Cómo entró la corrupción en la historia de la humanidad

Nuestro corresponsal en Cafarnaún nos explica que Adán y Eva quisieron ser como dioses. Su pecado, sin embargo, ha hecho posible la llegada de Jesús, el Salvador

Cómo entró la corrupción en la historia de la humanidad

Manuel Cruz

Publicado el - Actualizado

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Empeñado como estoy en conocer el misterio de la encarnación del Mesías, corro el riesgo de perderme sus enseñanzas y, sobre todo, las razones por las que el pueblo judío lo espera desde el comienzo de los tiempos. Hay que remontarse al momento mismo en que Yahvé, tal y como se narra en el Génesis, el primer libro de la Torá, dio origen a la Humanidad mediante la creación de Adán y Eva, a su imagen y semejanza, es decir, perfectos en su naturaleza, inocentes y libres, dándoles como morada un hermoso Jardín, el Edén, con el mandato de que lo cultivaran, origen del trabajo del hombre para su sustento..

Creo innecesario aclarar que si bien las Escrituras han sido inspiradas por el mismo Dios, son los hombres las que las han escrito mucho tiempo después de los hechos narrados, con un lenguaje adaptado a su tiempo para que pudieran entenderse. Lo que el pueblo judío cree sin dudar es que en ellas se contienen las grandes verdades fundamentales, base de su religión, de sus costumbres y hasta de de su comportamiento con el Creador.

El hecho esencial de la historia de la Humanidad que se recoge en la Torá, es que Adán y Eva, haciendo uso de su libertad, cayeron en la peor de las tentaciones que pueden asaltar al género humano: perder la confianza en Dios y creer, en cambio, que pueden ser como dioses si no obedecen sus mandatos. Lo que cuenta el Génesis es que Eva, tentada por el Diablo que también andaba en el Jardín del Edén, en forma de serpiente, vio apetitoso el fruto del árbol que Dios les había prohibido comer, el árbol del conocimiento del Bien y del Mal. Comió y dio a comer a Adán. En el acto vieron que estaban desnudos y se ocultaron ante la presencia de Dios que los llamaba. Este es el pecado que ha originado toda la corrupción que ha degenerado al mundo. Desde ese momento, el mal, bajo todas sus formas, ha entrado de manera irreversible, en la historia de la Humanidad en la medida que se rompió el vinculo de confianza que existía entre el hombre y Dios.

Pero justamente por este pecado me encuentro ahora en la Palestina ocupada por los romanos al hacerse necesaria la venida de Jesús como Salvador, para recrear al hombre sobre la base de una alianza nueva y más duradera basada en el amor.

Sería prolijo traer ahora a la memoria toda la historia que se narra con sus mínimos detalles en la Torá. Baste decir que Adán y Eva fueron expulsados del Edén, que vivieron muchos años, -se dice que más de novecientos- que tuvieron numerosos hijos y que de ahí surgieron los pueblos y naciones desarrollados a lo largo de los milenos, aunque el que centra la historia humana contada en la Torá y el Tanaj es el pueblo judío que Dios se reservó para revelarse al mundo aunque tuvo que castigarlo con frecuencia por sus constantes infidelidades. El primero de los castigos fue la pérdida de los dones recibidos que conlleva el parto con dolor y el ganarse el pan con el sudor de la frente. El siguiente, mucho peor, ocurrió en tiempos de Noé, cuando Dios, según siempre la Torá, pareció arrepentirse de haber creado al hombre dada la extensión de su maldad, ordenando el Diluvio Universal, del que Noé, único justo que encontró sobre la tierra, se salvó junto a su familia en el conocido episodio del Arca donde metió a toda su descendencia y a todos los animales, macho y hembra, para que pudieran luego reproducirse.

Todo esto es bien conocido por el pueblo judío que, a lo largo de los siglos, desde Abraham y luego Moisés, abriga la creencia de la llegada de un Mesías, un Ungido de Dios, con la misión de redimirlo y establecer un reinado eterno de paz y justicia, es decir, Jesús. El gran drama histórico que estoy viviendo en primera persona, es que ese Mesías tantas veces anunciado, había llegado ya sin que su pueblo lo reconociera como tal, por muchos que lo seguían para ser curados de sus enfermedades. Más aún: lo que esperan muchos es un poderoso rey que los libraría de la opresión extranjera, ahora en la Palestina ocupada por los romanos y anteriormente durante el cautiverio en Babilonia.

Lo que menos podía esperarse es que el Salvador, es decir, el que pagaría el rescate del pecado original, no iba a ser un caudillo político sino un humilde carpintero que habla de amar a los enemigos, de perdonar setenta veces siete a quien te ofenda, de hacer a los demás lo que quieras que te hagan a ti, y, en suma, de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, un precepto que estaba ya en las Tablas de la Ley otorgadas por Dios a Moisés durante el Éxodo hacia la tierra prometida.

He escuchado a Jesús repetirlo más de una vez:: "No he venido a cambiar la Ley sino a darle su cumplimiento". Claro que para decir esto tenía que estar dotado de una autoridad que a muchos se les escapaba, incluidos los propios apóstoles que le seguían pese a sus dudas pero conocedores de que sólo él tenía palabras de vida eterna.. De ahí mi empeño en conocer el origen exacto del nacimiento de Jesús... Como aún no lo he averiguado, me tengo que contentar con la única confidencia que conseguí arrancar del joven Juan: "Mira, todo lo que ahora no entiendes, se contará en su momento. Solo ten paciencia porque la vida de Jesús es transparente como las aguas del Jordán. Nada hay que no se vaya a saber, pero a su debido tiempo. Tú, síguenos, porque nos esperan muchas sorpresas hasta que se cumpla su misión"

¡La misión de Jesús¡ ¿De qué Salvación se trataba? Juan el Bautista, que seguía en la cárcel, había hablado de Jesús que era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y la palabra cordero está unida en las Escrituras al sacrificio que hacían los sacerdotes en el Templo como expiación por los pecados, además de ser la celebración de la liberación de los judíos de la esclavitud de Egipto, celebrada como una de los principales festividades.

Tendré la ocasión de hablar de esto más adelante aunque ya me queda la impresión de que la misión de Jesús iba a terminar como el sacrificio del Cordero... En realidad, en las mismas Escrituras se habla de que el Hijo de Dios tendrá que sufrir mucho. Pero no tengo que volver la vista atrás: el mismo Jesús la ha anunciado ya a sus amigos, durante una predicación en Cesárea de Filipo, esencial en el devenir de esta apasionante historia que jamás humano alguno hubiera imaginado fuera de los designios de Dios y de sus planes para el hombre.