Francisco: El Papa de la templanza, por José Manuel Coviella Corripio
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Francisco: El Papa de la templanza, por José Manuel Coviella Corripio
La Iglesia en el siglo XXI sigue su peregrinar. Un nuevo Papa ha sido elegido. Es el nº 266 de la Historia de la Iglesia.
En un mundo lleno de incertidumbres, la Iglesia de Jesucristo ofrece un Papa sereno discreto que lo primero que hace es rezar y pedir la oración a los presentes en la Plaza de San Pedro. Y lo hace con una expresión es escena llena de naturalidad y sencillez.
Sin duda que el nombre elegido (Francisco) en clara alusión a S.Francisco de Asís, un gran reformador, abre la esperanza de millones de cristianos y personas de buena voluntad que perciben la gran necesidad de reforma en la estructura de la Iglesia de Jesucristo.
Jorge Mario Bergoglio, desde ahora el Papa Francisco, es un hombre sencillo, austero, pero al mismo tiempo es un hombre fuerte, defensor de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Es el primer Papa de América, el primero que elije el nombre del Santo de Asís.
Si, como dice el adagio latino "nomen est omen" (un nombre es una señal), el Papa Bergoglio manda al mundo un mensaje claro de "aggiornamento", de cambio tranquilo y prudente.
Si la elección del nombre es el primer signo utilizado por el nuevo Papa para indicar la orientación que desea imprimir a su pontificado, la de Francisco está clara: pobreza, austeridad, humildad, y todo bajo el foco de Jesucristo, su amor a todas las criaturas.
Un Papa con serenidad y templanza
El nuevo papa, como ya ha indicado en su primera homilía como Papa, recordando al Abraham, el padre de la fe, quiere caminar, siguiendo las raíces evangélicas. El nuevo Papa ya está entrenado en ese quehacer. Hay detalles, siendo cardenal en Buenos Aires que lo demuestran. No es amigo de aspectos ostentosos.
Si no se obra así confesando en ese caminar a Jesucristo, la Iglesia se convierte en una ONG más.
La Iglesia ha elegido a un buen timonel. Esperamos el viento a favor para ese cambio necesario en el siglo XXI. La Iglesia necesita un renacimiento.
La Iglesia rezó en el cónclave:
Ven, Espíritu Creador,
visita las mentes de los tuyos;
llena de la gracia divina
los corazones que tú has creado.
Enciende tu luz en nuestras mentes,
infunde tu amor en nuestros corazones,
y, a la debilidad de nuestra carne,
vigorízala con redoblada fuerza.
Y el nuevo Papa que salió de ese cónclave resaltó enseguida la ternura y misericordia de Jesús. Porque Jesús perdona siempre, te está esperando para perdonarte, para volverte a ubicar. Jesús no se cansa de perdonar, nos recordó el Papa. Hay que mirar hacia adelante; el papa que fue elegido en unas fechas cercanas a la Semana Santa y la primavera de 2013, preconiza una nueva primavera para la Iglesia, con un Papa para todos. Los primeros gestos del nuevo Papa nos suenan ya a primavera para la Iglesia.
En este momento de la historia, época de tecnologías, de redes sociales y de comunicación, el nombre de Jesucristo tiene que volver a sonar. Debe ser el nombre que suene más. Si es así vendrán los verdaderos cambios en la Iglesia, empezando por los cambios en el corazón humano, es decir, el necesario arrepentimiento y conversión. Si se da esa base, vendrán los otros cambios, como: más diálogo con el mundo, incrementar el ecumenismo, reformar estructuras de la Iglesia, valorar la espiritualidad que surge del evangelio, potenciar una Iglesia pobre y para los pobres, etc.
El nuevo Papa Francisco no se demora. En su primera carta al rabino de Roma, Dr. Ricardo di Segni, le dice que espera poder contribuir al progreso de las relaciones entre judíos y católicos conocidas a partir del Concilio Vaticano II, en un espíritu de colaboración renovada. Si algo necesita hoy la Iglesia Católica es tender puentes, con sus fieles, con las otras confesiones, con el mundo en general. Ya lo ha manifestado en puntuales referencias a otras Iglesias y confesiones religiosas.
