Así conmovió al Señor esta madre pagana que le pedía liberar a su hija del demonio
El periodista y sacerdote Josetxo Vera, nos da las claves para entender el Evangelio de este domingo en 'Chateando con Dios'
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Venimos acompañando a los apóstoles que hacen una especie de 'máster' para ser buenos pastores, aprendiendo con la cercanía de Jesús, a escuchar su palabra, atender a la gente, tener compasión, no tener miedo cuando el Señor no está con ellos… En el Evangelio de este domingo, el Señor se ha retirado con los apóstoles a la región de Tiro y Sidón, al norte de Galilea, pueblos fenicios, lejos de las garras de Herodes.
Ahí está el Señor descansando con los apóstoles, enseñándoles cómo tienen que vivir como buenos pastores. Y en ese momento, una mujer pagana, que no pertenece al pueblo de Israel, se acerca al Señor y le dice... "Señor, hijo de David, ten compasión de mi hija, está endemoniada, libérala…"
El Señor ni la mira, por lo que los apóstoles interceden por Él. Parece que le cogen el tono de la misión que tienen como pastores, interceder ante el Señor. Lo hacen porque la mujer grita. Y el Señor se vuelve a los apóstoles y les dice… "He sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel, no a los perritos que no pertenecen a este pueblo”.
La mujer, dolida pero también audaz, se vuelve al Señor y le responde… "Pero Señor, aunque sean los perros debajo de la mesa, comen las migajas que caen de la mesa de los hijos”. De esta manera astuta, mueve el corazón de Dios que, conmovido por la fe que ella tiene, da luz verde a su petición para "que se haga según tu deseo". Su hija se cura en ese momento.
Por tanto, las enseñanzas que extraemos del Evangelio de este domingo es el de la oración perfecta. Muchas veces sentiremos que no somos dignos de hablar con Dios por tentaciones, malos actos… pero no es verdad, siempre eres digno para la oración y hablar con Dios. Eres un hijo de Dios al que Dios espera. No debemos asustarnos a la hora de dirigirnos a Él.
La segunda enseñanza es la oración de intercesión, pedir no para nosotros, sino para los demás. Tenemos que pedir para nosotros por nuestras necesidades, pero también por los demás.
La tercera enseñanza es la oración perfecta: la fe en Dios como punto de partida; una oración que es confiada porque sabemos que lo puede todo y está atento a nuestras necesidades; oración perseverante que busca encontrar el corazón de Dios; oración humilde, porque sabemos que Dios está muy por encima de nosotros.