Las enseñanzas de la Parábola del trigo y la cizaña que aparecen en el Evangelio de este domingo
El periodista y sacerdote Josetxo Vera nos da las claves en 'Chateando con Dios' del Evangelio de este domingo, 19 de julio
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Todos tenemos algunos maestros que conocemos y que quedan en nuestra memoria para siempre. Las personas que nos enseñaron a sumar o a leer, o que nos enseñaron las ciencias naturales. Maestros que en la vida nos han dejado pozo, gente que ha actuado con nosotros explicando las cosas más sencillas en la manera más sencilla y que han conseguido que nosotros los guardemos en la memoria con agradecimiento. Todos podemos poner el nombre de algún maestro que nos ha querido y que nos ha enseñado.
Esta semana en el Evangelio, el Maestro, el Señor Jesucristo, hace de maestro de las cosas más sencillas y de los modos tan originales que a la vuelta de los siglos seguimos utilizando. Esta semana vuelve con las parábolas y le cuenta, a la gente que tiene delante, cientos y cientos de personas, tres parábolas muy sencillas.
La primera habla de la cizaña: el sembrador que ha salido a sembrar y que ha puesto la buena semilla. Es un poco como la de la semana pasada, pero hay una persona que ha venido y ha sembrado cizaña. ¿Qué hacer con ellos? El sembrador le dice de no preocuparse y que cuando irán a recoger todo, tendrán que separar la cizaña y quemarla. Y luego les enseña la importancia de la semilla pequeña que hace crecer un gran árbol, y también la de la levadura que hace fermentar toda la masa. Estas dos se refieren a la Iglesia y la nuestra propria vida cristiana, que son realidades muy pequeñas, que están puestas en un ambiente quizás hostil, pero si somos fermentos haremos fructificar la masa, haremos crecer ese gran árbol como el gran arbusto que es.
Pero los discípulos cuando volvieron a casa se encontraron con el Señor y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña”. Y el Señor se pone, con mucha paciencia, a explicarles que es cada cosa, con una maestría propia de magister, de esas grandes personas que nos enseñan todo. El sembrador es Dios, las semillas son los habitantes del Reino de los Cielos, el campo es el mundo en que nosotros vivimos, el enemigo que siembra es el demonio que va sembrando la cizaña y el mal por el mundo.
Lo único que no explica el Señor en esta parábola es el contenido central de lo que va la parábola. En esta ultima Él ha dicho que se separará la cizaña y se tirará al fuego y en la explicación de la parábola dice que la cizaña, que son los que se han puesto de espaldas a Dios, será arrojada al horno encendido. Es la misma palabra, no hay explicación.
Yo creo que el Evangelio de esta semana va precisamente de esto: el Señor nos dice que hay un juicio final. Podemos vivir en esta vida mezclados el trigo y la cizaña, y ser incluso parte de ambos dentro de nuestro corazón. Hay veces, efectivamente, que funcionamos como trigo y otras que somos cizaña. El Señor nos dice que esto irá creciendo y nosotros tendremos que cuidar lo que crece pero que al final será la separación del trigo y de la cizaña.
La imagen del horno encendido ha sido muy repetida, el infierno donde realmente se quemarán todos los que han vivido de espaldas a Dios. La imagen no es muy afortunada, aunque es muy eficaz porque se ha quedado en la literatura de la Iglesia y en el arte cristiano. Pero el infierno no es tanto un lugar sino más bien una situación.
Lo primero que nos enseña este Evangelio es la humildad de los apóstoles que van al Señor porque no han entendido la parábola y les dicen: “Explícanos porque no la hemos entendido bien”. Ojalá tengamos todos la humildad de los apóstoles de ir al Señor y decirle “explícamelo”. Ojalá encontremos el lugar para hablar con Dios y pedirle explicaciones sobre la palabra de Dios, las parábolas, sobre nuestra propria vida, sobre la suya.
La segunda enseñanza es la certeza de que habrá un juicio final, de que la cizaña se separará del trigo. El trigo habitará el Reino de Dios y la cizaña al horno encendido. Un horno que es una situación de ausencia absoluta de Dios para siempre. Ausencia del amor, de la paz, de la felicidad
Nosotros todavía estamos en camino y encontramos dentro de nosotros trigo y cizaña y tenemos que hacer esa labor de separar lo uno de lo otro para poder presentarnos ese último día, cuando vengan los Angeles del cielo, y que nos incluyan en los que van al Reino de los Cielos.