Nombramiento y renuncia del Papa San Celestino V a obispo de Roma
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La renuncia del papa Benedicto XVI a Obispo de Roma me trae a mi memoria el nombramiento y renuncia del papa san Celestino V a dicha Sede Episcopal Romana. El día 4 de abril de 1292 fallecía el papa Nicolás IV y el Colegio Cardenalicio debía elegir y nombrar al nuevo Obispo de Roma. Por falta de acuerdo entre los once miembros de dicho Colegio de Cardenales, su elección y nombramiento quedó paralizada durante dos años y tres meses. Los cardenales se hallaban divididos entre la familia Orsini, llamados los Güelfos, partidarios del poder temporal del Papa, y los Colonna, partidarios del poder político del rey Federico II, el Grande. Los Orsini contaban con seis votos y los Colonna con cuatro. Además, había un voto independiente del cardenal Benedicto Caetani, futuro papa, Bonifacio VIII.
Después de largas intrigas y negociaciones infructuosas, el cardenal Benedicto Caetani propone al Colegio Cardenalicio para Obispo de Roma a Pietro di Murrone, monje ermitaño, conocido popularmente por su santidad y por su austeridad de vida consagrada a Dios. El Colegio Cardenalicio acepta por unanimidad dicha propuesta con la esperanza de haber encontrado un Papa angélico, anunciado por los seguidores del famoso religioso franciscano Joaquin di Fiore, que debía reformar la Iglesia y el mundo.
Pietro di Morrone había nacido en Isernia (Apeninos) dentro de una familia humilde. A los 17 años ingresa en la Orden de san Benito. Posteriormente, es ordenado sacerdote en Roma, pero su vida de recogimiento, ayuno y oración le lleva hacerse religioso eremita en el desierto del monte Maiella en los Abruzos, practicando ayuno a diario, excepto los domingos, y orando día y noche. Muchos religiosos de diversas órdenes deseando imitarle, funda la Orden de los Celestinos, que es aprobada por el papa Urbano IV en 1264.
El 5 de julio de 1294, el Colegio de Cardenales reunidos decretan su elección, e envían una comisión formada por un cardenal, tres obispos y dos notarios de la curia romana para notificarle el nombramiento de Obispo de Roma. El ermitaño Pietro di Morrone sorprendido en su celda eremítica no daba crédito a semejante propuesta y dudaba de su veracidad. Los delegados puestos de rodillas le piden que acepte la elección de Obispo de Roma. Entonces, Pietro di Morrone orando al Señor, da su conformidad diciendo: "No resistiré a la voluntad de Dios y me sujeto a la elección de la Iglesia".
Todos ellos se ponen en camino hacia L?Alquila. El ermitaño Pietro di Morrone extenuado de fuerzas, pobremente vestido con una barba larga y desaliñada, montado en un asno, llega a esta ciudad, donde es consagrado y nombrado Obispo de Roma, Sucesor de san Pedro, Vicario de Cristo y Jefe de la Iglesia Católica, tomando el nombre de Celestino V. Era persona cristiana de buena fe, timorata y austera, sin conocimientos suficientes eclesiásticos y sin experiencia política para el gobierno de la Iglesia Católica
Rodeado de aduladores y conspiradores, el papa Celestino V la gobierna en soledad en unas circunstancias muy difíciles. Renueva el decreto del papa Gregorio X sobre elección del Obispo de Roma mediante el voto de dos tercios de los cardenales cerrados en cónclave, confirma su Orden Religiosa de los Celestinos dándoles los privilegios de las demás órdenes religiosas y engañado hace fatales nombramientos de obispos para diócesis y oficios importantes en la Iglesia Católica.
Después de cinco meses de gobierno, obsesionado por su salvación eterna, ante la responsabilidad enorme del gobierno de la Iglesia Católica que cae sobre sus hombros y sobre su conciencia y sintiendo la necesidad de soledad y recogimiento espiritual, presenta su renuncia a la dignidad y función de Obispo de Roma. Viste sus pobres vestiduras de ermitaño, y de noche se escapa y camina acompañado de un religioso con el fin de retirarse a su celda de ermitaño en los Abruzos.
Pasados diez días de su renuncia a la dignidad y función de Obispo de Roma, el Colegio Cardenalicio se reúne en cónclave para elegir y nombrar nuevo Pontífice de Roma según el citado decreto de Gregorio X puesto en vigor por Celestino V. El 24 de diciembre de 1294, es elegido y nombrado Obispo de Roma el mencionado Benedicto Caetani, cardenal presbítero, llamándose Bonifacio VIII, quién será defensor enérgico del poder superior del Romano Pontífice, como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, sobre cualquier poder imperial o real, y autor de la famosa frase: Ecclesia Una, Santa, Católica y Apostólica.
El 27 del mismo mes y año, el papa Bonifacio VIII, de acuerdo con el Colegio de Cardenales, revoca las gracias obtenidas dolosamente de la bondad e inexperiencia de Celestino V, y toma las medidas necesarias para que determinadas personas interesadas no influyan en él y pueda volverse atrás manifestando que su renuncia es ilegal e ilegítima por ser tomada por la coacción de los cardenales. Con esta finalidad, envía unos emisarios que le alcanzan huido como fugitivo y disfrazado. Le detienen y llevan al papa Bonifacio VIII, quien le señale una honesta pensión y un domicilio en el castillo de Fumone, cerca de Anagni, donde muere a los nueve meses en olor de santidad, siendo canonizado santo por el papa Clemente V en 1313.
En 1966 el papa Pablo VI visita su tumba en Fumone. En 2010 el papa Benedicto XVI visita dicho castillo donde san Celestino V estuvo recluido y deja su estola sobre su tumba. Tal vez como señal de seguir sus pasos renunciando al poder y a la autoridad de Obispo de Roma, Jefe universal de la Iglesia Católica, para dedicarse a la oración, meditación y estudio como servicio a Dios, a Cristo y su Iglesia. En su despedida al clero romano en la Aula Pablo VI, Benedicto XVI les dice: "Esperemos que el Señor nos ayude. Yo, retirado en mi oración, estaré siempre con vosotros, y juntos iremos adelante con el Señor, en la certidumbre de que vence el Señor. Gracias".
José Barros Guede.
A Coruña, 25 de febrero del 2013