Europa: menos ambición y más dignidad

Europa: menos ambición y más dignidad

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Europa: menos ambición y más dignidad

Por José Moreno Losada, sacerdote de Badajoz

La vida no deja de sorprenderme? De Camino a casa, he parado en la avenida Carolina Coronado para hacer unas gestiones de banco. Al salir, he recordado que no tenía tomates, producto que en este tiempo me gusta tener para comerlo rajado con sal. De repente, me he percatado de que allí había una nueva tienda de fruta, muy pequeña, llamada ?La Avenida?.

Me han sorprendido los tomates, cuidadosamente colocados en la puerta, así que he entrado para adquirir algunos; el dependiente, al ver que iba a cogerlos, me ha preguntado para qué los quería y, al decirle que para ensaladas, me ha comentado que mejor no, porque están ya bastantes maduros y son más útiles para gazpacho. Me ha llamado la atención su actitud ante mí como cliente, sin conocerme de nada. Le he preguntado desde cuándo tenía la tienda, y ha comenzado su relato de vida al comentarle que yo lo reconocía de haberme servido gasolina en la estación del polígono el Nevero.

Allí trabajó ocho años, se preparó obteniendo todos los carnets de transportes de furgonetas, camiones, etc., en cuyo oficio estuvo también un tiempo. Pero ya llevaba tres años parado. El verano pasado estuvo trabajando en la fruta y, con lo que consiguió, ha invertido en el arriendo de este local pequeño de la avenida, y ya lleva tres meses con esta tienda de fruta. La vida le ha hecho cambiar de proyecto y meterse a la aventura en este pequeñito negocio que, por lo que me decía, le va bien.

Le digo que es el trato cercano y humano el que hace que una tienda de este tipo vaya adelante y le valoro el gesto que ha tenido conmigo acerca de que no me llevara esos tomates porque nos los veía aptos para el uso que yo quería darles. Le comento que, por esa razón, me he sentido animado a comprar otro tipo de fruta -que me está pesando en ese momento-, y que esa razón será la que me anime y encamine más de una vez a que me pare, entre, compre y converse con él.

Es cierto que lo recordaba de la gasolinera y de verlo por el barrio con su mujer y algún hijo pequeño. En estos momentos, al leer un comentario periodístico sobre los fundamentalismos religiosos y lo divino, haciendo alusión a un grafitis que rezaba: "Dios no está muerto sino vivo y está trabajando en un proyecto menos ambicioso", me recordó al frutero nuevo y a todos los que en esta crisis se arreglan, luchan, arriesgan y se lanzan porque están vivos a trabajar en proyectos mucho menos ambiciosos, sin dejar de ser humanos y auténticos. En ellos veo a este Dios de lo humano y de lo sencillo del que hace alusión el periodista, y para no perderle de vista -al Dios de los pequeños- seguiré entrando a buscar tomates, sandías, melones o lo que sea en esta pequeña y nueva frutería, donde despacha un señor del barrio que no engaña a sus clientes, porque no sabe hacerlo.

La lista que se me ocurre de proyectos menos ambiciosos son muchísimos: Miguel -de gestor y formador, a cortador de jamón-, Sara -de Magisterio, a trabajar en fábrica de frutas-, Milagros -desde la caída de la tienda de reparación de electrodomésticos de su marido Antonio y del trabajo de casa, a cuidar enfermos y ahora trabajar en la lavandería del asilo-, Inesu y David -estando más de un año en trabajos de hostelería y limpieza en Inglaterra para aprender el idioma con sus Licenciaturas y sus Máster acabados-, Félix -maestro albañil recogiendo frutas con el calor intenso de más de cuarenta grados-, Antonio -chapista de coches, agotado en el campo en labores duras que aguanta por su hija pequeña-?

Una lista interminable de personas sencillas que, sin ser ambiciosas en sus vidas, castigadas por la crisis, reducen sus aspiraciones y proyectos, acomodándose a la necesidad, luchando en la precariedad y en la dureza de una sociedad que no es justa con todos y que, a veces, premia a los ambiciosos recortando la vida de los sencillos y humildes: aquellos que sostienen realmente el mundo de lo diario y de lo auténtico.

Ellos son los que se merecen el verdadero homenaje en medio de esta crisis, ellos son los que la soportan y se enfrentan, los que aguantan y esperan con un corazón inquieto y creador. Frente a la ambición se entregan, confían y comienzan de nuevo, ellos son los que entienden el mensaje de decrecer para crecer. Y ahí está el ejemplo y el referente que deberían ocupar los titulares para la crisis griega, la comunidad europea, para el mercado mundial. No son cuestiones puramente técnicas de mercado las que están en juego, sino el verdadero humanismo. Queremos ser humanos, como el frutero nuevo de la estación, el que en la debilidad no miente ni engaña, porque su cliente es para él una persona y antes que la ganancia está la honradez, que trabaja la verdadera libertad, igualdad y fraternidad. Él sabe reducir su ambición para que su proyecto, aunque sea humilde y sencillo, no deje de ser digno y honrado, ¡verdaderamente humano!

Europa ha de apostar por un proyecto menos ambicioso y más humano. Será muy difícil que los ricos, también en Europa, entren y quieran estos caminos de verdad y justicia que llevan a la salvación de todos. Los griegos, ya, con su voto desde el dolor, han gritado este deseo profundo humanista: menos ambición y más dignidad.

José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz