La misericordia de Dios Padre con los pecadores
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La misericordia de Dios Padre con los pecadores
San Lucas escribe en el capítulo 15 de su Evangelio: Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús de Nazaret para escucharle. Los fariseos y escribas murmuraban y decían: Este recibe a los pecadores y come con ellos. Los publicanos eran los recaudadores de los impuestos romanos a los judíos, y los pecadores eran, para los fariseos y escribas, los judíos que no cumplían la Ley de Moisés y los paganos. Estos Se acercaban a escuchar a Jesús de Nazaret porque les hablaba con autoridad y con palabras llenas de encanto y de misericordia salidas de su corazón.
Jesús de Nazaret responde a los murmuradores e hipócritas escribas y fariseos con las siguientes parábolas:
Con la parábola de la oveja perdida y hallada, les dice: ¿Quien de vosotros que tenga cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueva en el desierto y va en busca de la oveja perdida hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la toma, lleno de gozo, sobre sus hombros, y cuando llega a casa convoca a sus amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado mi oveja perdida. Así os digo que habrá en el cielo más alegría por un pecador que se convierta, que por noventa y nueva justos que no necesitan penitencia.
Con la parábola de la dracma perdida y hallada, les manifiesta: ¿Qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende la luz y barre la casa y la busca con gran diligencia hasta encontrarla. Y una vez encontrada, convoca a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo porque he encontrado la dracma que había perdido. Así se alegrarán con los ángeles de Dios por un pecador que se convierta.
Con la parábola del hijo pródigo, perdido y hallado, les expresa la alegría y el gozo que siente el padre de familia cuando un hijo perdido regresa a casa: Un hombre tenía dos hijos. El más joven le pide a su padre su herencia y el padre se la reparte entre los dos. El hijo más joven se marchó de la casa del padre a una región lejana donde gastó toda su herencia viviendo pródigamente. Sucedió que sobrevino una gran hambre en dicha región y él no tenía con que comer y alimentarse. Entonces se acerca a cierto ciudadano que le envía a sus tierras apacentar cerdos, y deseaba comer las algarrobas que los cerdos comían, pero nadie se las daba.
Entonces se acordó que a los jornaleros de su padre les sobran el pan y yo aquí me muero de hambre. Dijo iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Se fue a casa de su padre que viéndole de lejos emocionado corrió a besarlo y el hijo de dice: Padre he pecado contra el cielo y contra ti y ya soy digno de llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: Traed enseguida la mejor túnica y ponérsela, darle un anillo para su mano y unas sandalias para sus pies. Traed el novillo cebado, matarlo, comamos y alegrémonos, porque este hijo estaba muerto y resucitado, se había perdido y ha sido encontrado.
Su hermano mayor que se hallaba en campo, al regresar a la casa del padre, oye música y cantos y le pregunta a uno de los criados que era lo que pasaba. Le responde: Tu hermano ha regresado y tu padre ha matado el novillo cebado porque lo ha recobrado sano. Pero él se enfada y no quiere entrar en la casa. Su padre sale a su encuentro y le rogaba que entrara, pero él dice a su padre: Hace tantos años que te sirvo, sin quebrantar ningún de tus mandamientos y nunca me has dado un cabrito para comerlo alegremente con mis amigos. Pero ahora ese hijo tuyo que ha venido y ha gastado tu hacienda con prostitutas, le matas el novillo cebado. El padre le contesta: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas, pero convenía hacer una fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo había muerto y ha resucitado, se había perdido y se ha encontrado.
Las citadas parábolas del pastor que pierde una oveja de su rebaño y la encuentra, la de la mujer que pierde una dracma y la encuentra, y la del padre de familia que pierde a su hijo pródigo y lo encuentra, son comparaciones o ejemplos para mostrar a los escribas y fariseos y todos nosotros la alegría y la misericordia que Dios, Nuestro Padre, siente y tiene con las personas paganas, ateas y agnósticas que se convierten a la fe cristiana.
La parábola del hijo prodigo, perla y corona de todas las parábolas evangélicas nos enseña, además, que los escribas y los fariseos son como el hermano mayor, quien al ver que su padre se alegraba y festejaba el regreso de su hermano menor a la casa paterna, se entristecen y se contrarían, en lugar de alegrarse y festejarlo. Los cristianos debemos siempre alegrarnos y festejar la conversión de las personas paganas, ateas y agnósticas a la fe cristiana.
José Barros Guede
A Coruña, 11 de febrero del 2015