Obispo de Cartagena: "Nos veremos en el altar, querido don Juan"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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No tengo la suficiente serenidad como para repetir las palabras del sacerdote, poeta y periodista José Luis Martín Descalzo en su libro Testamento del pájaro solitario, donde confiesa la grandeza de confiar en Dios con el coraje de la fe, cuando escribió este poema, Morir solo es morir. Morir se acaba. La noticia nos ha dado un manotazo duro, un golpe invisible que nos ha dejado helados. Sí, el frío rostro de la muerte ha llamado a la puerta de monseñor Juan del Río Martín en el otoño de su vida y nos quedamos sin palabras, apuntando la primera oración y suplicando la misericordia divina para él, ya que sabemos que, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Nos salva la fe para asumir el dolor por la partida de un hermano, de un amigo y de un gran pastor.
Pero, ¡somos cristianos y ahora es cuando nos acogemos a la esperanza, a la confianza en la misericordia de Dios, así que, con la suficiente serenidad te das cuenta de que tenemos más razones para dar gracias que para lamentarnos. Es cierto que en Getsemaní pidió Jesús que pasara ese cáliz, pero tenía muy claro que debía hacer la voluntad de Dios y agarrarse a la cruz. Jesús no planteaba quejas al Padre, porque conocía y quería llevar a cabo su plan de salvación sobre los hombres y eso fue muy bueno para nosotros. Nos consuela saber que don Juan del Río, el arzobispo castrense, se ha presentado delante de Dios como él era: alegre, confiado, entrañable, responsable y competente, con una gran sonrisa en el rostro. Estoy seguro de que llevará el aval de san Juan de Ávila, a quien quería con el alma y conocía, gracias a las horas que había dedicado a estudiar sus escritos. Vamos, que se ha presentado ante Nuestro Señor sin temor, porque siempre ha confiado en la misericordia del Padre, aunque no le faltarán nuestras oraciones a Dios para que lo acoja en su seno y le conceda el gozo de vivir para siempre con Él y encontrar lo que tanto buscaba. Acabar de llorar y de hacer preguntas; ver al Amor sin enigmas ni espejos; descansar de vivir en la ternura; tener la paz, la luz, la casa juntas y hallar, dejando los dolores lejos, la Noche-Luz tras tanta noche oscura.
Don Juan ha sido un obispo de Dios para todos, le recuerdo como pastor de la diócesis de Asidonia-Jerez y actualmente como arzobispo castrense, donde ha sido querido y respetado por todos. ¿Quién no conoce la expresión del Papa Francisco que nos pedía oler a oveja?, pues, en el caso de mi presidente de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales, puedo decir que son las ovejas las que huelen a don Juan del Río Martín, por su entrega y su cercanía y porque no ha dejado de ofrecer el alimento de la Palabra y de la Eucaristía. Aunque las lágrimas corren todavía por el rostro sin rumbo y sin consuelo, valoren el conjunto de su historia, la vivida junto a don Juan. Recuerden sus proyectos y trabajos, las ilusiones y esperanzas, la razón de su vivir, los sueños compartidos, su actitud de servicio, su vida entregada al Señor y a los hermanos. Queridos hermanos obispos, sacerdotes y fieles a él confiados, familiares y amigos, sigamos adelante con la fidelidad siempre en el Señor y con el propósito de vencer las trampas de la muerte que nos paralizan, miremos con esperanza el futuro, porque confiamos en Dios.
Descansa en paz, hermano.
Obispo de Cartagena y miembro de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales
@ObispoCartagena