Así respondió Jesús a los fariseos cuando le preguntaron por los impuestos
El periodista y sacerdote Josetxo Vera nos da las claves en 'Chateando con Dios' del Evangelio de este domingo, 18 de octubre
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Esta semana hablamos de un tema bastante manido en la vida del Evangelio de la Iglesia y en la sociedad en cualquier momento de nuestras vidas. Este tema manido es el de los impuestos, que tantas veces citamos, incluso los no cristianos o quien no sabe de dónde viene esta expresión: “Hay que dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”.
En el evangelio de este domingo los fariseos están ya cansados de Jesús y mandan a unos discípulos suyos, con unos herodianos, para intentar articular la causa contra Jesús. Hay que ponerle trampas hasta que se le pueda acusar de algo definitivo. En ese contexto les preguntan por los impuestos: “Es licito pagarle los impuestos al César?”. Era una gran cuestión de discusión en aquel tiempo.
El Señor sabe que, si contesta que no, lo van a sacudir los romanos, y si contesta positivamente, lo van a sacudir los judíos. Por tanto, la respuesta del Señor es brillante: “Hay que dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. Esta frase tan sencilla en realidad nos sirve para todos los momentos de nuestras vidas.
Hay que pagar los impuestos por qué, en la sociedad en la que vivimos, es una forma de contribuir al bien común. Todos somos responsables unos de otros y lo hacemos con los impuestos, con nuestro trabajo o creando asociaciones de ayuda de unos a otros. Quien crea una ONG o trabaja de voluntario está sirviendo al bien común de la sociedad.
Si hoy nos preguntaran, ¿hay que pagar los impuestos?, la respuesta tiene que ser positiva. Pero inevitablemente este Evangelio tiene una segunda enseñanza.
Hay que contribuir al bien común de la sociedad, pero no podemos perder de vista a Dios. ¿Qué es lo que nosotros hemos recibido de Dios? En primer lugar, hemos recibido la vida que tenemos que cuidar y respetar. También hemos recibido de Dios el don de la fe y de la vida cristiana. Y, por último, hemos recibido el don de nuestra familia.
Por tanto, este Evangelio nos abre a dos cuestiones que son complementarias: por un lado, tenemos que contribuir al bien común de la sociedad y por otro lado tenemos que devolver a Dios lo que de Dios hemos recibido: el don de nuestra vida, de la fe y de la familia. Estos tres dones son generales pero cada uno de nosotros tenemos que pensar, a lo largo de estos días, qué dones he recibido de Dios en mi vida como semilla, que tengo que hacer fructificar, para regalarla a los demás.