Católicos y científicos: Orgullo de Museo, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Católicos y científicos: Orgullo de Museo, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Alfonso V. Carrascosa

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Católicos y científicos: Orgullo de Museo, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

A título personal y por iniciativa propia me gustaría decir, humildemente y con todos mis respetos, que la palabra orgullo es de uso poco frecuente en el ámbito de las ciencias naturales. Se trata de un sentimiento que, en relación a la investigación científica, no resulta de mucha utilidad para generar conocimiento novedoso. Se exhibe en el Museo Nacional de Ciencias Naturales una intervención expositiva titulada "Orgullo de Museo. El Arco Iris de la Naturaleza". La inauguración, al contrario de lo que viene siendo habitual, fue llevada a cabo en la más estricta intimidad, como los entierros de la gente adinerada, cuando lo normal es hacer una amplia invitación difundida por medios, dar un vino, etc. Tampoco se consultó al colectivo de científicos que componemos la plantilla del Museo Nacional de Ciencias Naturales sobre el contenido de la intervención, por lo cual no debe ser interpretada ni como la postura oficial de los mismos, ni como la postura oficial del Museo, ni como la postura oficial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ni mucho menos como la postura oficial de la ciencia.

La intervención no consiste en una exposición, si no en la puesta de cartelas sobre varios elementos de algunas exposiciones permanentes tales como Biodiversidad, el Parque Nacional Sierra de Guadarrama o Geología, muy visitadas por familias y menores de edad. En dichas cartelas se enumeran casos en los que aparentemente la orientación sexual de algunas especies animales no se dirige hacia la procreación, presentándose los hechos como descubrimientos novedosos, cuando es algo conocido desde hace décadas por no decir siglos en algunos casos. Conviene decir al respecto, por aclarar, que los especialistas en zoología hablan de que sobre las aproximadamente 960.000 especies de animales que conocemos, parece ser que esto ocurre en un número de que va de 450 (0,05% de las especies conocidas) a 1500 (0,16% de las especies conocidas), y en un porcentaje ínfimo de individuos por especie. Es decir, además de tratarse de un asunto numérico sujeto a controversia científica, tiene una incidencia infinitesimal, eso por no hablar de lo arriesgado que resulta interpretar tales conductas como lúdicas o placenteras, cuando hay expertos que dicen que en algunos animales son más bien asimilables a expresiones de dominio, cuando no vejatorias o de violencia.

A eso hay que añadir que dichos comportamientos son en la mayor parte de los casos puntuales, es decir, que no se mantienen en el tiempo y que, por tanto, son difícilmente comparables con conductas humanas individuales establecidas de manera prolongada, aunque siempre con posibilidad de revertir. Además, estos comportamientos de bajísima frecuencia suelen practicarlos individuos que, al llegar la época de celo, procrean con absoluta normalidad, haciendo uso de la complementariedad sexual, que para eso precisamente está en la naturaleza, y que es la base científica fundamental del mantenimiento de la tan deseable, querida y protegida biodiversidad: precisamente de no ser así, las especies desaparecerían.

Mucha de la información publicada al respecto de "Orgullo de museo" en los periódicos hace comentarios sin base científica alguna, utilizando claves interpretativas muy asimilables a lo que comúnmente se denomina "coger el rábano por las hojas". Además, los asuntos relacionados con la orientación sexual humana están sujetos a controversia científica digan lo que digan las leyes al respecto, y para muestra un botón: el extraordinariamente bien documentado estudio científico del Hospital John Hopkins https://www.thenewatlantis.com/docLib/20160831_TNA50SexualityandGenderESP.pdf.

Es probable que en Madrid existan en la actualidad museos con exposiciones en las que se incluyan mensajes con información sólida, que no induzcan a los visitantes a llegar a conclusiones sin base cualitativa y cuantitativamente científica, conclusiones claramente calificables no de religiosas, si no de pseudocientíficas. Si alguien, no obstante todo lo dicho aquí, visita el Museo Nacional de Ciencias Naturales, que por favor tenga en cuenta lo dicho para interpretar los datos científicos de la intervención expositiva de manera correcta y no como se ha hecho en algunos medios.