Los "papeles de Bárcenas" y la manipulación de El País, por Roberto Esteban Duque

Los "papeles de Bárcenas" y la manipulación de El País, por Roberto Esteban Duque

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Es cierto, como dicen los filósofos, que la vida debe ser entendida mirando hacia atrás: en otras ocasiones se intentó cambiar la opinión pública desde indicios, nunca desde hechos contrastados y aquilatados. Pero no se puede olvidar la otra proposición del aforismo: que debe ser vivida mirando hacia adelante, con el fin de recuperar el terreno perdido para influir en un lector indolente, poco dado a la reflexión y más proclive a la subversión, la indocilidad y el asalto a las calles.

Los "papeles de Bárcenas", hasta que no se demuestre lo contrario, sólo son indicios. Y los indicios son el único logro, la única astucia y habilidad de El País, con el propósito de recomponer su economía quebrada. El diario del grupo PRISA acude donde presume que hay algo de verdad disponible, actuando desde la manipulación y convirtiendo la democracia en el intento de asegurar el gobierno para sí mismo, provocando el desánimo y la angustia incluso entre los más escépticos.

El perro ha salido al incendiado espacio mediático, como ya lo hiciera antaño, enloquecido por la posibilidad inopinada de provocar la gran dimisión, exigiendo una injustificada confesión de culpabilidad y la aceptación de deberes más severos. La respuesta estuvo exenta de reflejos. Sólo se puede uno salvar cuando suenan las señales de alarma. Pasado este tiempo, el enemigo se crece y se pierde ya toda posible orientación moral porque la perversión se expande sin límites.

Pero cuando se pretende borrar de un plumazo el derecho legítimo a gobernar, solicitando, poseído, la dimisión del presidente del Gobierno, sólo puede realizarse desde la rectitud, no desde la sola convicción de que manipulando será más eficaz que haciendo oposición. Esta es, en esencia, la verdadera corrupción: adulterar los hechos para conseguir réditos políticos.

Sólo cuando pasan las horas, hasta los militantes más mediocres le ordenan callar. Si pasado un tiempo, una vez se haya pronunciado la Justicia, se desvela la probidad del atacado y queda patente el auténtico ensayo de manipulación, entonces dirán que el perro no tiene amo. Sería incluso deseable que desapareciese un perro con tan mal carácter, que antes divertía y ahora molesta. Así es como se busca nivelar a todos para derrocar incluso a los exonerados de corrupción.

No dudo de la desmoralización provocada por nauseabundos personajes que se aprovechan de los cargos públicos. La degeneración se adueña de la vida pública y la ciudadanía se rebela justamente por lo que no nos debería pasar. Cuando el que tiene que mandar y su entorno se encuentra, según parte de la opinión pública, bajo sospecha, es muy difícil no sufrir una grave desmoralización y desconfianza. La legitimidad de las urnas hay que conquistarla cada día, incluso entre los del propio partido.

Cuando alguien se enfrenta a un dilema, conviene empezar por reconocer que eso es lo que es y no otra cosa. Los ideales son deshonrados y la condición del hombre, en muchos aspectos de su vida, es reprobable. Existe un mundo del "así debería ser" y existe otro del "así es". Se hace patente un profundo hiato entre las convicciones de lo que es una vida justa y lo que de hecho practica el hombre. ¡Qué alivio supondría el reconocimiento de que existe la verdad y el bien, la certidumbre moral de una manera de sentir correcta donde la opinión y el discurso no crean, sino que tan sólo ponen a prueba la verdad!

Reconocer que al ciudadano se le ha quitado poder y se le ha otorgado en exceso a los partidos políticos, como alguien ha sugerido, es un buen comienzo para revitalizar la vida pública, social y cultural, al margen de los partidos políticos y desde fuera. No podemos vivir por mucho tiempo lamiendo nuestras propias heridas ni respirando un aire tan viciado. Se hace necesaria una minoría, más allá de la política, que ayude a transformar el país, a sacar a la clase política de su depravado egoísmo.

Los "papeles de Bárcenas" me han hecho recordar el célebre mito de la caverna platónica. El defecto de quienes están atrapados en ella es que son incapaces de percibir la verdad. Delante tienen una pared en la que se proyectan las sombras, encadenados de tal modo que no pueden volver la cabeza. La verdad no son los indicios, las sombras proyectadas por el diario El País, que condenan a una visión limitada y hacen reos imaginarios al intentar identificar la ideología y la autenticidad de los hechos.

La actual decadencia de nuestra sociedad proviene de una clase política indigna, con poca disciplina interna, sobrada de mediocridad y alejada de la excelencia, provocadora involuntaria de una sana rebelión del hombre con principios y amante del noble anhelo reformador; de ideólogos sembradores de la mentira y educados en el ideal de la envidia y el igualitarismo; de banqueros codiciosos y desalmados, ajenos a la transparencia financiera, a la autoridad y el orden; de medios de comunicación irreverentes con las creencias, anticlericales y laicistas, subyugados por intereses personales y de empresa, productores de inmoralidad y de injusticia en la medida en que son portadores de la exaltación de las pasiones y poco escrupulosos con un marco normativo y de virtud.

Hace falta madurar el sentido de las cosas para hacer habitable la comunidad humana, renovar lo podrido y ser responsable con la misión que se nos ha confiado, con el fin de no producir el desaliento y la angustia, la desesperanza y degradación espiritual. El hombre llamado a servir, trascendiendo el cálculo y la previsión, no puede trabajar sólo por su propia vida ni puede servirse a sí mismo sin alejarse al mismo tiempo de la justicia, de la comunidad en el bien y del amor a la verdad.

Roberto Esteban Duque

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