De periodista a periodista
Auxi Rueda, directora de Comunicación de Ávila, ante el nombramiento de José María Gil Tamayo como arzobispo coadjutor de Granada: "Me ha hecho el trabajo mucho más fácil y grato"
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Tengo en estos momentos tal maraña de sentimientos que a veces me cuesta diferenciarlos. Tristeza, melancolía, frustración. Quizá cierto desánimo, o desazón. Llamémoslo así. Y es que cuesta aceptar los cambios, sobre todo si son tan inesperados y si rompen con una situación en la que te sentías tremendamente cómoda. Días de asumir algo que el secreto pontificio hacía aún más complicado de digerir. Queda ahora el recuerdo agradecido, la añoranza de lo vivido, y el convencimiento de que se nos han quedado muchas cosas aún por hacer juntos.
Don José María es un gran obispo, como lo ha reconocido el Papa con este nombramiento. Así lo creo firmemente y con conocimiento de causa. Por eso se me está haciendo cuesta arriba todo lo que está pasando estos días. Si en noviembre de 2018 recibí muchas llamadas dándome la enhorabuena por quien sería nuestro Pastor, estas últimas jornadas me ha ocurrido lo mismo pero para decir tan sólo tres palabras: “lo siento” y “ánimo”. Suena a pésame porque se siente como tal. Al menos así lo siento yo.
El camino en estos tres años y medio no ha sido fácil, y ha estado plagado de momentos de dolor. Desde el fallecimiento de su primo en la misma ceremonia de ordenación episcopal, el fallecimiento de su hermano, … Y sobre todo la llegada de la COVID, cuando tras días de notarle con el rostro cansado en los videos que publicaba para dar ánimo a la población, recibí aquel whatsapp desde el hospital … Semanas esperando una mejoría que no llegaba, con la incetridumbre añadida de la situación, de no poder salir de casa, de no saber qué hacer … hasta que, milagrosamente, el Domingo de Resurrección comenzó la mejoría. Y salió del hospital con muchos kilos menos, pero con una fuerza interior increíble.
La pandemia ha condicionado su paso por su primera diócesis, posponiendo muchas ideas y proyectos, que ahora estábamos empezando a despegar. Nos deja una reestructuración arciprestal más eficiente, un fortalecimiento del ámbito educativo al crear la Fundación Obispo Santos Moro para la educación católica. Y aseguraba el futuro y la pervivencia de la UCAV, de la que ha transferido recientemente su titularidad.
Pero a mí lo que me deja es un vacío. Al menos por ahora. Una vez me dijo que tener un obispo “del gremio” era un hándicap. Desde luego, no lo ha sido. Al revés, tener un obispo periodista ha sido una gran suerte para esta periodista que ahora escribe. Porque entiende la comunicación como pocos en la Iglesia, y eso me ha hecho el trabajo mucho más fácil y grato. Y es que aunque a veces tuviéramos criterios profesionales distintos, siempre acabábamos entendiéndonos a la perfección. Me quedo con todo lo que me ha enseñado en este tiempo, y con la pena de todo lo que aún me quedaba por aprender a su lado. Pero con el sentimiento de agradecimiento profundo por el gran apoyo profesional, y sobre todo personal, que he recibido por su parte, que no ha sido poco.
Como reza la inscripción de un balcón cercano al palacio episcopal de Ávila, “donde una puerta se cierra, una ventana se abre”. Me reconforta saber que así será para él. Una ventana abierta al futuro. Un futuro que ha comenzado aquí, en estas tierras de Castilla. Que esto no sea un adiós, sino un hasta luego. Y que volvamos a coincidir. Periodista con obispo periodista. Ahí es nada.