Mensaje 2013 del Papa Benedicto XVI para la Paz, por José-Román Flecha

Mensaje 2013 del Papa Benedicto XVI para la Paz, por José-Román Flecha

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Como se sabe, por iniciativa del papa Pablo VI, el primer día del año lo dedicamos a reflexionar sobre el ideal y la tarea de la paz. El Mensaje de Benedicto XVI para la 46 Jornada Mundial de la Paz del año 2013 lleva por título el lema evangélico: "Bienaventurados los que construyen la paz".

Es un texto amplio y sugerente, en la conmemoración de los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II y de la publicación de la encíclica "Pacem in terris", por el beato Juan XXIII. Han pasado 50 años de aquellos momentos clave en el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno.

En "este tiempo nuestro, caracterizado por la globalización", descubre el Papa numerosos conflictos en curso y amenazas de guerra. Además causan alarma la creciente desigualdad entre ricos y pobres, la mentalidad egoísta e individualista y un capitalismo financiero no regulado, el terrorismo y la delincuencia internacional, los fundamentalismos y fanatismos "que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres".

Sin embargo, ahi está la vocación de la humanidad hacia la paz. "El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda". Ese deseo es diseño de Dios sobre el hombre y principio ético inesquivable.

Ante este mundo concreto resuena la palabra de Jesucristo: "Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9). Esta bienaventuranza nos dice que la paz es don de Dios y tarea humana. Ynos lleva a repensar la condición humana, a reinventar el diálgo, a redescubrir la dignidad de la conciencia y a superar la dictadiura del relativismo.

Si se ignora la verdad sobre el hombre, se desprecian los valores fundamentales como la libertad, el amor y la justicia. Ese desprecio genera el pecado en todas sus formas: egoísmo y violencia, codicia y deseo de poder y dominación, intolerancia, odio y estructuras injustas.

Evocando un famoso lema de Pablo VI, se repite ahora que "la paz no es un sueño, no es una utopía: la paz es posible". Para alcanzarla, es preciso reconocer la ley moral natural, anterior a todas las normas civiles y aun a las orientaciones religiosas.

La Iglesia defiende la vida, desde su nacimiento hasta su muerte natural, pide la tutela sobre el matrimonio de un hombre y una mujer, propone la libertad religiosa y postula la objecion de conciencia ante las imposiciones legales injustas, pide la superación del liberalismo radical y la defensa del derecho al trabajo decente. En ningún caso está imponiendo su propia moral religiosa, sino recordando la verdad última del ser humano.

"Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad".

José-Román Flecha Andrés

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