikipedia.org/wiki/Miguel_As%C3%ADn_Palacios

http://www.latindex.ucr.ac.cr/kanina-34-2/kanina_34_2_17.pdf

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