Creer es comprometerse, por José-Román Flecha Andrés (Diario de León, 8-12-2012)
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Así rezaba el título de un libro que se hizo famoso después del Concilio Vaticano II. En realidad, el título ya era bastante elocuente. Pretendía decir que no es buen creyente el que admite una verdades de fe, que no sabe explicar, que no las trasmite a nadie y que no se comporta de modo que esa fe se convierta en obras visibles y palpables. En la carta apostólica La Puerta de le Fe, Benedicto XVI nos recuerda que la fe es don de Dios, pero también es tarea humana. Como don, hay que pedirla y agradecerla a Dios. Como tarea humana hay que aceptarla, cuidarla y desempeñarla con gererosidad y responsabilidad.
De hecho la fe exige la conversión, como afirma Jesús al comienzo de su misión: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). La primera parte refleja la iniciativa del mismo Dios. La segunda parte encierra una doble exhortacion dirigida a las gentes.
La Iglesia es santa, pero admie en ella a percadores y gentes mediocres como nosotros. La comunidad ya redimida por el Señor, ha de mantenerse en vela, puesto que todavía no ha alcanzado la plenitud de la santidad a la que ha sido llamada. Cada uno de los creyentes está llamado a una continua conversión. Y cada una de las estructuras eclesiales está siempre necesitada de reforma y renovación.
Según el Papa, "la renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyente: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó" (FP 6).
Ahora bien, este testimonio no será coherente ni podrá ser creíble ni creído, si no va avalado por una auténtica y sincera conversión al Señor, único Salvador del mundo. Una conversión que, motivada por el misterio pascual de Jesucristo, nos abre al don de la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31).
Ahora bien, la fe es dinámica. Como las grandes realidades del espíritu sólo se conserva cuando se entrega y contagia. Con una frase lapidaria afirma Benedicto XVI que "la fe sólo crece y se fortalece creyendo". El simbolismo del lucernario con el que se inicia la vigilia pascual debería orientar nuestra vida de creyentes. Recibimos la luz de Cristo y la pasamos humilde y gozosamente a nuestros hermanos.
Como a sus discípulos, "Jesús nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo" (PF 7).
Hoy hace falta un compromiso evangelizador. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento del amor de Dios amor. La fe crece cuando se vive como un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo.
José-Román Flecha Andrés