Paula: latidos de un corazón nuevo

Paula: latidos de un corazón nuevo

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Paula: latidos de un corazón nuevo

Entre los oficios más importantes y bellos del mundo está, sin duda alguna, el de partera o matrona. En todos los pueblos, de siempre, han sido muy significativas las personas que desarrollaban esta labor de acompañamiento en los partos, en la llegada a la vida para ser del pueblo. En Grecia, Roma, Egipto, Israel? en todas las culturas, su papel ha sido determinante y su figura emblemática.

Recuerdo que en mi pueblo pacense, Granja de Torrehermosa, estaba doña Rafaela: toda una institución, cuyo título principal era la práctica adquirida en el oficio a lo largo de toda una vida. El pueblo entero le tenía una consideración especial y le otorgaba el "doña" de un modo sobrado. Según me contaba mi madre, el día que me bautizaron, ella estaba en la iglesia y me puso en el altar de la Virgen de Guadalupe para que me cantaran la salve. También nevó ese día de abril. A mí me recibió doña Mercedes, practicante -ATS joven que ya hacía su oficio con su preparación escolar-, una mujer moderna que se trasladaba con su vespa de un sitio para otro. Vespa que todos los niños temíamos que se parara en nuestra puerta, ya que eso suponía que venía a visitarnos con sus agujas purificadas al fuego del alcohol y el algodón.

La teología del don y la gracia

Traigo todo esto a colación del quehacer de esta mañana, en la que he acompañado a Estela, la esposa de mi sobrino Héctor Gabriel, a la visita programada a su comadrona Gabina. Ha sido para mí una experiencia desbordante de gracia en un oficio que no suele ser propio del sacerdote: acompañar a una embarazada a la matrona. Sin embargo, las circunstancias me han propiciado este regalo.

Llevamos siete meses esperando a Paula, que llegará, Dios mediante, en noviembre. Su madre la está esperando y cuidando con una paciencia encomiable, pues lleva más de cinco meses con reposo absoluto para que ella se haya gestado bien y pueda nacer a la vida. Ha sido consulta de rutina, peso, tensión, vacunas, etc. Pero me quedo con el momento en el que la matrona ha dicho que íbamos a escucharla? Estela ha levantado su camisón blanco y brillante y ha dejado al aire libre su hermosa barriga embarazada. Gabina, con los utensilios propios, se ha ido acercando a Paula, a su corazón. En ese momento, he sentido algo especial al escuchar sus latidos, que resonaban fuertes, firmes, continuos…

Han sido los latidos de un corazón nuevo y apasionado por vivir; latidos de un ser que, sin ser consciente, tamborea el amor que la rodea en la espera de su llegada y susurra la dedicación total de los que la quieren -cuando todavía no es- para que sea amada, elegida, bendecida, sanada, iluminada. Allí, he podido acariciar el amor de los que le han puesto nombre -Paula- antes de que llegue para que nadie le pueda decir ni abandonada ni anónima, en un deseo de abrirle los caminos mejores con el emblema de la donación y de la entrega. Ella será un regalo al que nos sentimos regalados, no hay mayor teología del don y de la gracia.

El oficio más bello

Cada día, la matrona está oyendo latidos de corazones nuevos, y no creo que haya un oficio más bello. ¡Cómo desearía yo un corazón nuevo cada día en mi interior! Y no puedo por menos que recordar aquel texto bíblico, que reza: "Os daré un corazón de carne, arrancaré vuestro corazón de piedra y os daré y un corazón nuevo".

Hoy he pensado cómo es la unión entre Estela y Paula, latidos de dos corazones que van al unísono y que son de una para la otra, sin reserva y sin concertina alguna. Ahora es nuevo el corazón de la madre, que se recrea en el de la hija; y lo es, por novedad total, el de la hija que se siente querida y fundamentada en el corazón de la madre y de los que la acompañan.

Por eso, siento la necesidad de orar desde el deseo, ante el Dios de la vida, para rogarle que me dé ese corazón nuevo que tanto ansío. Y recuerdo mi oficio de bautizar y lo entiendo desde este quehacer de matrona: ayudar al nacimiento de lo alto, el que nos hace criaturas nuevas en el corazón de Dios, que nos ama a cada uno de un modo único, nominándonos en Cristo como hijos queridos y elegidos. Y sueño con el corazón de Paula y su novedad, con los latidos que se han quedado grabados en mi corazón y han acelerado los míos, con todo lo que va a ser querida -ya lo está siendo- y con todo lo que ella va a querer y a felicitarnos a los demás.

Hoy siento una alegría renovada en mi interior y agradezco estos latidos que me han despertado de un modo nuevo; susurros que, sin esperarlo, me han hecho sentirme más cerca de Paula y de Dios.

José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz

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