"Consumatum est": Alfonso Merchán

"Consumatum est": Alfonso Merchán

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"Consumatum est": Alfonso Merchán

Cuando nos encontramos con una persona nonagenaria, incluso octogenaria avanzada, que se mueve con agilidad de cuerpo y mente, decimos que firmaríamos para nosotros lo mismo en nuestra vejez. Hoy yo siento el deseo de firmar, no en la edad pero sí en el vivir, bajo el sello de Alfonso Merchán y su llegada a la muerte. Es más me uniría al modo en el que creo que se ha presentado al Padre, en el Hijo, tocado por el Espíritu y exclamando con paz y serenidad ? algo que le caracterizaba-, el grito cristológico, que en pocos días celebraremos en Viernes Santo: "Todo está consumado", todo está cumplido.

Recuerdo mi llegada a Olivenza hace treinta y tres años. Allí conocí a los Alfonsos, y a sus retoños queridos, después aumentados. Una casa que fue mi casa, una mesa que fue mi mesa, una verdad compartida y buscada, una iglesia fiel y amable. Eso de la acogida que hablamos ahora y que para ellos era pan nuestro de cada día. Desde entonces los he entendido como referente de iglesia doméstica y de ciudadanía comprometida. Y en mi camino de vuelta, por el campo sereno que él amaba, he pedido al Padre Dios, recordar flashes de Alfonso para orar y consolarme. Y aquí algunos:

"O Dios o el dinero"

El siempre eligió, junto a ella ?Alfonsa-, lo "humano", para elegir así lo divino. Recuerdo su trabajo primero en el banco, allí donde apretaban dos intereses con la misma divinidad, el banco con sus historias de ascensos y sus domas, y los clientes que amaban su dinero sobre todas las cosas. Su insatisfacción por esta liturgia de desencanto que quitaba la gracia a la vida, durante toda una jornada. A golpe de flexo y de noches, con la ayuda de su familia, preparó sus estudios en la Uned y opositó a la enseñanza, donde se veía más vocacionado y servicial, y así fue. Su ser profesor le permitió vivir con otro horizonte y sentido su trabajo, y abandonar aquel Dios tan falso del dinero.

"Dad y se os dará"

Yo creo que entendió el imperativo primero, y creyó que esa era ya su propia paga, la alegría de ser generoso. Lo de recibir lo guardaba en secreto, porque para él cuando se compartía sólo le dábamos al otros, necesitado, algo de lo que realmente le pertenecía en justicia". Supo transmitir a sus familia que lo de ser generoso y compartir, no era cuestión de creencias sino de justicia, y que nos correspondía a todos ser ciudadanos y justos. Que la austeridad debía ser un principio de vida para ser humanos, y que la alegría estaba más allá de lo que se tenía o se consumía, porque la gracia está en el ser y en la autenticidad. Por eso sus deseos no fueron nunca más allá de su corazón.

"La medida que uséis?"

No entró en el juicio ni en la condena y se mostró disponible. En la sociedad, en el pueblo, en la Iglesia. Habló con transparencia y manifestó siempre lo que creía y el evangelio le sugería, no desde la condena, sí desde la interpelación siendo él el primero que se miraba en su viga sin querer sacar la brizna de paja al otro en su ojo. Cuando le juzgaron no respondió con condena, su paz y su confianza en Dios y en lo humano fueron firmes. Fue fiel bautizado en la Iglesia, ciudadano honrado en la sociedad, profesional justo en el instituto, paisano amable, cercano y sencillo en el pueblo. La medida que buscaba era de pasar haciendo el bien y, a ser posible, curando a los que podía, y acompañando a todos.

"Amaos unos a otros"

Nunca le oí un discurso, siendo culto y sabio como era, pero si le vi los gestos propios de los cristianos: fraternidad y comunidad. Eran los retos de la fe que tenían incrustrados en su matrimonio, ser sacramentos de unidad y de cercanía en todos los espacios para facilitar la clave fundamental del evangelio que era el amor y el perdón. Siempre estuvieron en la búsqueda del profundo y de que hermanaba, no sólo entre nosotros y los de siempre, sino de un modo universal y justo. Para ellos eran hermanos los de las cofradías y los rumanos, sin orden de prioridad ni distinción, y había que compartir más con éstos que con aquellos, porque el crucificado se identifica más con los que sufren. Su papel en la parroquia no era de cargos, sino que pretendían ser de servicio, en momentos más buenos o menos buenos, la comunidad está más allá de los momentos. La Iglesia es Iglesia de hermanos y no de jerarquías, de justicia y no de privilegios, de autenticidad y no de ornatos? y esto sin acritud.

"Tened los sentimientos de Cristo"

Crecido a los pies del Cristo de la Misericordia, conoció al Jesús del Evangelio, al de Nazaret, y desde ahí entendió que la grandeza de Dios pasa por la vida oculta de lo diario: su familia, su matrimonio, su profesión, su pueblo, su parroquia, el mundo. Hizo eco del evangelio en lo diario y en lo sencillo. Por eso fue padre en el Padre, amó con locura sencilla: Pilar, Rosa, María José, Fátima?nietos? no predicó, amó, perdonó, acarició, cuidó, animó, acompañó, se alegró, lloró, se entregó, siempre, con fidelidad. Y desde ahí mismo fue hijo, hermano, familiar, amigo.

"Carne de mi carne"

Y una identidad no disimulada, sino proclamada a los cuatro vientos, él y ella: los Alfonso. Lo del nombre pudo ser casualidad, lo de la identificación ha sido gracia de Dios llevada en tesoros de barro con una dignidad imitable. Su amor ha sido tanto, tanto?que a fuerza de ser humano ha sido divino, y todos somos testigos de cómo se querían. Se han querido hasta la muerte, sin límites. Ahora Alfonso lo tiene más fácil para seguir amando, porque lo hace desde la frontera de lo eterno, le costará más a Alfonsa que tendrá que vivir ese amor, que es más fuerte que la muerte, desde el recuerdo de lo absoluto vivido en los instantes y , sobre todo, desde el sueño futuro de la fe que mantiene viva la esperanza de que volveremos a encontrarnos abrazados en el Cristo Glorioso. Ahora a vivir místicamente y sacramentalmente esa unión que, a fuerza de haber sido tan humana y tan auténtica, es más fuete que la muerte y que el dolor que esta produce.

Bendito amigo Alfonso, al recoger estos hilvanes de un vivir tan sencillo como el tuyo, no nos queda más remedio que oír en tu alma el grito cristológico amoroso de que todo está cumplido, y todos nosotros como el centurión ante la cruz de tu agonía y la autenticidad de tu vida, no podemos decir otra cosa que la que decía él ante Jesús: "Verdaderamente este hombre era justo" o en el decir de Machado "un hombre bueno".

José Moreno Losada (http://blogs.hoy.es/de-lo-divino-y-lo-humano/2016/03/12/consumatum-est-alfonso-merchan/)

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