Salvar la Navidad
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Estamos escuchando estos días muchas teorías de si nos deben confinar o no en nuestras casas. Que algo han de hacer para que podamos celebrar la Navidad. Por un momento me alegré de oír a la gente y en los medios de comunicación, mostrar su preocupación por salvar la Navidad. Pero al segundo me percaté de que solo hablaban de comilonas y consumismo. De cenas y de regalos. De fiesta vacía y estereotipada. La que quede bien en mi instagram, vamos.
Salvar la Navidad. Ese propósito sería honroso si tuviéramos en el horizonte el no dejar a nuestros mayores en la soledad, en tener presente a quien está sufriendo y actuar, en dejar que Dios nazca en nuestra vida, en nuestra rutina, en nuestras decisiones y en nuestras relaciones sociales y familiares. Eso seria salvar la Navidad, pero no de esta pandemia, no. Salvarla de la pendiente a la que la estábamos abocando. Para salvar la Navidad no necesitamos las intervenciones gubernamentales ni grandes esfuerzos. Todo lo contrario: es en la sencillez donde reside.
Todo el año debería ser Navidad. Todos los días deberíamos tener ese propósito de tener a nuestros familiares con nosotros, al menos por teléfono o videollamada, de tener un detalle con ellos ?no tiene que ser un bolso, una colonia o un juguete?, de estar cerca de nuestros amigos y vecinos, de ayudar a quien sufre y de pensar en quien no tiene motivos para celebrar nada y acompañarle. Este año salvar la Navidad también es salvar vidas. ¿Y si pensáramos en esta clave? Nuestra actitud hoy podría hacer que muchas personas no enfermasen y no tuvieran que pasar su Navidad en un hospital porque nosotros queramos ahora tomar unas cervezas o cenar en un restaurante. Es tiempo de responsabilidad, de empatía y de salvar una Navidad que podría suponer la primera de verdad y la que transforme muchísimos corazones. Salvar la Navidad es salvarnos de un peligro que amenaza nuestra humanidad y para ello, nada mejor que mirar el pesebre vacío. Detente a mirarlo y descubrirás que sí es posible salvar la Navidad.