Un Papa que reivindica la oración
Porque al mundo le van mal las cosas cuando no escucha a Dios, cuando deja a Dios de lado. Por eso, lo primero es el silencio y la oración, dos columnas sobre las que el Papa Francisco quiere empezar su ministerio petrino. Solo en el encuentro con Dios (eso es la oración) podemos vislumbrar las pautas para la praxis de cambios. El nuevo papa ha querido mostrarnos -en su primera aparición pública, recién elegido- que el mensaje de Cristo no puede anunciarse sin la oración; ahí radica la fuerza de la verdad. Por eso ha pedido rezar. Necesita que el pueblo de Dios se encuentre con Dios para poder acometer las tareas necesarias que lleven la luz de Cristo a este mundo y en este momento de los primeros avatares del siglo XXI.
Por lo que sabemos del nuevo Papa, estamos ante una persona sencilla que predica con el ejemplo, como lo demostraba su vida cotidiana: viajar en transporte público, vestir, vivir con sencillez; atender a los sacerdotes, acompañar a los ancianos… Son gestos que traducen perfectamente el comportamiento coherente de un hombre de fe en Jesucristo. Esa sencillez, esa templanza va unida a la fortaleza, que junto con la prudencia y la justicia marcan la pauta de comportamiento de un hombre de Dios: el nuevo Papa Francisco.
El nuevo Papa pide rezar y sabe que toda la Iglesia católica reza por el nuevo vicario de Cristo, que fiel a la máxima papal "siervo de los siervos de Dios", mirará la realidad que le rodea con fortaleza y prudencia, con justicia y templanza. Su deber es continuar manejando la nave de la Iglesia, haciendo que resplandezca la luz de Cristo. El nuevo Papa será en la sencillez fuerte y en la templanza justo; con prudencia no vacilará ante los poderes del mundo. Buscará decir la verdad del Evangelio en el lenguaje adecuado, sabiendo que la verdad de Jesucristo no puede anunciarse con imposición sino como propuesta y con la fuerza del que busca esa verdad.
El pueblo de Dios manifiesta inquietud ante los nuevos retos que se vislumbran en este siglo XXI. La Iglesia con su timonel al frente -a ejemplo de Jesucristo- no pretende imponer cargas y yugos pesados. Seguirá mostrando predilección por el mundo más marginal: la pobreza de tantos millones de personas, mientras otras esferas de la sociedad rinden culto idolátricamente al consumo y el hedonismo. Seguirá denunciando el insulto que una vida de opulencia supone hacia millones de seres que viven con dificultades. El nuevo Papa será una mano tendida y una palabra firme a favor de los más necesitados.
Un Papa que "apuesta" por una nueva primavera para la Iglesia
El nuevo Papa pensará y buscará una nueva primavera para la Iglesia, que supere comportamientos de tinieblas como los que ha vivido en este final del s.XX y principios del XXI y que el beato Juan Pablo II y el Papa emérito Benedicto XVI tuvieron que afrontar y sufrir.
El nuevo Papa se presentó en el balcón del Vaticano, en su primera aparición como Papa, con sotana blanca y una cruz de bronce. Todo un símbolo. El nuevo Papa quiere ser fiel a la tradición sin idolatrizarla. Porque una buena tradición es compatible con las reformas necesarias. Se puede superar las características centralistas, absolutistas, clericalistas, que durante siglos y por ser "hijas" de un momento de la historia, han perdurado hasta hoy. Es precisa una reforma; reforma que se puede llevar a cabo llevando a buen puerto, aspectos olvidados del Concilio Vaticano II.
El nuevo Papa (deseamos) con la oración y el silencio de la conciencia, encontrará fortaleza para llevar a cabo las reformas que la Iglesia de Jesucristo necesita hoy, sin dar la espalda a la tradición, sin distanciar la comunión con otras Iglesias y religiones, sino haciendo de "puente" hacia las mismas. Todos sabemos que la Iglesia de Jesucristo no se mueve con parámetros democráticos. La Iglesia no es una democracia al uso moderno; pero la Iglesia de Cristo sí debe apostar, en su seno, por una democracia apropiada a su condición.
El Cónclave que te eligió ha pedido al Espíritu Santo la sabiduría y fuerza necesaria para llevar a cabo importantes tareas. Todos los cristianos, toda la Iglesia, te ayudaremos, ¡Santo Padre!, Papa de la templanza, de la prudencia, de la justicia y de la fortaleza.
Madrid. 24 de marzo de 2013
José Manuel Coviella Corripio